SOS océanos: cada semana comemos una tarjeta de crédito plástica

Una tortuga verde interesada en una bolsa de plástico en la Gran Barrera de Coral. Foto: Troy Mayne / WWF.

POR ISAAC VEGA / WWF ESPAÑA

Los océanos son el mayor ecosistema conocido. Es el lugar donde nació la vida hace 4.000 millones de años y que ahora estamos agotando y degradando, poniendo en riesgo nuestro futuro y el de todas las especies que viven y dependen de él. Algunos científicos estiman que podrían albergar hasta el 80% de la biodiversidad del planeta, en gran parte aún no conocida. Las amenazas son múltiples, y aquí las repasamos –desde la contaminación a la sobrepesca y el turismo depredador–, junto a las acciones puestas en marcha por WWF por la salud de lo azul del Planeta Azul. Un dato estremecedor entre todo el mar de problemas: la contaminación por microplásticos, que son consumidos por toda la cadena trófica marina y que, finalmente, ingeriremos nosotros al llevar a nuestra mesa pescados o mariscos: de hecho, cada semana comemos el equivalente a una tarjeta de crédito plástica.

Desde el espacio, nuestro planeta Tierra se ve como una brillante canica azul que debería llamarse planeta Agua. Es debido a que dos terceras partes de la superficie terrestre están cubiertas por agua, en su gran mayoría salada, que da vida y forma a 57 mares, como el Cantábrico o el Mediterráneo, y cinco océanos: Atlántico, Índico, Pacífico y los dos polares, el Antártico y el Ártico. El gran océano, junto a sus mares y orillas conforman un impresionante y enigmático laboratorio evolutivo, un inmenso refugio para muchas especies y un extraordinario y productivo almacén de recursos naturales, renovables pero finitos si son sobreexplotados, que no valoramos y no cuidamos ni conocemos bien. Zambúllete en sus aguas, descúbrelo y ayúdanos a conservarlo.

Sabemos más de la superficie de Marte que de lo que ocurre en la mayoría de fondos oceánicos, como la fosa de las Marianas (a casi 11 km bajo el nivel del mar, más profunda que la altura del monte Everest). Sin embargo, sin conocerlos ni prever impactos, se ha despertado el interés por explotar los recursos mineros en sus fondos marinos. Algo que no podemos permitir.

Por ello, desde hace tres años, en WWF promovemos una moratoria para protegerlos que ya ha sido respaldada por 29 países, entre ellos España (2022) y, el último, Perú. Pero Noruega ha anunciado que se desmarca del acuerdo y en breve comenzará a explotar sus fondos oceánicos poniendo en riesgo a comunidades muy vulnerables.

Foca monje hawaiana atrapada en unas redes. foto: Michael Pitts / WWF.

Foca monje hawaiana atrapada en unas redes. foto: Michael Pitts / WWF.

El mayor ecosistema, directo al abismo

Nuestros mares y océanos son mucho más que una balsa donde bañarse y disfrutar. También son los puertos donde amarran los barcos pesqueros que traen las capturas que vemos en las pescaderías. Son los ricos arrecifes coralinos de los que dependen cientos de especies y millones de personas o las frías aguas polares donde cazan las focas, morsas y osos polares o en las que pescan los pingüinos antárticos.

Además de su riqueza natural, los océanos juegan un papel fundamental en el mantenimiento de los ciclos del agua y el clima, suministran más de la mitad del oxígeno que respiramos y alimentos y medios de vida a miles de millones de personas. Más de 600 millones de personas dependen de la pesca como medio de subsistencia y una de cada 10 personas vive de la industria pesquera. Son uno de los grandes sumideros del CO2 que emitimos a la atmósfera y conservarlos es luchar contra la emergencia climática, la mayor amenaza para la vida en la Tierra.

A pesar de su magnitud e inmensidad, son frágiles y vulnerables. Durante milenios fueron una fuente inagotable de recursos naturales, alimentos y minerales. Pero ahora, nuestra codicia y desconocimiento los han puesto al límite y la mayoría de sus aguas están gravemente amenazadas por infinidad de amenazas.

Un mar de problemas

Sus principales amenazas son la contaminación por vertidos y plásticos, la alteración y degradación de la línea de costa debido a la proliferación de urbanizaciones y el crecimiento de núcleos de población, la creación de nuevos puertos o la ampliación de los existentes –como la proyectada en Valencia– o la creciente llegada de especies exóticas invasoras transportadas por el tráfico marítimo internacional y favorecidas por el aumento de temperaturas del cambio climático.

Sin olvidar el turismo masivo que colapsa muchas zonas costeras en crisis, como los archipiélagos balear y canario o todo el Mediterráneo, un mar casi cerrado y muy frágil sometido a demasiadas presiones: es el mar que más rápido se calienta del mundo, quedan muy pocas playas vírgenes y cada vez más turistas lo invaden a bordo de mastodónticos cruceros nada sostenibles. Ciudades flotantes que ahora llegan y ponen en peligro incluso santuarios de la Humanidad tan protegidos como la Antártida.

“El turismo masivo de grandes cruceros empieza a navegar y amenazar destinos paradisíacos prístinos y muy frágiles, como la Antártida, donde hay que poner más límites, ya que en un solo año se han duplicado las visitas”, explica José Luis G. Varas, responsable de Océanos de WWF España.

Entre tanta tormenta gris, de vez en cuando surgen pequeños arcoiris en forma de simbólicos logros frente al turismo masivo, como la reciente sentencia para derribar el hotel ilegal de Oliva Beach, un monumento a la corrupción urbanística construido sobre las preciosas Dunas de Corralejo (Fuerteventura).

La campaña de conservación, sensibilización y apoyo a la vigilancia que WWF desarrolla en el Parque Natural del Archipiélago Chinijo incluye la recogida de residuos. Fotografía tomada en la isla de La Graciosa. (Lanzarote). Foto: Isaac Vega / WWFEspaña.

La campaña de conservación, sensibilización y apoyo a la vigilancia que WWF desarrolla en el Parque Natural del Archipiélago Chinijo incluye la recogida de residuos. Fotografía tomada en la isla de La Graciosa. Foto: Isaac Vega / WWF España.

Basuras y plásticos: la amenaza fantasma

Tratamos nuestros mares y océanos como un gran basurero donde tirar todo tipo de residuos químicos y tóxicos, farmacéuticos, agrícolas (fertilizantes y pesticidas, solo hay que ver el Mar Menor) o plásticos.

Cada año nuestras costas, mares y océanos reciben 11 millones de toneladas de basura plástica: cada minuto vertemos el equivalente a un camión de volteo lleno de residuos plásticos. Uno de cada 10 de estos desechos son artes de pesca abandonadas o redes fantasma que afectan al 45 % de los mamíferos marinos en peligro de extinción: al año, unos 300.000 delfines, ballenas y marsopas mueren enredados y asfixiados.

Por si no fuera suficiente impacto, con la acción de las olas y el paso del tiempo, muchos se convertirán en microplásticos que serán consumidos por toda la cadena trófica marina y que, finalmente, comeremos nosotros al llevar a nuestra mesa pescados o mariscos: cada semana comemos el equivalente a una tarjeta de crédito plástica. Afortunadamente, estamos a un paso de aprobar un ambicioso Tratado Mundial de Plásticos que debería poner freno a esta invasión tóxica en los océanos.

“Desde la creación del Programa Océanos de WWF España en 2002, hemos trabajado tanto en la protección del medio marino y en la conservación de su biodiversidad como en la gestión sostenible de los recursos pesqueros”,  señala el responsable de Océanos de WWF España

Demasiadas redes de pesca

Pescamos más de lo que deberíamos y no dejamos que se recuperen muchas pesquerías: más del 30 % están sobreexplotadas. Y tenemos que redimensionar y controlar la proliferación de granjas de acuicultura intensiva, en las que se crían especies de gran interés comercial (atún rojo, langostinos o pulpo), que consumen mucho pienso, contaminan los fondos y son poco o nada éticas.

En la búsqueda de las mejores soluciones trabajamos en política pesquera y ello está siendo clave para fortalecer el diálogo con el sector pesquero, que ahora empieza a vernos como un gran aliado para combatir amenazas como los accidentes petroleros o el agotamiento de los caladeros.

Así, en colaboración con cofradías de pescadores artesanales promovimos en Lira (Galicia) la primera reserva marina de interés pesquero del Atlántico, seguida de otra en Palamós (Cataluña), Conil (Andalucía) y otras en Asturias, Baleares y Canarias.

Soluciones con futuro: cogestión pesquera

Tras las primeras reservas promovimos la creación de los comités de cogestión pesquera que favorecen los procesos de participación, que están teniendo diferente grado de implantación autonómica, y una gobernanza participativa que se está empezando a implantar en diferentes regiones del Mediterráneo y en otras zonas del planeta. Un buen ejemplo de éxito de este modelo participativo es la pesquería gamba roja en Palamós, un recurso de alto poder adquisitivo que estaba siendo diezmado por los antiguos sistemas de arrastre, ahora muy mejorados.

Otro éxito es el cierre temporal de zonas para la pesca con el objetivo de ser restauradas en Cataluña, como se está haciendo con el Life ECOREST. En colaboración con la Fundación Biodiversidad, el Institut de Ciènces del Mar (CSIC), la Universitat de Barcelona y de unos inestimables actores principales: los pescadores artesanales de Girona y Villanova i la Geltrú, acabamos de liberar en las costas de Blanes y Llança del mar Mediterráneo 750 corales, gorgonias y esponjas que habían caído en sus redes y recuperados en acuarios. Han sido las primeras sueltas y pretendemos restaurar 30.000 hectáreas de hábitats marinos profundos catalanes muy dañados por el arrastre de fondo.

Tortuga boba enredada en redes en aguas baleares. Foto: Jordi Chias / WWF

Tortuga boba enredada en aguas baleares. Foto: Jordi Chias / WWF

Desde España para el mundo

Desde los orígenes de nuestra organización, en WWF España promovemos la pesca sostenible de especies migratorias y, a través de ICCAT (Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico), hemos logrado recuperar al atún rojo, que estuvo al borde de la extinción comercial en los años 90.

También estamos mejorando las pesquerías de túnidos tropicales, como el atún listado en el Océano Índico, y las del pez espada en el Mediterráneo; y estamos tratando de poner freno al declive de las rayas y tiburones, cuyas pesquerías deben tener planes de gestión para que sean sostenibles y puedan mejorar sus poblaciones.

Gracias a CITES, hemos logrado avances en la protección de la tintorera y el marrajo dientuso y hemos creado la Red Iberoamericana de Pesca Artesanal, que ayudará a más de 20 millones de pescadores y pescadoras de Sudamérica, España y Portugal.

En los últimos cinco años, la red WWF ha colaborado con más de mil comunidades de pescadores en todo el mundo y ha supervisado y apoyado 44 pesquerías, reduciendo los impactos sobre especies marinas y sus hábitats. Y hemos participado en más de 200 medidas políticas y de gestión pesquera que han logrado reducir un 21% la presión pesquera en el Mediterráneo y el Mar Negro.

La mayor crisis: el cambio climático

El calentamiento global incrementa rápida y peligrosamente la temperatura del agua marina; así, las aguas canarias del Océano Atlántico ya están a 21,5 º C, la temperatura prevista para finales de siglo, lo que favorece a especies invasoras tropicales que llegan en los cascos de los barcos. También derrite hielos polares y cambia la salinidad, lo que podría provocar cambios en las corrientes, en flujos de nutrientes de pesquerías y un colapso total de los arrecifes de coral, que ya están sufriendo crisis muy acusadas: ya perdimos más de la mitad de los corales por episodios de blanqueamiento masivo.

“En WWF estamos identificando en Canarias refugios climáticos claves para mantener la biodiversidad y, a nivel internacional, se estima que conservando un 10% de los corales tropicales de 9 países evitaría la extinción del 80% de la biodiversidad que depende de esos corales”, explica José Luis G. Varas.

Con el avance del calentamiento global, las tormentas y huracanes son cada vez más frecuentes, intensos y dañinos. Ahora sabemos que el ciclón Ilsa, que azotó Australia (2023), mató al 90% de las aves marinas de Bedout Island. Vientos de 218 km/h acabaron con la vida de 25.000 piqueros marrones y enmascarados y sus nidos, en época de reproducción.

Ya hemos superado el límite de los 1,5º C de aumento de temperatura media global aconsejado y firmado en el Acuerdo de París. Es urgente que abandonemos los combustibles fósiles y apostemos de forma firme por una transición verde y justa en favor de las energías limpias y renovables. “Ya hemos logrado que en nuestras aguas jurisdiccionales estén prohibidas las nuevas exploraciones de yacimientos de gas y petróleo, que suponían una gran amenaza para especies como los cetáceos”, explica Varas. “Pero, además, debemos hacer una transición ecológica sensata y antes de dar luz verde al desarrollo de todos los megaproyectos de parques marinos eólicos proyectados debemos evaluar su idoneidad antes de que, en algunas zonas, se acreciente la pérdida de biodiversidad”.

Pioneros en protección marina

A finales de los 80, impulsamos la protección de la Antártida y en 2006 presentamos en España una propuesta pionera para crear una red de Áreas Marinas Protegidas (AMP) representativas de nuestros paraísos marinos y diversidad biológica en ellos contenida.

Nuestro mapa ha sido la base de sucesivos proyectos, Life INDEMARES e INTEMARES, que nos han permitido alcanzar el actual 21% de la superficie marina española protegida, gracias a la participación de las administraciones y equipos multidisciplinares de expertos; el Gobierno español prevé llegar el 25% en 2025.

Avanzamos en la declaración del primer Parque Nacional 100% marino en el Mar de las Calmas (El Hierro) y nuestro objetivo global es lograr que el 30% de la superficie marina del planeta esté protegida para 2030. Vamos por el buen camino: en los últimos cinco años, gracias a la suma de esfuerzos de nuestra red, hemos ayudado a la creación de 143 nuevas AMP que cubren una superficie superior a 677 millones de hectáreas (casi 12 veces el tamaño de la península ibérica).

Además, hemos logrado que Naciones Unidas aprobase el Tratado de Alta Mar, lo que permitirá la protección de las aguas internacionales más valiosas, aunque aún tiene que ser ratificado por 60 países.

Un chico con una tortuga carey en Papua. Foto: Jurgen Freund.

Chico con una tortuga carey en Papua. Foto: Jurgen Freund.

No nos olvidamos de las joyas marinas

En WWF protegemos y cuidamos a los tesoros marinos más icónicos y amenazados del planeta y, en los últimos cinco años, hemos trabajado para asegurar la protección de 98 especies marinas en todo el planeta: como las ballenas, corales, delfines, focas, pingüinos, tortugas y la vaquita marina en peligro crítico de extinción.

Así, por ejemplo, algunas poblaciones de ballenas se han recuperado parcialmente de la caza a la que se vieron sometidas en el siglo pasado. Aún son perseguidas por algunos países (Islandia, Noruega y Japón), su carne sigue siendo traficada y, en algunas regiones de Nueva Zelanda o las Islas Feroe, continúan matanzas tradicionales que no deberían practicarse en el siglo XXI. Pero ahora sus mayores amenazas vienen del creciente ruido de sonares en maniobras y grandes motores de barcos que provocan varamientos, a la contaminación tóxica y por plásticos, y al intenso tráfico marítimo y los fast ferries que provocan colisiones.

En nuestras aguas, estamos trabajando con la anguila, una especie migratoria en declive cuyos alevines, las angulas, son traficadas por mafias internacionales y tenemos en marcha un plan de acción para preservar nuestros tiburones y rayas, especialmente los del Mediterráneo. Así, recientemente y en colaboración con Anse, hemos marcado con GPS satelital a tintoreras y a algunas de las 50 mantas raya que cayeron en la almadraba de la Azohía, lo que nos ayudará a conocer mejor sus amenazas y preferencias de hábitat. Y vamos a desarrollar planes de recuperación para marsopas, pardelas y cormoranes moñudos.

Desde hace 25 años y gracias al compromiso de nuestras voluntarias y voluntarios, en los campos de trabajo del verano retiramos residuos plásticos en la isla de La Graciosa y el islote de Alegranza (Lanzarote), para evitar que se conviertan en trampas mortales para cetáceos y tortugas marinas o que acaben en forma de microplásticos. En Alegranza, además, hemos venido haciendo labores de vigilancia y antifurtivimo en la mayor colonia de pardela canaria.

También, en colaboración con Anse, estamos trabajando para limpiar, devolver la vida y la economía sostenible a las aguas del Mar Menor, muy contaminadas por los vertidos de nitratos agrícolas que vierten a unas aguas eutrofizadas con cada vez menos oxígeno, caballitos de mar, recursos naturales y atractivo turístico. Además, estamos recuperando algunas de sus salinas tradicionales, como las de Marchamalo, donde ya estamos recogiendo flores de sal.

Luchamos contra el cambio climático que calienta y cambia la salinidad de los océanos, derrite las áreas polares, tropicaliza el Mediterráneo, amenaza a los osos polares con dejarles sin hogar y mata a los corales por emblanquecimiento. Luchamos para frenar la contaminación marina por vertidos y desechos plásticos, y trabajamos para que la vida siga multiplicándose en el lugar donde nació.

En WWF defendemos todas y cada una de las gotas del gran océano como un todo interconectado, un gigantesco almacén de recursos que estamos sobreexplotando como si no tuviese fin y un frágil universo por descubrir que debemos proteger entre todas y todos. Sólo así podremos seguir disfrutando de sus beneficios y maravillándonos con sus secretos por descubrir. Cuidemos nuestras costas, mares y océano, empezando por no ensuciarlos, reciclando nuestros residuos. ¡Aseguremos su futuro, que es el nuestro!

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