Silvia Querini, editora de Lumen: «¿Qué hacen las estanterías de Ikea sin libros?»

Silvia Querini, editora de Lumen.

Silvia Querini, editora de Lumen.

Silvia Querini, editora de Lumen.

Desde hace más de diez años, Silvia Querini dirige Lumen, el sello que tiempo atrás había fundado Esther Tusquets. Con 40 años de recorrido profesional, empezando en la ya desaparecida Bruguera, Querini ha conseguido imprimir su sello personal a Lumen a la vez que mantener el legado de Tusquets. Hoy día, es uno de los sellos de referencia dentro del campo literario español, un sello donde la literatura del siglo XX tiene un lugar de privilegio a la hora de compartir espacio con nuevas voces literarias. Querini destaca además que busca miradas femeninas.

Como otras veces en esta serie de entrevistas a editores, empiezo preguntándote cómo definirías a la editorial Lumen.

Lumen es una editorial que cuida especialmente la mirada femenina hacia el mundo y esto es tanto como decir que buscamos textos, sobre todo en ficción, que se preocupen por las cosas cotidianas, que se preocupen más por las emociones que por las grandes declaraciones épicas y que tengan cierta compasión hacia el género humano. Cuando hablo de mirada femenina no relaciono esta mirada con el sexo de quien escribe.

Es decir, una cosa es la literatura femenina y otra distinta la literatura escrita por mujeres…

Justo. Hay miradas femeninas que corresponden a autores hombres y puedo citarte como ejemplo a David Grossmann o Tolm Coibin, que son autores que tienen una mirada especialmente cargada de compasión hacia el ser humano. Y cuando hablo de compasión, hablo en el sentido ético y no religioso de la palabra: la compasión es la capacidad de saberse colocar en el lugar del otro, es comprender en el sentido más amplio de la palabra. Y si de muestra sirve un botón: cuando yo leí la vida entera de David Grossmann, yo que nunca he tenido hijos, me sentí madre; pude sentirme madre gracias a Grossmann, a quien estaré agradecida por esto toda mi vida. El mismo sentimiento de compasión que viví gracias a Grossmann, lo viví y lo vivo con Coibin y con Munro.

Lumen, sin embargo, va más allá de una propuesta de mirada femenina.

Lumen se preocupa, ante todo, de conservar una tradición que ha heredado –véase Juan Marsé, Umberto Eco…-, pero cuando buscamos voces nuevas para añadir al catálogo buscamos esa mirada compasiva hacia el género humano. Y este interés que se refleja en la ficción se complementa en el catálogo con ensayos importantes relacionados con aspectos literarios, como pueden ser los ensayos de Auden o Woolf, y con una parte más juvenil y más ligera que tiene que ver con lo gráfico, véase Agustina Guerrero, Moderna de Pueblo… Autoras que nos permiten acercarnos a un público más joven.

Para el lector que se acerca a Agustina Guerrero, ¿este es un primer paso para luego interesarse por obras de más calado?

No en todos los casos. Yo lo desearía y me gustaría decirte que los lectores empiezan por los cómics y terminan con Virginia Woolf, pero no es necesariamente así. Yo cuando pienso en Lumen suelo pensar en un solo lector en diferentes momentos de su día y de su vida; esto es, si tú quieres, presuntuoso por mi parte, puede que sea más un deseo que una realidad, pero yo puedo pensar perfectamente en alguien que está leyendo Elsa Morante una tarde de invierno sentada en un sillón, pero que cuando tiene que ir a la playa se lleva algo más ligero, como puede ser Agustina Guerrero.

En este sentido, tienes en mente un lector que pueda pasar indistintamente desde la más elevada literatura hasta textos y obras más ligeras.

Cuando hablamos de ligero tenemos que cuidar esta palabra, porque por ligero yo no entiendo algo que se quede parado en el tópico: procuramos que cualquier libro de Lumen no sea un libro que se quede dando vueltas a los estereotipos, queremos que los coja y les dé la vuelta. Queremos que en los libros haya una propuesta y un juego para el lector y, por esto, cuando pienso en el lector de Lumen pienso en una sola persona en distintos momentos del día. Y esa misma persona tiene siempre su misma pasión por la lectura, solo que a veces está sentada a la sombra con una cerveza y a veces está sentada en un sillón.

Lo que cambia no es el lector, sino el contexto de la lectura…

Cambia el contexto y de acuerdo con el contexto una misma persona puede estar leyendo los cuentos de Dorothy Parker o Mentira y sortilegio, de Elsa Morante, libro que no conviene llevar a la playa.

Este lector heteróclito, ¿eres tú?

¿Por qué no? Soy yo, pero también soy yo cuando tenía 40 años, y también podría ser la hija que quisiera tener y no tengo o la hermana que quisiera tener y no tengo, y también es la madre que tengo y que está releyendo por tercera vez a Elena Ferrante. Es decir, el lector en el que pienso soy yo y a la vez es un perfil de lector que el editor va incorporando como ADN de su propio sello.

Imagino que esta construcción del lector es fruto de toda tu trayectoria, desde Bruguera hasta Lumen.

Es el resultado de una trayectoria de más de 35 años. Si no tienes dibujado en tu mente el perfil de tu lector o de tu lectora, no hay manera de cribar todo el material que te llega; aun a riesgo de equivocarnos, creo que es conveniente para todo editor tener más o menos claro qué tipo de lector puede querer leer aquello que proponemos.

Hablando de criba, definías al editor como un gestor de talentos, poniendo así de relieve la necesidad de compatibilizar lo literario con lo empresarial.

Hay algo que tarde o temprano siempre acaba revelándose en el mundo editorial y es que, si la cuenta económica no te acompaña, y no me refiero libro a libro, sino a una cuenta económica global, lo más probable es que cierren la editorial y, por tanto, ya no hay ni libros ni editorial. No hay que olvidar que una editorial es, para empezar, un negocio en el que alguien ha invertido su dinero para que dé sus frutos. Y además, me parece muy razonable y lícito que tanto los autores como los editores nos ganemos la vida con lo que hacemos; lo que sería extravagante es que una persona dedicara 20 horas diarias a una profesión y, encima, perdiera dinero; esto sería absurdo.

En la locución de “gestor de talentos” podemos hacer énfasis en la idea de gestor, pero también en la idea de talento.

Efectivamente.

Me lleva a pensar que lo no talentoso no interesa a Silvia Querini, pero ¿qué es para ti algo talentoso?

Desde luego. Ante todo, lo que no es talentoso no me interesa y, posteriormente, hay que tener en cuenta que aquello que podría tener talento para otro sello, a lo mejor no encaja en Lumen. Por lo tanto, cuando estamos hablando de talento hablamos de materiales que encajan bien a partir de lo que el propio sello exige. Para decirlo en pocas palabras: para Lumen lo talentoso son textos que pueden resultar de interés para ese lector que yo tengo en mente cuando trabajo. Entonces, si me entregan un texto espléndido que habla, pongamos por caso, de caballeros medievales, a menos que detrás no haya una firma importantísima capaz de convertir una historia de caballeros medievales en una maravilla, lo más probable es que yo desde Lumen no pueda hacer nada con dicho material. No lo juzgo, sino que digo que no lo puedo asumir dentro de Lumen y, por tanto, lo paso a una colega que lo pueda asumir en su catálogo.

Deduzco que la coherencia del catálogo es fundamental.

El catálogo es la firma del editor; tiene que mostrarse como si fuera la obra del editor. Los editores, por suerte, no escribimos, leemos mucho, pero no escribimos, y nuestro catálogo es nuestra obra. No es baladí ni ocasional el hecho de que Natalia Ginzburg esté junto a Elsa Morante y que estas dos autoras nos lleven a autores italianos más jóvenes; en el catálogo de Lumen hay todo un recorrido que tú como editora y desde tu mesa de despacho quieres poner en valor. Elena Ferrante no está en Lumen por casualidad, está en Lumen porque está Elsa Morante detrás.

Se establece así un diálogo entre los distintos autores que componen el catálogo.

Exactamente, y todos los autores juntos van hilando una tradición que creo que puede resultar interesante, pero no interesante solo para Silvia Querini, sino para el lector que yo tengo en mente.

Y es una manera de decirle al lector que si le ha gustado Ferrante le gustará Morante, aunque no la conozcas.

Claro, y esto es lo que hacemos cuando publicamos nuestros libros. Si te fijas, en la solapa, el lector siempre encuentra un listado de libros recomendados, listado que tiene que ver con el título que el lector tiene en sus manos, respondiendo así a la filosofía de continuidad que define el catálogo de Lumen.

Hablando de continuidad, ¿cómo te enfrentaste al legado de Esther Tusquets y cuánto hay en Lumen de ese legado?

Yo sentí desde el primer momento mucho respeto por lo que había hecho Esther Tusquets y, además, le tenía mucho cariño. Cuando me entregaron el sello, lo primero que hice fue ver cómo estaba construida la casa, porque un sello, finalmente, es una casa, para así ver por dónde seguir construyendo el proyecto Lumen sin traicionar lo que había y, al mismo tiempo, añadiendo valores nuevos. Lo hice desde el respeto y desde la profesionalidad, pues yo llevaba desde los 25 años trabajando en el mundo editorial. Recuerdo que uno de los primeros títulos que propuse fue Mujercitas, le envié un ejemplar a Esther y conservo la carta de agradecimiento que me envió, una carta que me acompaña siempre y que releo en los momentos de indecisión y duda.

Acabáis de publicar la poesía de Barral, hace unos meses publicasteis los diarios de Gil de Biedma, ¿hay una voluntad de recuperar la literatura de los 50, quizás algo olvidada?

La idea es poner en valor el trabajo que se fue haciendo a lo largo de ese maravilloso siglo que fue el siglo XX y que vosotros los jóvenes os habéis en parte perdido. Y, evidentemente, cuando hablo del maravilloso siglo XX no estoy pensando en las dos grandes guerras que transformaron nuestras familias; pienso en el importantísimo trabajo que se hizo entre guerras y, más tarde, a partir de los años 50, un trabajo que vale la pena volver a poner en valor. Creo que en el siglo XX se pensó mucho y se pensó bien, y creo que mucho de lo que se hizo en aquellos años puede sernos útil ahora.

¿Fue el furor por la modernidad lo que nos hizo olvidar aquellas generaciones de autores?

Había mucho nuevo por probar y, en concreto, en los años 90 fue cuando se empezó a imponer la prisa por saborearlo todo y por saborearlo de una manera compacta e inmediata. Esa inmediatez hizo que se olvidaran figuras de los años 50 y 60, un olvido que no solo se produjo en España, sino creo que todo Occidente fue víctima de ese olvido. Ahora, piano piano, como diríamos en italiano, vamos re-proponiendo autores y textos de aquellos años olvidados; obviamente, no todo lo que se hizo entonces merece ser recuperado, no hay que mitificar aquella época, pero sí hay que tener en cuenta que hay firmas que sí merecen ser puestas nuevamente a la luz, dando así a los autores una nueva vida. El hecho, además, de que las novelas de Natalia Ginzburg lleven un prólogo de Elena Medel no es baladí; yo lo que quería era buscar una persona joven que se acercara a la autora italiana y que hiciera de puente para que la gente joven descubriera a Ginzburg y, además, la descubriera de la mano de una autora joven como es Elena Medel.

Propones así un catálogo basado en la atemporalidad.

Propongo en el catálogo atemporalidad teñida de actualidad.

La actualidad de ciertos autores que consideramos pretéritos solo por prejuicio.

Justo. Por esto te decía que más que hablar de atemporalidad hay que hablar de actualidad; no se trata de grandes firmas atemporales de la historia de la literatura, sino de firmas perfectamente actuales para nosotros. Lo que te cuenta Natalia Ginzburg de la situación de la mujer sirve perfectamente para funcionar hoy y te descubre rincones que, a lo mejor, por la prisa o por la urgencia de las emociones y de las acciones, la gente olvida o, peor aún, da como nuevos. Ginzburg nos muestra cómo cosas que creemos nuevas ya habían sido pensadas y puestas en palabras muchos años antes.

¿El feminismo de hoy nada tiene que envidiar al de aquellas mujeres como Ginzburg, cuya independencia y autonomía de pensamiento es de referencia?

No sé si eran más independientes, porque jugamos con la perversión del lenguaje y del término independiente. Antes hay que ponerse de acuerdo acerca de qué significa independiente. Dicho esto, si hablamos de feminismo, hay maneras de colocarse frente al mundo que muchas veces nos parecen novedosas y no lo son, sencillamente vienen de maestras que hemos olvidado o hemos querido olvidar, maestras que, sin embargo, están ahí y quizás re-proponerlas valga la pena, ante todo, para colocar bajo una luz más modesta lo que ahora nos parece nuevo. Tenemos un pasado y este pasado cuenta para bien, no solo para mal.

¿Percibes una distinta recepción entre los lectores de autoras como Ginzburg y de autoras más conocidas o actuales?

En este país lo que se denomina lector fuerte, es decir, una persona que compra por lo menos un libro al mes, es tan reducido que casi no se distinguen matices. Quiero decir: yo puedo vender lo mismo de Natalia Ginzburg que de la próxima novela de Lara Moreno o Berta Vías. ¿Por qué? Porque el lector fuerte es la base muy exigua de una pirámide invertida que se va abriendo hacia arriba y cuyos espacios están ocupados por otras fórmulas de ocio, espacios que quisiéramos conquistar para nosotros, pero no podemos. Una fórmula de ocio de las que te hablo sería ver series espléndidas de televisión de la HBO: la persona que está viendo Masters of sex, que es espléndida, no está leyendo; la persona que se está comunicando y está comunicando cosas muy interesantes vía Facebook, mientras escribe no está leyendo. Lo que vemos es cómo poco a poco nos van quitando espacio de atención que quizás antes estaban dedicados a la lectura, motivo por el cual te puedo decir que Natalia Ginzburg vende muy poco, pero también venden poco las nuevas voces. No hay mucho por donde moverse. Para que Elena Ferrante empezara a funcionar, yo he tenido que esperar cinco años, pues solo empezó a moverse cuando desde Estados Unidos llegó la fiebre Ferrante.

¿El impulso de Estados Unidos en cuanto a gusto o modas literarias es esencial?

Todo el mundo anglosajón es el gran prescriptor de principios del siglo XXI, tanto como París podía serlo a principios del XX; ahora París ha sido sustituido por Londres, Nueva York o Seattle. La fiebre Ferrante nació en Nueva York y nosotros, en Lumen, llevábamos cinco años publicando; la autora Lauren Groof, que el pasado sábado ha tenido cuatro páginas en el Culturas de La Vanguardia con En manos de las furias, una novela espléndida, ha llamado la atención de los periodistas porque su novela fue la elegida por Obama como la mejor de 2015. Esto nos indica que estos mecanismos de prescripción que nos llegan de los lugares donde nacen las tendencias sirven para la repercusión.

Entonces, ¿la idea de prescriptor en España es exigua?

Dejando de lado todo el mecanismo de las redes, que yo creo que cada vez es más fuerte, yo sigo creyendo y de una manera muy convencida en la palabra del librero. Pero también te digo que para que un librero se fije en un libro es importante que en el Culturas de La Vanguardia le dediquen cuatro páginas; por lo tanto, es un círculo que se retroalimenta a partir del interés. Estoy convencida de que todos estos tips de prescripción son realmente útiles y, además, como no son falsos, ¿por qué no utilizarlos?

¿El ejemplo de Ferrante demuestra tu carácter como editora, es decir, de alguien que apuesta por un autor porque cree en él aunque el éxito del libro tarde en llegar?

Como siempre, hay que ser sensatos. Sería hermoso que yo te dijera que aposté por Ferrante a largo plazo pensando que un día u otro triunfaría, pero yo aposté porque vi que el material que tenía entre manos, material que me habían pasado los editores de Ferrante en Roma, merecía. Sandro Ferri, que es el editor de Elena Ferrante en Italia, me dijo que si buscaba la heredera de Elsa Morante, la encontraría en Ferrante; cogí los textos, no la saga de Las dos amigas, sino los textos anteriores, y vi de inmediato que aquel material era para Lumen, que aquellos textos podían gustar a mis lectores. Cuando, entonces, empiezo las negociaciones y el proceso de publicación, no espero que el libro tarde cinco años en triunfar, sino que triunfe mucho antes. Lo que sucede es que la realidad, muy a menudo, no acompaña y algunas veces te quedas enterrando hermosos cadáveres.

En una entrevista decías que un libro, para funcionar, debía funcionar en las primeras dos semanas de su publicación.

Quizá decir que el libro debe funcionar en las primeras dos semanas es algo exagerado, pero te puedo decir que si en un mes la novedad, siempre y cuando no se esté hablando de autores marca, no ha producido el ruido suficiente para que el librero vea que aquello se está moviendo, lo más probable es que acabe convirtiéndose en un hermoso cadáver en un almacén. Y, repito, no hablo de autores marca: si el libro de Juan Marsé tarda en funcionar, el librero no lo devolverá porque es Juan Marsé. Me refiero a voces nuevas, autores no conocidos. Con esto te quiero decir que hay libros que duran menos en las librerías de lo que duran ciertas revistas en un quiosco, teniendo tras de sí tres años de trabajo.

Hay también una cuestión de ‘tempo’: ¿la rapidez de publicación y el número de novedades no acortan la vida de los libros?

Desde luego… La oferta es abundante y los lectores escasos. Pero para existir en una mesa de novedades de una librería, hay que mantener cierto ritmo de publicación. De lo contrario, corremos el riesgo de desaparecer.

Esto hace pensar que, en relación a otros países, como Francia, aquí se escribe y se publica mucho, pero se lee y se compra poco.

En Francia se lee sobre todo lo francés, pero hay un cuerpo de lector fuerte que aguanta bien y hace que los engranajes sigan funcionando. En España, no se ha producido todavía ese clic que a mí me parece lo más importante para que las cosas funcionen: me refiero a que la gente coloque la lectura del lado del placer y no del lado del deber. Esto es fundamental.

En el sistema educativo, de hecho, la lectura se presenta como una tarea obligatoria.

El mismo hecho de hablar de “lecturas obligatorias” imprime carácter. La lectura nunca puede ser obligatoria, pues desde el momento en que la defines como obligatoria la sitúas al lado del deber y esto es permeable, se instala en la mente de la persona como modus operandi. ¿Verdad que no hay futbolín obligatorio? Y, junto a esto, la otra gran falacia que existe es que los libros son caros. Los libros no son caros. Una buena novela dura más, cuesta menos y da más placer que una cena mediocre en cualquier restaurante de postín.

Aquí hay dos temas: la idea de la cultura como algo prescindible y la idea, relacionada con la piratería, de que la actividad artística/creadora no merece ser pagada.

Piensa que quien piratea, y hablo exclusivamente del pirateo de libros, normalmente piratea por acumulación y no por leer. Es decir, se trata de personas que quieren poseer material aunque no lo usen y, por lo tanto, no toda persona que piratea un texto luego lo va a disfrutar. Se piratea, en la mayoría de los casos, por puro espíritu de acumulación y esto duele mucho porque no se trata solo del trabajo de los editores, sino del trabajo de los autores, hacia el cual no se tiene ningún respeto.

Esto refleja una mentalidad que considera la cultura como un no valor.

En todo caso como un valor accesorio. Piensa que, por ejemplo, el fútbol podría ser un valor accesorio y, sin embargo, está en la mente del 70% de la población occidental. Y quieras que no, el fútbol es un valor accesorio, no te da de comer cada día, pero está del lado del placer y, por lo tanto, la gente se apunta a este entretenimiento. No pasa lo mismo con la lectura.

No crees que se debe que la lectura y la cultura en general tienen un carácter crítico y, por lo tanto, molesto para el poder, mientras que el fútbol es entrenamiento, incluso alienación.

Cierto, pero leer una buena novela de acción puede ser igual de entretenido que ver un partido de fútbol y, sin embargo, no se considera como entretenimiento y se prefiere mirar el fútbol. Es decir, ese no leer no solo está copando la parte más literaria, sino que es la lectura de por sí que no está del lado del placer. Entre otras cosas, y esto hay que reconocerlo, la lectura es un placer, un vicio solitario; yo no puedo leer con…, pero sí puedo ver el fútbol con…, puedo ver una serie de televisión con… La lectura es algo personal y, en general, en la parte sur de Europa, la parte mediterránea, las cosas disfrutadas en solitario no tienen demasiado éxito. Y, en este sentido, poco podemos hacer los autores y los editores.

Porque el problema es de fondo, es sociológico, cultural, económico…

Cierto. Por tanto, la idea es que incorporemos la lectura como un placer solitario, al igual que el Candy Crash, por poner un ejemplo, y uno de los primeros pasos que tendríamos que dar para incorporar la lectura a la vida cotidiana es intentar que los libros estén donde está la gente. Con esto quiero decir: cada vez que entro a Ikea y veo todas esas estanterías vacías me da algo…

Basta observar las revistas de decoración: las casas ideales son siempre casas sin libros.

Fíjate tú si todos los editores consiguiéramos llenar de libros todas las estanterías de Ikea, pero no para venderlos allí, sino para que la gente viera los libros como un elemento esencial de la casa, para que la gente pudiera codearse con los libros y después los pidiera en las librerías. Resumiendo: hay que salir a buscar a los lectores, hay que poner los libros donde está la gente, no esperar que la gente vaya donde están los libros.

Y, por tanto, ¿fiestas puntales como Sant Jordi no bastan?

No basta con Sant Jordi, tiene que ser algo cotidiano. El libro tiene que incorporarse como un objeto de placer más en la vida cotidiana de la gente, porque tú sabes como yo sé que leer puede ser un extraordinario placer. Y esto es así, no estamos mintiendo: leer puede ser un enorme placer. Pero hay que descubrirlo…

Respecto al futuro del libro y la lectura, ¿cuál es tu mirada?

Francamente, yo prefiero hablar de un futuro a corto plazo. Veo que el lector fuerte vuelve a disfrutar del libro también como objeto y, por lo tanto, intento tener con mis libros un cuidado especial en las cubiertas, en las ilustraciones… Y a medio plazo creo que convivirán el papel con el soporte digital, no pienso que habrá una sustitución de uno por otro; ambos formatos formarán parte de momentos y contextos distintos de lectura. Y lo que espero es que las casas vuelvan a llenarse de libros hermosos como sucedía cuando yo tenía veinte y pocos años; ahora mismo no veo en las casas ni discos ni libros, puesto que todo está en el ordenador. Entras en casa de alguien que no conoces previamente y no sabes bien quién es esa persona; antes, en cambio, entrabas en una casa, echabas un vistazo a las estanterías y de inmediato sabías con quien ibas a cenar aquella noche…

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Comentarios

  • Alex Mene

    Por Alex Mene, el 02 junio 2016

    Buena entrevista.

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