Lo que me atraía de Spiderman era su dualidad, su fragilidad y su fortaleza
Como cualquier causa por la que merece la pena luchar y tener esperanza, todos los días deberían ser el de las librerías. Pero el viernes pasado, 16 de noviembre, fue su Día, con mayúscula. A propósito de esta celebración, quiero volver a recordar todo lo que le debo a los libros, las librerías y las bibliotecas. Y detenerme hoy en las dos lecturas que marcaron mi adolescencia y mi pasión por escribir: ‘Zalacaín el Aventurero’, de Pío Baroja, y los cómics de ‘Spiderman’. Lo que me atraía de Peter Parker/Spiderman era su dualidad, su fragilidad y su fortaleza. Era un héroe con pies de barro, asediado por conflictos en los que cualquiera de nosotros podía reconocerse.
Yo celebré el Día de las Librerías con algunos lectores en una librería independiente de nombre bolañesco, Los Libros Salvajes, en Villaviciosa de Odón, Madrid. Carmen y Félix, sus dueños, como tantos libreros independientes, y románticos por tanto, han desafiado los malos augurios que siempre acechan a la cultura y han erigido un lugar donde disfrutar de la buena literatura. Y subrayo el verbo disfrutar, que pocas veces suele incluirse en las campañas de promoción de la lectura, como si acercarse a un libro fuera una obligación más que un placer.
“Cada librería condensa el mundo”, escribe Jorge Carrión en Librerías (Anagrama), un hermoso canto de amor al libro y a los lugares que los acogen, las librerías. Junto a las bibliotecas y los quioscos deberían tener un estatuto de protección especial. No es solo que formen parte de nuestra biodiversidad cultural, sino que en su interior se guarda nuestro código genético, nuestro ADN, lo que nos convierte en humanos.
Yo he pasado media vida en ellas. Si echo la vista atrás, de cómo y por qué empecé a leer con asiduidad poco antes de entrar en la adolescencia, recuerdo dos momentos: la lectura de Zalacaín el Aventurero, de Pío Baroja –que compré en la librería de mi pueblo sin saber muy bien qué me iba a encontrar, supongo que me llamó la atención lo de aventurero– y los cómics de Spiderman, que compraba uno de mis hermanos. Spiderman no solo me abrió las puertas a la lectura, también al cine. La influencia del cómic en la literatura de hoy es inmensa. Nuestro universo literario y fragmentario le debe mucho a esas historietas.
Justo esta semana ha muerto Stan Lee, uno de los creadores de Spiderman. Huérfano de padres, Peter Parker iba al instituto y luego a la universidad con esa cara de empollón, introvertido, con esa rebeldía adolescente que a veces le enfrentaba a sus tíos, especialmente a Ben, el hermano de su padre. Como nos pasaba a tantos adolescentes de mi generación, lo que me atraía de Peter Parker/Spiderman era su dualidad, su fragilidad y su fortaleza. Era un héroe con pies de barro, asediado por conflictos en los que cualquiera de nosotros podía reconocerse. “Todos tenemos cosas que nos molestan, todos deseamos poder ser diferentes de alguna manera, todos nos sentimos un poco frustrados y pensé que sería divertido crear un superhéroe que tuviese los mismos problemas personales que ustedes o yo…”, contó Lee a un diario español en una entrevista no hace muchos años. Poco antes de morir, Ben le dijo a Peter una frase que casi se ha convertido en una leyenda: “Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Sobre el origen de esa frase, y esto nos da una clave sobre un hombre que alguna vez soñó con escribir como su admirado Stevenson, explicó Lee: “Escribí esa oración y en realidad era una casualidad, como todo lo que haces cuando eres un escritor”.
En este mundo en el que cada vez surgen más villanos, muchos de ellos al frente de países poderosos, no vendrían mal personajes como Spiderman que hicieran de contrapeso, conscientes de que el poder conlleva una gran responsabilidad.
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