Thaïs, diseñar con vidrio y reivindicar la sociedad del tacto
De los cinco sentidos, la sociedad multi-pantalla que hemos construido en las últimas décadas ha apostado claramente por dos: vista y oído. Aprovechamos el descubrimiento de la barcelonesa Thaïs Tel y sus diseños con vidrio reciclado para redescubrir y reivindicar otro de esos sentidos al que últimamente estamos apartando: el tacto.
«Soy diseñadora gráfica, pero llegó un punto en que estaba harta de tanto ordenador, que sentía las ganas de trabajar con las manos, ensuciarme en el taller y llegar a casa cansada, pero cansada físicamente. Sí, me imagino que me llena más lo que hago ahora, lámparas y veleros, que confeccionar páginas web».
Descubrí su trabajo paseando por la calle madrileña de Pelayo, en el barrio de Chueca, en la tienda EspacioBRUT. Lámparas, vasos, veleros hechos con mimo, buen gusto y vidrio reciclado; con un toque de diseño de estilo nórdico que va más allá de los objetos que vemos en muchos mercadillos, que respeta plenamente la dignidad de un material tan noble como el vidrio.
Es de Barcelona y se llama Thaïs Tel; sí, es su nombre real, no un sobrenombre artístico. Tel es su raro apellido, y confiesa que todos los Tel que hay en el mundo son de su familia. Tel al teléfono nos cuenta que no lleva mucho tiempo volcada en sus diseños de vidrio; apenas un año, bajo la marca verde-botella. Pero se ha formado a fondo y eso se nota en los resultados. Nos lo explica: Paralelamente al diseño gráfico, le dio por hacer un curso de vidrieras emplomadas; luego cursó en La Granja de San Ildefonso (Segovia) el título superior en Vidrio, tres años. Y de allí a la universidad de la ciudad turca de Eskisehir con una beca Erasmus, medio año; le sorprendió la cantidad de recursos con que contaban para desarrollar clases prácticas. Y de allí a Italia, a Bolonia, con una beca Leonardo, para seguir formándose en la cooperativa social Eta Beta, especializada en la investigación del trabajo con materiales como el vidrio y la cerámica; fue en Bolonia donde se centró en el trabajo con vidrio reciclado.
Regresó a Barcelona y Thaïs, que tiene ahora 39 años, montó su propio taller. Ahí se siente feliz trajinando, inventando, diseñando, manchándose las manos pero limpiándose la mente. Ha sacado adelante una línea más comercial, más sencilla, de básicos, con una decena de referencias -vasos, veleros, lámparas, «minihuertos», que llama ella- que se venden en una decena de tiendas en Barcelona, Madrid y San Sebastián; y otra línea más especial, más artística y creativa, de piezas únicas.
Thaïs es transparente con sus deseos para el futuro: «Poder vivir de esto». Pero reconoce que no es sencillo. «En el sur de Europa, en España, Portugal, Italia, es fácil escuchar a gente que, ante tu trabajo, dice: bah, eso lo puedo hacer yo también. Lo ven como pura manualidad. Y yo pienso: ok, que se pongan a ello, a ver qué les sale; conseguir piezas bien pensadas y bien acabadas no es fácil». Y mira con envidia a países como Suecia y Dinamarca, con los que sus diseños, de líneas limpias y elegantes, sintonizan bien. «Estoy mirando a ver cómo abrirme a mercados fuera de España; creo que es el futuro».
Y aquí es donde llegamos al punto de la reivindicación del sentido del tacto -la forma de comunicación primaria del ser humano-, en esta sociedad que vive acribillada por mensajes, pero prácticamente todos dirigidos a la vista y el oído, aunque saber escuchar al otro también es una asignatura pendiente. «Yo en una tienda no puedo evitar tocar; es como una necesidad; si no, no me hago idea cabal de cómo es el objeto». Que las yemas de los dedos transmitan una información más completa al cerebro que la mera apariencia.
Con todo este recorrido -el Mediterráneo de Barcelona, la Castilla de La Granja, el corazón interior de Turquía y la pasión italiana-, Thaïs se ha quedado fascinada con la nobleza de un material, el vidrio, que se puede reciclar una vez y otra y otra, «y siempre sigue siendo vidrio». Es como la eterna resurrección, la vida continua, el alma reencarnada mil y una veces, la reinvención constante. «Cada objeto realizado con vidrio reciclado te puede contar 4.000 historias, todas las vidas que lleva dentro…, todas las vidas que hay ahí contenidas… Y sigue siendo lo mismo, vidrio».
Visto así, resulta como un sacrilegio interceptar esa vida en círculo, venir a romperla en un vertedero. «No, no; es que es un material que no puede acabar en el vertedero».
No es que se considere Thaïs una ciudadana especialmente verde, aunque siempre le ha gustado desplazarse por la ciudad en bici, evita el uso de las bolsas de plástico y siempre ha tenido meridianamente claro lo del reciclaje: dar nueva vida, nuevo aliento, a un material que no es residuo.
Y a renglón seguido Thaïs destaca la importancia de tocar, de las texturas del papel en los dedos y del vidrio en las manos, en los labios. No son detalles, sino lo que puede marcarnos la diferencia en una sociedad a menudo tan acrítica (tan acrítica que hasta el corrector del ordenador no identifica la palabra y me la cambia por acrílica); sí, tan acrílica también, tan seguidista, tan todo vale. Reivindiquemos el tacto, el gusto, el olfato…
Lo cantaban los Beatles en 1963: «Cuando siento algo, quiero cogerte la mano». («When I feel that something, I wanna hold your hand»).
Terminemos con esta canción:
De Thaïs Tel a los Beatles. No es mala combinación. Cuestión de piel.
No vaya a ser que…
Alguna vez nos olvidemos de hacer las cosas con buen gusto y con tacto…
Que alguna vez nos olvidemos de tocar, de dar un sincero apretón de manos, de abrazar, hacer cosquillas, besar…
Comentarios
Por Marta V., el 15 noviembre 2015
Me gusta muchísimo, ¡¡ enhorabuena !!