Terrorismo islámico: #ElVenenoDeLaRabia
A partir de las atrocidades del terrorismo yihadista difundidas últimamente -la última en un museo en Túnez-, el autor reconoce no perdonar las barbaries que le conducen hacia un lugar que rechaza. La irracionalidad argumental de los asesinos del Estado Islámico se presenta como un paisaje de desesperanza ante la condición humana que nos empuja a un vacío existencial.
Ilustraciones de JAVIER CORZO. Puedes visitar su blog y su web.
Leo y noto mi vista encapotada, como esos días en los que ves venir la tormenta. “Con el primer golpe te cortaría las venas. La sangre se mezclaría con la saliva”. Sé lo que puedo hacer, conozco el mecanismo de mi mente, entiendo que me bastaría con creer que estoy leyendo ficción, una novela de Thomas Harris o de Bret Easton Ellis, que todo es mentira y dejarme inquietar sin consecuencias. Pero no lo consigo. La única verdad es la realidad. Y el cielo de mi mirada se cubre de nubes negras.
“La segunda acometida te abriría el cuello. Ya no estarías respirando por la nariz sino directamente por el esófago. Hacéis unos divertidos gritos guturales. Lo he visto antes. Os retorcéis como animales, como cerdos. El tercer golpe te arrancaría la cabeza. Te la colocaría sobre la espalda”. Es la narración que el reportero del diario El Mundo Javier Espinosa hace de la tortura a la que le sometieron los paramilitares del Estado Islámico durante los meses que fue su prisionero en Siria. Durante 194 días, él padeció, junto a 23 occidentales, periodistas y miembros de organizaciones humanitarias, la ira salvaje del fundamentalismo, del veneno yihadista, de la secreción que el rencor provoca en la herida infectada del odio. “¡Os obligaremos a desenterrarle, a cavar otra tumba y os meteremos a dormir con él!”. Y ese arañazo que se va transformando en llaga hasta crear lesiones irreversibles no nos es ajeno. Defendemos un discurso moderado, razonable, entendemos que progresista, humano, en el que priorizamos la libertad, la convivencia, los derechos fundamentales…, pero la abominación nos acorrala el sentido común, nos fuerza, nos viola, hasta que sólo albergamos el peor deseo que un ser humano puede refugiar en su mente y en su corazón.
Como una mordedura de la víbora de Russell, la intolerancia, el fanatismo, maneja una toxicidad en su discurso, en su actuación, que nos aboca a la rendición ante el inevitable desenlace. “No os preocupéis si escucháis gritos. Hemos capturado a varios soldados del régimen. Les vamos a golpear antes de ejecutarlos”. Una dosis letal de intolerancia que, como sucede con el veneno de la víbora al entrar en contacto con la sangre humana, solidifica razón y entendimiento.
Antes de leer la primera entrega del horror vivido por Javier Espinosa ya había restos de veneno en mi sangre. Las imágenes de los hombres lanzados desde una azotea, en Irak, acusados de homosexualidad por los yihadistas del Estado Islámico habían bloqueado mi mente. Detesto lo que significan esas imágenes. Ni siquiera tengo claro si mi derecho a la información incluye la exhibición de esa atrocidad en prime time pero, en cualquier caso, rechazo una ley, por muy sharia que sea, que no valore la vida humana y anteponga los prejuicios a la reflexión. “No nos gustan los periodistas. Siempre mienten”. Aborrezco todo eso con una rabia tan grande que me asusto.
No perdono que la barbarie me conduzca hacia un lugar que rechazo. La irracionalidad argumental de los asesinos del Estado Islámico se presenta como un paisaje de desesperanza ante la condición humana que nos empuja a un vacío existencial del que, de repente, sólo nos salva el repentino pensamiento de una justicia suprema. Desvalidos de toda posibilidad de diálogo y entendimiento, nos asaltan argumentos maquiavélicos. Y me rebelo contra aquéllos que con su odio, su fanatismo, su crueldad, su cerebro carcomido por la mentira más inmunda, me sitúan en una ideología que no me identifica, en una situación en la que no quiero estar, en una duda que me rompe.
Somos tan devastadores con todo lo que nos rodea, incluidos nosotros mismos, que somos capaces de convertir religiones, ideologías, aficiones, en razones para matar. Deberíamos habernos extinguido nosotros y no los dinosaurios. Con seguridad este planeta sería mejor. “Cuando todo se sepa podéis insultarnos si queréis, no nos importa”. Y entonces comprendo que el veneno ha logrado matarme.
En el vacío que provoca el terror es difícil encontrar clemencia. La razón solidificada construye un muro de intransigencia que acaba justificando la acción asesina de aquellos que creen salvar al mundo con muertes selectivas a la vez que alimenta al asesino fundamentalista que necesita nuestro odio desesperado para levantar su torre de rencor hasta lo más alto del séptimo cielo. Malos tiempos para la cordura. “Aquí se mata, lo hacemos a diario”. Por esa razón, por empujarme a ese desamparo, a ese recelo, a ese temor rabioso, soy, a mi pesar, capaz de maldecir. Les parecerá una contradicción, una incongruencia porque odio que sea así. Y aunque estoy educado para perdonar, rechazo que alguien me haga sentir la incapacidad de engendrar el perdón.
Esto que acaban de leer es sólo un grito. Un lamento que busca respuestas mientras alza la mirada hacia un cielo de borrasca, oscuro como el pensamiento más tenebroso.
Comentarios
Por Nely García, el 19 marzo 2015
Las aberraciones cometidas por el fanatismo cruel y ciego, nos horrorizan. Las sociedades deberían estudiar las causas que conducen hacia la radicalidad extrema, fomentando el diálogo entre los descontentos y marginados en los pueblos, para que la diversidad de opiniones y la igualdad de oportunidades estén presentes, e impidan que mentes torcidas utilicen el descontento, para desarrollar sus fines macabros.
Por valle, el 19 marzo 2015
No es tan fácil: ¿de dónde provienen sus ideólogos…… de los «descontentos» y «marginados»…… quién los financia? ¿Es la banalidad del mal, el «Experimento de Milgram»? Piensa en ello….mientras aún conservas la cabeza sobre los hombros.
Por Sim, el 19 marzo 2015
Amigo mío. No sé de que te horrorizas. El Estado Islámico realiza exactamente el mismo tipo de barbarie que realizan los ejércitos que pagas con tus impuestos, los que «defienden» el hecho de que puedas vivir y comer aquí, en Occidente, poseer un ordenador y escribir este artículo. Me sorprende tu grito de dolor ante el terror islámico y me pregunto…. ¿sientes el mismo dolor cuando los policías que pagas con tus impuestos matan ahogados (una muerte más dolorosa y terrible que el degüello) a una decena de inmigrantes en Tarajal?.
Por srpacotomas, el 20 marzo 2015
Lamento que su concepto de la justicia y el dolor le impida entender el contenido de mi artículo. Solo le voy a recordar esta frase, por si, no intencionadamente, la ha pasado por alto: «La razón solidificada construye un muro de intransigencia que acaba justificando la acción asesina de aquellos que creen salvar al mundo con muertes selectivas a la vez que alimenta al asesino fundamentalista que necesita nuestro odio desesperado para levantar su torre de rencor hasta lo más alto del séptimo cielo». Y sí, no soy selectivo en mi dolor. Me duele la atrocidad, venga de donde venga. Y cuando se muestra sin pudor y con orgullo, además me asusta.
Por Responsabilidad conceptual, el 26 marzo 2015
Existe un terrorismo judaico, cristiano? No seria politicamente correcto llamarlo asi. Porque tanta irresponsablidad a la hora de llamar terrorismo a lo que unos sanguinarios hacen y no poner el apodo de islamico para manchar y estigmatizar al resto? Para cuando una responsabilidad y justicia etica por parte de los periodistas para llamar las cosas por su nombre y no esencializar algo tan complejo?EL TERRORISMO ES DESPRECIABLE, ABYECTO Y DIFICIL DE DISCULPAR, PERO ANTE TODO ES ANTISLAMICO!!!!
Por MAkael, el 17 noviembre 2015
El peor castigo que se le puede dar a un terrorista islamico que haya muerto inmolandose o haya sido abatido luchando, pensando que muere como martir por Ala, y que de esta forma ira al paraiso donde le esperan 72 huríes vírgenes y todos los placeres del mundo. A todos estos crimanales hay que entrrerles dándo la espalda a la Meca y cubrirlos con escrementos de cerdo. Esto es el castigo que se merecen.
Hay que publicarlo en todo los medios posibles para que tomen nota de lo que le puede pasa a quien asesina en nombre de Ala.
Por MAkael, el 18 noviembre 2015
Quiero corregir el comentario de ayer (DONDE DIJE CASTIGO QUISE DECIR AMENAZA PARA QUIENES PRETENDAN SEGUIR MATANDO) .Y precisar que la creencia de los suicidas mártires del islam van a entrar al paraíso por morir luchando contra los enemigos de su religión: es tal el nivel de lavado de cerebro que se les aplica a estos temibles suicidadas que no dudan en volar por los aires aún que no hayan logrado su objetivo.
por eso mismo si saben que pueden ser enterrados como dije en el comentario anterior, a lo mejor se lo piensan: para ellos es preceptivo que para entrar en el Paraíso deben haberse purificado antes de morir.