Sin miedo desde Botsuana
EL PERIODISTA RAFA RUIZ, EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE, INAUGURA CON ESTE POST SU SECCIÓN VENTANA VERDE EN ESTA REVISTA: UN SAFARI FOTOGRÁFICO AL CORAZÓN DE ÁFRICA DEL QUE EXTRAE REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS DE VALORES Y LA ECOLOGÍA.
RAFA RUIZ (TEXTO Y FOTOS)
«Cuando vamos a la selva hablamos con ese árbol y le contamos nuestros problemas. También le pedimos permiso para cortar una rama o la corteza, y le contamos por qué nos llevamos la corteza, por qué la cortamos. Hay que contárselo al árbol. Aquí todas las tribus tienen totems, y ese tótem para ellos es tabú. No pueden matar ni hacer daño a su tótem. No pueden cazarlo. Puede ser un cocodrilo, un loro, un mono, cualquier cosa». Esto escribe el Nobel de Literatura V. S. Naipaul en La máscara de África. Y eso es lo que pude comprobar que se cumple en Botsuana, uno de los miembros, junto a otros como Islandia y Costa Rica, de ese muy reducido grupo de países que veneran y respetan su naturaleza y apuestan por ella como guía de su desarrollo.
Allí, al sur de África, en un territorio algo mayor que España pero con una población de solo dos millones de habitantes, cada familia tiene su sereto. Sereto, que no secreto; que quiere decir su tótem, su animal que da nombre a esa familia, como si fuera un apellido; un tótem que consideran sagrado, como un dios o una diosa, y que les sirve de vínculo con la naturaleza. Así, familia a familia, generación tras generación, ese sistema, recogido en un cuento oral, ha servido para construir una actitud nacional, una manera de relacionarse con el planeta, con la tradición, con la cultura, con la historia y con el futuro. Y así Botsuana -que a los españoles nos suena por ser el lugar donde el Rey acudió en primavera a la caza del elefante, actividad que ha prohibido hace unas semanas, pero que es mucho más, y que por supuesto ahora mismo siente mayor respeto por sus hábitats que España, que continúa imparable en su proceso de destrucción del paisaje, especialmente en la línea de costa- se ha convertido en un destino primordial para el turismo de naturaleza, en puntos como el delta del Okavango, el parque nacional de Chobe y la Reserva de Savuti. Allí, al sur de África, han conseguido doblar la población de elefantes en las dos últimas décadas, hasta superar ya los 200.000; y a la región de Savuti llegan paquidermos en largas emigraciones desde Zambia.
España no es Uganda, como dice Mariano Rajoy. Pero desde luego, tampoco es Botsuana. Y sirvan estas imágenes desde allí, de garzas y águilas pescadoras, de jirafas y leopardos, desde la sabana y desde ese extraño delta interior -de un río que no desemboca en el mar, sino que se despliega en resecas tierras como si fuera la palma extendida de una mano-, como primera bocanada de aire fresco en esta Ventana Verde, como primera etapa de este viaje semanal por otra manera de entender el mundo, por una cultura sostenible, por un cambio de actitud, que ahora más que nunca, en esta crisis, es preciso reivindicar. Sirva como declaración de principios desde la humildad y orgullo del sur más al sur.
Porque la crisis económica es dura, muy dura, pero la crisis de valores es aún peor, cuesta aún más remontarla; y solo desde un planteamiento de sostenibilidad, lealtad con nosotros y nuestro entorno, podremos buscar un futuro; algo que desde el poder en España sigue sin entenderse, pues como únicas salidas aún ven la construcción de casinos y la venta de casas a rusos y chinos. Introduzcamos un tótem en nuestras vidas, desde aquí y desde ya.
Otro gran viajero y escritor del continente africano, Javier Reverte, nos aporta la otra guía para emprender este camino: «El problema de la gente en Europa es que tiene miedo, miedo de todo, y se refugia en sí misma y se hace individualista. El miedo produce egoísmo, y el egoísmo nos hace enemigos de los otros, incluso de los seres que amamos».
Con un sereto en la mano y en el corazón -Graham Greene escribió en alguna ocasión que el continente africano tiene forma de corazón humano-, seamos, comportémonos, verdes y sin miedo.
Comentarios
Por antoine, el 13 diciembre 2012
Deliciosa utopía, que por suerte en algunos paises africanos y en otros pequeños mundos aún se dan, ojala durara siempre ese «pequeño encanto de la burguesia animal».. ojalá vieramos correr «gazelas de felicidad» por nuestros montes, recogieramos la fruta madura con que nos obsequian nuestros arboles y los tiburones de wall street solo fueran una clase de escualos que nadaran en todos los mares de nuestro planeta.
Pero va a ser que nó.
sólo nos queda soñar?
me niego a ello.
Luchar por los pequeños totem que aún nos quedan en nuestros cada vez mas reducidos valles, de arboles enfermos, que luchan por filtrar el aire de polución que llega de nuestras ciudades.
contribuir por el medio ambiente, por «nuestro» medio ambiente es tambien contribuir en gran medida a preservar en la distancia esos «arco iris de la naturaleza» en esos paraisos de nombres extraños.