Susan Meiselas: guerra y sexo, soldados, dominatrix y mujeres maltratadas
Susan Meiselas tiene los ojos de color verde camuflaje. Unos ojos perfectos para observar sin llamar la atención. Están enmarcados en una cara de mandíbula ancha, nariz larga y boca pequeña. Tiene una sonrisa tímida, las veces que se le ve sonriendo, y su pelo es de un castaño discreto. Recuerda a la Gioconda. Es lo primero que podemos ver de esta fotoperiodista en Mediacions, la retrospectiva que le dedica la Fundació Tàpies en Barcelona, y que aborda la mirada de esta mujer sobre la guerra y el sexo, el día a día y el paso del tiempo, con un foco especial puesto sobre las mujeres.
Por ANA BELÉN HERRERA DE LA CRUZ
Fotos de su cara en los pases de prensa, en la autorización oficial a su nombre para trabajar en la guerra civil de El Salvador. Luego, su rostro desaparece, apenas intuido en alguna sombra de sus fotografías, dejando lugar a una obra documental en la que las imágenes enseñan lo justo al espectador para que lo deje pensando: ¿y qué pasó después de esa foto?
La obra de Susan Meiselas está marcada por la contraposición entre el instante captado con la cámara y el paso del tiempo. Desde las primeras creaciones de esta fotoperiodista nacida en Baltimore, se aprecia una preocupación por trascender los momentos fotográficos y hacerlos formar parte de una trama temporal e histórica más amplia. Para ello se vale de entrevistas, grabaciones de vídeo, cartas de los protagonistas de sus fotos y otros documentos, en un seguimiento de las distintas historias documentadas que a veces dura décadas. En este sentido, sus fotografías son las piezas más visibles de un collage de vidas en el que aporta su interpretación personal sin por ello dejar de lado las miradas de los objetivos retratados.
La agencia Magnum la fichó en 1976 tras la repercusión que tuvo su fotorreportaje Carnival Strippers. Para este trabajo, Susan Meiselas pasó tres veranos fotografiando a un grupo de mujeres strippers que actuaban en ferias ambulantes desde Nueva Inglaterra hasta Carolina del Sur. La fotoperiodista las siguió de pueblo en pueblo, fotografiando a las bailarinas en las representaciones y en la intimidad, entrevistándolas tanto a ellas como a sus parejas, a clientes y a gerentes del espectáculo. De esta misma época es su reportaje Prince Street Girls, sobre las adolescentes que veía a diario paseando por su barrio en Little Italy. Meiselas trabó amistad con ellas y las estuvo retratando en su paso a la edad adulta hasta que dejó Nueva York para cubrir los conflictos de Centroamérica. Volvió a reunirse con ellas a finales de los 90, cuando ya no eran objetivos de su cámara sino solo viejas amigas.
En plena guerra fría, casi tocando la década de los 80, cuando Estados Unidos apoyaba dictaduras en Centroamérica que salvaguardaban sus intereses en la zona frente a la amenaza comunista de la URSS, Susan Meiselas viaja a Nicaragua y El Salvador para dejar testimonio de los movimientos revolucionarios opositores. La fotógrafa huye de las imágenes tópicas de la guerra, de sangre y destrucción, para hacer un retrato de la evolución de la resistencia, así como de la vida cotidiana de los pueblos afectados por el conflicto. De esta época es su fotografía icónica El hombre Molotov, en la que muestra a un guerrillero sandinista a punto de lanzar un cóctel molotov en una botella de Pepsi-Cola (¿y qué pasó después de esa foto?). La sensibilidad con la que la fotógrafa aborda las confrontaciones armadas vuelve a hacerse patente en Kurdistan: in the shadow of history (1991-2008), trabajo en el que dibuja la historia de Kurdistán a través de fotografías, mapas, informes y apuntes personales que contribuyen a representar los diferentes puntos de vista de la narración.
La mujer siempre ha tenido un papel destacado en la obra de Meiselas. Tanto en obras dedicadas explícitamente a ellas como Carnaval Stripper y Prince Stree Girls, como en sus trabajos de temática bélica, en las que las retrata como soldados, madres, viudas. En Pandora’s Box la fotógrafa nos acerca a la figura de la dominatrix. Las paredes del museo Tàpies estallan de sofisticación y color en la sección que acoge las fotografías de los juegos sexuales entre amas y esclavos. Un entorno de violencia consentida y controlada, destinada al placer, en el que el cliente siempre es libre de poner punto y final a su “sufrimiento”. Llama la atención el contraste entre Pandora’s Box y las dos series fotográficas de la artista expuestas de forma complementaria en La Bonnemaison, centro cultural dedicado a la mujer. En Archive of Abuse y A Room of Their Own, Susan Meiselas aborda el tema de la violencia machista a base de fotografías, testimonios de mujeres maltratadas e informes policiales. La violencia deja de ser un juego inofensivo aquí, para convertirse en el día a día de unas mujeres a las que, al contrario que les sucede a los esclavos de las dominatrix, les resulta muy difícil decir “basta” a los abusos que sufren.
A las exposiciones en el Museo Tàpies y el Centro Cultural La Bonnemaison, se le añaden una serie de conferencias alrededor de la obra de la fotoperiodista, que estuvo presente en la inauguración de la muestra en el centro cultural de mujeres. Meiselas, de 69 años en la actualidad, sigue activa y pegada a su cámara. Su último proyecto, de 2017, ha sido precisamente A Room of Their Own, sobre refugios de mujeres maltratadas.
‘Susan Meiselas. Mediacions’. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona. Hasta el 14 de enero.
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