No nos tomemos tan en serio, leamos ‘Orígenes’ y la historia de la Tierra

Foto: Pixabay.

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Uno de los problemas de nuestros días es que nos tomamos demasiado en serio a nosotros mismos. No significa que esté bien ser un cínico o un temerario, pero sí tomar cierta distancia emocional y racional de las zozobras cotidianas, porque a lo mejor, casi seguro, muchas de ellas quizá sean bastante ridículas si las miramos con un poco de perspectiva. Para esa cura de humildad nada como leer ‘Orígenes. Cómo la historia de la Tierra determina la historia de la Humanidad’, del biólogo británico Lewis Dartnell.

Es también lo que Manuel Arias defiende en su libro La democracia sentimental como el «ironista melancólico», y que nos contó aquí. En otras épocas recientes fue posible, ¿por qué no puede volver a ser así? No es fácil hacerlo en el ecosistema mediático de las redes y el presentismo, pero tampoco es que parezcamos muy felices en la inercia actual, y ahí están todas las series distópicas y pesimistas para atestiguarlo.

Parte de esa dificultad reside en lo cara que se ha puesto la atención, que el filósofo Greogrio Luri define con acierto como el coeficiente intelectual de nuestro tiempo. Por eso, quizá hoy hay pocos actos más rebeldes –y difíciles– que leer un libro de 600 páginas de contenido científico, antropológico e histórico. Pero merece la pena si nuestro propósito es equilibrar –aunque sea por unos días o meses– nuestra defectuosa relación con el tiempo y con el continuum histórico. Venimos de algún sitio, impulsados, moldeados y definidos por fuerzas que nos trascienden, entre ellas las geológicas, que funcionan como base, paleta de colores, semillero y laboratorio químico de lo que somos. Y a estudiar esa base y su evolución a lo largo de millones de años se dedica el biólogo británico Lewis Dartnell en Orígenes. Cómo la historia de la tierra determina la historia de la humanidad (Debate). El libro abarca tantos años y cambios que es imposible no sentirse gratamente empequeñecido al leerlo. Porque, como explica Dartnell, «toda la historia de la civilización no es más que un destello en el periodo interglacial actual; un momento transitorio de estabilidad climática».

Se trata de una extensa crónica de la Tierra y de la vida que surgió y evolucionó en ella merced a cambios geofísicos. Con especial atención al recorrido de los homininos. Una relación directa hasta nuestros días, como ponen de manifiesto hechos como que las principales civilizaciones antiguas del mundo se situaran muy cerca de los márgenes de las placas. «Si se considera la cantidad de territorio disponible en la Tierra para ser habitado, se trata de una correlación sorprendente, y es muy improbable que se haya producido al azar», escribe Dartnell. Un vínculo que ha definido la prosperidad y la especialidad de distintos países, sin que ahora, en nuestros días, podamos hablar ya de un determinismo geográfico tan fuerte.

Es el caso de los Países Bajos, con gran parte de su territorio por debajo del nivel del mar y amenazado como ninguno por las crecidas. Cuenta Dartnell que las obras de ingeniería de los molinos y las compuertas exigían de inversiones tan grandes que, de forma natural, allí desarrollaron instrumentos financieros que se amoldaran a dicha necesidad. «Moldeada por las exigencias de su paisaje y por la necesidad de gestionar el mar, Holanda se convirtió en una tierra de capitalistas», explica Dartnell. «Las innovaciones financieras holandesas ayudaron a construir el mundo moderno, y habían surgido de su paisaje bajo y de la necesidad de arrebatarle tierras al mar».

Otros cambios climáticos

Estamos inmersos en un cambio climático de origen antropogénico, algo de lo que pocos dudan. Tampoco Dartnell, que anima a combatirlo de forma ambiciosa pero huyendo del derrotismo. Confía en la resiliencia del ser humano, y da buena cuenta de ella al explicar la infinidad de cambios climáticos de origen geofísico que nuestra especie ha superado a lo largo de milenios. Cuando así lo narra, no se trata –nos previene Dartnell– de negar el origen humano del cambio climático que ahora padecemos, sino de negar las proyecciones más pesimistas respecto de nuestra suerte inmediata como especie. La historia de los homininos –y de cualquier vida en la Tierra– es la de una continua adaptación a cambios en la temperatura, en la composición de la atmósfera, en la acidificación del mar o en la fertilidad de las tierras producidos por sucesos geofísicos naturales.

Al menos esta vez, dice, tenemos la capacidad de actuar, aun limitada, a diferencia de otros cambios como los debidos a eras de glaciaciones, impactos de meteoritos o erupciones masivas de volcanes. Fenómenos todos ellos que causaron otros cambios climáticos devastadores, como el que acabó con los dinosaurios. «La inteligencia […] es la solución evolutiva al problema de un ambiente que cambia con mayor rapidez de lo que la selección natural puede adaptar el cuerpo», y Dartnell parece confiar en ella para este desafío. No en vano, como él mismo recuerda, los avances científico-técnicos son asombrosos: «Hicieron falta 3 millones de años para pasar de los homininos que elaboraban utensilios líticos a partir de esquirlas a los humanos que fundieron el primer cobre; pero progresamos desde la Edad del Hierro hasta los vuelos espaciales en solo 3.000».

Incluso en la parte más árida que supone explicar el origen y los tipos de rocas, o las condiciones que hicieron posibles fuentes de energía como la madera, el carbón o el petróleo, Dartnell consigue que no perdamos nunca el gran angular. «El de la civilización es el relato de la humanidad excavando el entramado del planeta que hay bajo nuestros pies y amontonándolo para construir nuestras ciudades», explica. Y es que, en el centro de su relato siempre está cómo esa evolución influyó en lo que somos hoy, y por eso son constantes los guiños a nuestra actualidad, como es el caso del nacimiento de las ciudades o la relación entre subsuelo y preferencia de voto, por ejemplo. Un recordatorio permanente de esas fuerzas atávicas que pasan desapercibidas en nuestra era hiperpresentista y algo atolondrada.

Un libro fascinante, y que mueve a la reflexión sobre la insignificancia de muchas de nuestras preocupaciones más ruidosas y permanentes. Que nos aporta perspectiva cuando más la necesitamos. De lectura exigente y atenta en muchos momentos, pero sin duda gozosa.

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Comentarios

  • Diógenes

    Por Diógenes, el 10 noviembre 2019

    Interesante pero, por favor, dejad en paz a los cínicos,
    Diógenes.

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