Sophie Calle: el voyeurismo hecho arte
El Centre Pompidou Málaga acoge hasta el 17 de abril una exposición de la original artista conceptual Sophie Calle (París, 1953), en la que el visitante puede ver las obras más significativas que han forjado su trayectoria a lo largo de casi cuatro décadas. La intimidad, el amor, el desamor, el dolor y la ausencia, temas principales de Calle, protagonizan esta muestra en la capital malagueña, una ciudad volcada con la cultura y el arte.
La noche del 5 al 6 de octubre de 2002, la artista francesa Sophie Calle la pasó a 309 metros de altura. Allí, en lo más alto de la Torre Eiffel, improvisó una especie de habitación de hotel con vistas y se tumbó en una cama con sábanas blancas. Por el colchón fueron pasando desconocidos que tenían una sola misión: contarle una historia para que ella no se durmiera. Tenían solo cinco minutos. Eso sí, si la historia era emocionante, si la historia era especialmente buena, podían estar más tiempo a su lado.
“Si me había dormido con el relato, debían retirarse discretamente y pedir al vigilante que me despertase… Fueron centenares. Hay noches indescriptibles. Bajé al amanecer. Un mensaje parpadeaba en cada pilar: “Sophie Calle, fin de la noche en blanco, 07:00 h. Fue como la confirmación de que no había sido un sueño”, explica la videoartista, que se fotografió aquella madrugada apoyando la cabeza sobre un cojín y con París de fondo.
Esa imagen, Room with a wiew, es la que ilustra y abre la exposición temporal dedicada a Calle en el Centre Pompidou de Málaga, una muestra sobre la intimidad, la ausencia, el amor, el desamor, el dolor y el tiempo que puede visitarse hasta el 17 de abril y que recoge obras que la fotógrafa conceptual ha ido desarrollando durante casi cuatro décadas de original trayectoria.
Dividida en tres partes, la exposición se inicia con Le Mari (El Marido) y con la imagen Les Autobiographies (Las Autobiografías), fechada en 1995, y en la que la artista comienza a relatar su historia con Greg Shephard, al que conoció en un bar neoyorkino en diciembre en 1989 y que se ofreció a alojarla. Le dio una dirección y unas llaves y desapareció. Ella pasó sola la noche en su cama. Un tiempo después, ya en París, lo llamó para darle las gracias. Greg le propuso verse el 20 de enero de 1990 en el aeropuerto de Orly a las nueve de la mañana. Pero no fue. Casi un año después, en enero de 1991, Sophie Calle recibió una llamada: “Soy Greg Shephard, estoy en Orly con un año de retraso. ¿Le apetece verme?”.
El hotel de la voyeur
Los hoteles son un pretexto para escapar. Para huir de la vida ordinaria, de la seguridad y las certezas de los lugares comunes. Para alejarse de los que quieren acapararnos, vampirizar nuestro tiempo libre. Los hoteles tienen su erótica y nos alejan de las caras y los muebles de siempre, de los apegos y la mano que consuela. En los hoteles se ama, se llora, se ríe, se come, se bebe, se espía, se muere…
A uno de ellos, en Venecia, se fue Sophie Calle en febrero de 1981, donde comenzó a trabajar como camarera de piso. En lugar de llevar una vida laboral aburrida, la artista dedicó su tiempo a ejercer de voyeur, como Gerald Foos, aquel hombre de Colorado (EE UU) que, a comienzos de los ochenta, escribió una carta al periodista Gay Talese en la que le señalaba que había comprado un motel para satisfacer sus deseos de mirar a escondidas la vida íntima de los otros.
Durante tres semanas, Calle espió el sueño y la intimidad de los clientes que pasaban por el hotel y fotografió sus objetos personales. “Observaba con detalle unas vidas que me eran ajenas”, dice la artista. Este morboso espionaje hotelero (L´Hotel –El hotel–, 1981-1983), este voyeurismo queda recogido en diferentes imágenes en color y en blanco y negro comentadas por la artista y en las que el visitante se adentra en la vida de una serie de huéspedes que, sin saberlo y a través de sus objetos, revelan su forma de estar en el mundo.
El dolor
La exposición tiene también un espacio para el dolor, dividido en dos partes. En la primera de ellas, Douleur exquise (Dolor exquisito), Calle nos relata una ruptura sentimental vivida a comienzos de los ochenta y donde la artista dibuja un retrato íntimo muy doloroso. La segunda está dedicada a su gato Souris Calle. El visitante podrá escuchar en bucle las 40 canciones interpretadas por artistas como Bono, Laurie Anderson o Pharrell Williams, entre otros, y que rinden homenaje al felino difunto. Nada y nadie escapa a la mirada y a la originalidad de Calle, que hace siempre de lo íntimo una verdadera obra de arte.
‘Sophie Calle’. Centre Pompidou Málaga. Hasta el 17 de abril.
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