Tensión sexual en el cajón de los cubiertos
“Las tijeras del pescado le daban leña al cazo y las cucharillas del café a las de postre. Un cascanueces con las piernas abiertas sobre un díscolo tenedor de pescado”… “Nada que me irrite más que las cosas fuera de su lugar”. Seguimos con nuestros ‘Relatos de Agosto’ en torno al deseo.
Por ALBERTO MAGRO
‘Allí, bajo un cielo sin estrellas, resonaban
suspiros, quejas y profundos gemidos…’.
(Dante Alighieri. La divina comedia, Canto III).
Cuando abrí el cajón de los cubiertos, casi me trincha el dedo un tenedor que, retorcido como una sierpe, intentaba montarse sobre un cucharón. Cucharas desnudas y tenedores puntiagudos tratando de acoplarse. Las tijeras del pescado le daban leña al cazo y las cucharillas del café a las de postre. Un cascanueces con las piernas abiertas sobre un díscolo tenedor de pescado. Nada que me irrite más que las cosas fuera de su lugar.
Salí al pasillo y grité: ¡Cariño!
Ella apareció por la puerta del fondo, tiesa, con su falda ajustada que se abría a la altura de las pantorrillas. Dijo: ¿Querido?
—¿Quién ha metido mano en el cajón de los cubiertos? Espero que no se te haya ocurrido alterar a los cuchillos.
—Quizás al colocarlos se me han ido de las manos. No volverá a pasar.
Se dio media vuelta y arrastrando aquellas faldas que abanicaban el suelo desapareció tras la puerta del dormitorio.
Me llegué hasta el fondo y pegué el oído. Un rozar de sábanas me empujó a abrir. Y allí despojada ya la falda, brazos y piernas como un árbol carnal envolvían el taco de los cuchillos, en un acoplamiento perfecto de ayes y suspiros.
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