Sol Escobar, ‘la dama oscura de la música’: “La vida imperfecta ayuda mucho al arte”

La cantautora Sol Escobar. Foto: B. G.

La cantautora Sol Escobar. Foto: B. G.

La cantautora Sol Escobar. Foto: B. G.

La cantautora Sol Escobar. Foto: B. G.

“Gracias”, se dirige Sol Escobar al público tras recibir su ovación. “Porque es muy dura la vida del músico”, se sincera ante la grancanaria plaza Santa Catalina, atestada en su concierto durante el reciente festival Womad. Sin embargo, esa es la vida que ha escogido esta mujer de talentos diversos, actriz, productora y cantautora, colombiana de 42 años, residente en Barcelona desde hace dos y medio, y que anda presentando su nuevo y ecléctico disco, ‘La dama oscura’.

“Yo creo que el músico y el artista”, reflexiona después del concierto, “tienen caminos un poco diferentes. La labor del músico es la parte técnica, la correspondencia entre la creación y lo que es posible hacer. La del artista es romper, generar la catarsis, olvidarse de lo que la gente pueda pensar; es provocar y provocarse para poder hacer una obra nueva. Entre esas dos disciplinas me la paso”.

En realidad, matiza, las disciplinas son tres. “Como todo el mundo, me toca hacer millones de cosas: imparto clases de canto, soy vocalista de sesión; también tuve que aprender guitarra para ganarme la vida… Entre todo ello se van balanceando lo real, la ficción y lo práctico. Tengo una carrera que tengo que cuidar como una planta a la que hay que echar agua. Y también tengo que ayudar a mi padre en Colombia. Son cosas difíciles de manejar, porque una es el polo a tierra y el otro el polo al universo. Es la parte más compleja que me ha puesto la vida. Pero la vida imperfecta ayuda mucho al arte. Hay que comer mucho arroz con lentejas para lograr lo que tú quieres”.

Anasol Escobar, nacida en Buenos Aires y criada en Colombia antes de establecerse por aquí, gozó de una formación artística en Cali, Florida y Madrid (aquí estudió guión de televisión y cine), que materializó en una carrera con arranque en la danza, continuidad en los musicales, éxito en las telenovelas y eclosión en una atípica discografía dividida en una primera fase como ídolo pop ultracomercial y otra, la actual, mucho más autoral.

“Bien, me llevo bien con mi versión anterior”, explica. “Antes sufría más, ahora me río; veo un gran cambio sin juzgarlo y pienso que he aprendido mucho. Hay otro momento ahora y no me cerraría las puertas ante hacer un guiño al pop o hacer una mezcla con música electrónica. En este momento intento no tener prejuicios hacia nada, ya sea hacia cantar rancheras, meter letras en francés o cantar en inglés aquí en el Womad, un festival que busca fuera del discurso anglosajón. Son pequeños actos de rebeldía que me permiten tener frescura, crear y sentir emoción por esa conquista del momento”.

Las dinámicas del arte son más libres en Colombia, considera. “La ventaja de vivir en un mundo en vías de desarrollo donde todavía no hay tantas reglas es que tú puedes ser mucho más anárquico, todo está por hacer y puedes ser pionero; ahí las mezclas se dan de manera natural. Aquí, en España y en Europa, es mucho más complicado porque todo está conquistado por las grandes marcas; es un mundo más cuadriculado y predecible que te obliga a una definición de quien eres y lo que haces. En Colombia no pasa eso: se entremezclan las disciplinas, las personas y no hay tanta división. A veces extraño esa parte anárquica para poder ser más creativa”. Lo que también ve aquí, contrapesa la cantante, “es mucha más tranquilidad, una red social mucho más fuerte y sólida, y un hedonismo que también ayuda. Unas cosas por otras; de los dos mundos me puedo nutrir”.

La cantante está presentando su cuarto y último disco, una sólida propuesta de canción latinoamericana (con especial dedicación a la ranchera), músicas anglosajonas (del rock al blues) y un seductor toque cinematográfico marcado por las guitarras, las trompetas fronterizas y la sombra de Chavela Vargas reencarnada en su poderosa garganta, aterciopelada o rugosa según el verso de cada canción.

“La dama oscura (La Cúpula, 2018) aparece en los barrios oscuros de Bogotá, Londres, Nueva York, Barcelona… En cualquier lugar donde llueve mucho y esté oscuro, esa dama sale. Carece de ventanas, aunque las voy encontrando en mi interior. También aparece en los escenarios muy fastuosos. Tiene una dualidad, una parte muy lumpen, como Una novelita lumpen de Roberto Bolaño. Es muy Sin City. Muy David Lynch”.

Y cuenta esta historia: “Una vez me tocó ir a salvar a mi padre, que tiene una propiedad allá en Colombia que, por su descuido, le fueron conquistando personas que estaban muy mal de la cabeza. Tuve que ponerme los guantes y ponerme manos a la obra para echar a esa gente. Me llegaron a amenazar de que me iban a descuartizar. Esta historia de un hombre zafado de la cabeza al que me toca rescatar es un pedazo de La dama oscura. Y otro es esta mujer fantasiosa, un poco vampiresa, que está en un castillo en ruinas con una bata violeta pensando en sus otras vidas… Es el personaje de la ficción versus el personaje de la realidad al que le tocó ser una especie de Juana de Arco para defender a su papá de los leones, los monstruos y los fantasmas, y de todo lo que estaba pasando en ese lugar”.

Así nació la primera canción, Disparo: ”Fue mi manera de fugarme de algo muy denso y muy fuerte. Y salió en forma de ranchera, un lenguaje muy popular”.Su lenguaje se forma, cuenta, con materiales de muchas fuentes. “En literatura me encanta Amelie Nothomb. Disfruto mucho más de sus novelas cortas que me acercan mucho a Japón, cultura que me interesa por la concreción y por ser muy limpia, de pocos elementos, pero al mismo tiempo muy sardónica, con sentido del humor; más de eso que de una novela larga más convencional de Vargas Llosa [ella protagonizó en teatro la adaptación de Pantaleón y las visitadoras]”. En música los referentes van cambiando: “Soy casi milenial. Tengo muchos playlists: de Nicolas Jaar a B. B. King. De James Blake a MGMT. De Tori Amos a José Alfredo Jiménez. De él me contagié de esa parte tan revolucionaria de la música que fue utilizada al principio de la revolución mexicana: era la manera de hacer homenaje a sus héroes y al mismo tiempo transmitir los mensajes de revolución que necesitaban trasladar al pueblo”.

No quedan fuera los registros teatrales: “En ese campo me interesa mucho Bob Wilson, me inspira mucho visualmente”. Aunque en este momento ella se define sobre todo como cantautora, no desdeña la posibilidad de hacer un montaje con un monólogo en teatro. “De hecho tengo un concierto el 30 de noviembre en la Sala Hiroshima de Barcelona donde montaré algo más teatral. De momento, la parte dramática la he trasladado a la música, esa cosa como lamentosa que tiene la música, muy visceral. Y la parte expresiva la he trasladado a la voz. Esa es la meta: compatibilizar las dos cosas”.

¿Y más adelante? “Quiero hacer el próximo disco, La dama oscura 2. Quiero hacer una trilogía. Me gustaría trasladarme de México a otro país, no voy a decir cuál. Quiero dejar descansar la ranchera e ir a otro territorio”.

Sol Escobar actúa el 30 de noviembre en la Sala Hiroshima de Barcelona.

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