Terrores adolescentes en el punto de mira del Festival de San Sebastián

Fotograma de 'Custodia Compartida' de Xavier Legrand.

Fotograma de ‘Custodia Compartida’ de Xavier Legrand.

Fotograma de 'Custodia Compartida' de Xavier Legrand.

Fotograma de ‘Custodia Compartida’, de Xavier Legrand.

Violaciones de adolescentes, niñas con enfermedades crónicas, sectas que aprovechan la juventud para captar adeptos y menores envueltos en la espiral de odio de la separación de sus padres sirven de puntos de partida para varias de las películas vistas en la jornada de ayer en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. La infancia es un momento de la vida con gran potencial dramático, tanto que ha seducido a varios de los directores y directoras presentes en el Zinemaldia.

Three billboards Outside Ebbing, Missouri. Martin McDonagh. Reino Unido. Perlas.

Esta tragicomedia sobre una mujer que lucha por que se resuelva el caso de la violación y asesinato por combustión de su hija adolescente es, en primer lugar, un regalo para los sentidos por permitirnos disfrutar de la magistral interpretación de Frances McDormand en ese rol de madre coraje en un pueblucho del interior estadounidense, donde aún asuntos como el racismo y la homofobia no han sido superados. La película es la más recomendable de las diez vistas hasta la fecha en el 65 festival de cine.

Three billboards Outside Ebbing, Missouri, que podría traducirse como Tres vallas publicitarias a las afueras de Ebbing, Misouri viene avalada con un Premio del Público en Toronto (los premios que da el público suelen ser de los más fiables) y su director, Martin McDonagh, ya ha ganado un Óscar (mejor corto de ficción) y ha sido nominado a otro (mejor guión original). Esta película, el tercer largometraje de McDonagh, ganó el Mejor Guión en el pasado festival de Venecia.

A la salida de la sesión en el Teatro Victoria Eugenia, el comentario unánime alababa la habilidad del director para ir de lo más terrible a lo más hilarante en una misma secuencia, incluso en un mismo diálogo. También enamora ver cómo los personajes se van transformando en verdaderas personas contradictorias de manera mágica a medida que crece la historia, igual que esos vídeos a cámara rápida que muestran cómo de una semilla brota una flor. En especial cómo los más perversos o indolentes esconden sus razones para serlo. Todos somos hijos de nuestras debilidades más que de nuestras fortalezas. Cuando la madre Mildred Hayes asume el rol de la Juana de Arco de Ebbing, Misouri, y utiliza unas desvencijadas vallas publicitarias en la carretera para llamar la atención del shérif y todo el condado sobre su drama, lo hace como la más justiciera de los westerns, de frente para sofocar el incendio de su sufrimiento.

Woddy Harrelson está igualmente sublime en el papel del shérif Bill Willoughby. La película mezcla géneros y estilos cinematográficos en un potentísimo ejemplo de cómo el cine actual se esfuerza por vencer las rigideces para mostrar el mundo tal y como es, con sus aristas y grises. (L. R.)

Licht / Mademoiselle Paradis. Barbara Albert. Austria-Alemania. Sección Oficial.

En la Viena de 1777, Mozart tenía 21 años y su fama era algo más que notable. El muchacho ya había regresado de su periplo italiano en el que había compuesto, estrenado y dirigido en Milán sus tres primeras óperas italianas con menos de 16 años. Los músicos de la época le admiraban y una de ellas fue la pianista y compositora María Theresia von Paradis, que nació también en Salzburgo, aunque tres años más tarde que Mozart.

La película Licht narra la historia real de un año en la vida de esta muchacha. Precisamente el de 1777, un periodo en el que Mozart ha abandonado Viena buscando un lugar en el mundo que valore su música y le ofrezca un buen contrato en alguna corte europea. Von Paradis, sin embargo, nunca tuvo este problema. Ella era hija de un noble barón, consejero imperial y tuvo como madrina a la Emperatriz María Teresa de Austria, quien fue su protectora, al concederle una pensión anual de 200 florines.

María Theresia quedó ciega a la edad de cuatro años y fue tratada durante más de una década por el oculista oficial de la corte de nombre von Stoerk. La directora Barbara Albert se centra en el año en que la joven se convierte en paciente del doctor alemán Franz Anton Mesmer, que había adquirido cierta fama con un tratamiento de imposición de imanes que presuntamente tenían ciertos efectos curativos. Vemos cómo la joven mejora e incluso parece que pudiera ver colores, formas y luces; pero esto afecta a su virtuosismo frente al piano. Le resta credibilidad como música. “Quiero saber hacer algo bien”, repite sin cesar la protagonista.

Los historiadores nos dicen que el doctor Mesmer tuvo que abandonar Viena por el escándalo que formaron los padres de María Theresia acusándolo de ser un timador y un charlatán. La muchacha vivió hasta 1824, fue una reputada compositora, cantante y concertista. En las manos del espectador queda decidir si ella misma prefirió una vida de ceguera que le aseguraba un idilio infinito con la música o si realmente hubo un momento en su vida en el que estuvo curada.

La película con una banda sonora magnífica en la que se pueden escuchar obras de Carl Philipp Emanuel Bach, Galupi, Vanhal, Dangel, Mozart, Haydn, Johann Sebastian Bach y la propia Von Paradis supone un estupendo espejo en el que observar la crueldad de una época que abandonaba el barroco para celebrar el clasicismo. Muy recomendable para amantes de la historia, de las películas basadas en personajes históricos y, concretamente, en músicos. (M. C.)

Princesita. Marialy Rivas. Chile-España-Argentina. Nuev@s Director@s.

El horror de las sectas contado desde los pensamientos y sentimientos de una niña a punto de convertirse en mujer es el eje de este filme que se desarrolla con la forma de un cuento de hadas en hermosos parajes montañosos con lagos de la Patagonia chilena. Hasta el momento de escribir esta crónica, la película ha sido la más valorada del Premio de la Juventud del festival.

Tamara es elegida por el líder Miguel para ser quien engendre a su hijo. Para ello, el manipulador la prepara ya antes de que tenga la primera menstruación. Él se está haciendo ya viejo y su continuador, piensa el psicópata, debe nacer de una mujer sin mácula.

Pero Tami asiste a la Secundaria por primera vez y en su despertar se hace preguntas, duda, rebusca entre los chicos de su edad. La película está bellamente filmada, con unos créditos más que sugerentes, pero se lastra por la falta de desarrollo en profundidad de los personajes. No llega a los 80 minutos de duración, así que metraje tenía por delante la novel Marialy Rivas (es su segunda película) para haber encontrado un final igual de purificador pero menos precipitado.

Princesita es una producción de Fábula, la empresa de los hermanos Larraín -los Almodóvar chilenos-. Estos, responsables de títulos como Tony Manero (2008), No (2012), Gloria (2013), Jackie (2016) y Una mujer fantástica (2017), han anunciado en San Sebastián el establecimiento de su productora en Los Ángeles para apoyar proyectos de cineastas no estadounidense en Hollywood. (L. R.)

Custodia compartida. Xavier Legrand. Francia. Perlas.

La película ganadora del premio a la mejor dirección y mejor ópera prima del pasado festival de Venecia es un intenso retrato de un padre maltratador. El filme tiene el mejor arranque y final posibles. El inicio, con la comparecencia de marido y mujer ante la juez con sus abogadas exponiendo cada una sus razones. La madre que no lo quiere cerca ni en pintura. Él que pide la custodia compartida.

Quien haya pasado por experiencias en juzgados (yo llevo dos) sabe que lo que se dirime ahí no es lo justo o injusto en términos metafísicos. En los juzgados un hombre o una mujer, revestidos del poder que les confiere el Estado, con sus debilidades y carencias propias de humanos, deciden en realidad sobre lo bien o mal que han hecho su trabajo los abogados de cada parte. Cada día que un juez haga justicia de verdad habría que celebrarlo tirando cohetes al cielo. En Custodia compartida, esta juez se equivoca gravemente.

Visto desde el niño de 11 años, Julien, el proceso mental degenerativo que sufre su padre es aún más violento. En sus lágrimas y carreras se palpa el miedo y más allá. El final de la película es excelente. El director francés nos hace sentir casi el mismo terror de los personajes hasta el momento de los créditos. Hay que vivirlo. El público abandona la sala liberado, viendo cómo suben por la pantalla los rótulos en completo silencio sobre un fondo negro. (L. R.)

CRÓNICAS ANTERIORES DE LA 65 EDICIÓN DEL FESTIVAL

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