‘The Innocents’: esa pavorosa nana que no puedes quitarte de la cabeza
El miedo siempre comienza en negro. O al menos aquí. Desde la oscuridad absoluta, la dulce voz de un niño entona una canción con el ritmo de una nana, pero con una letra muy alejada de lo que se esperaría en una canción de cuna. Habla de llanto, de soledad, de amantes y de muerte. El Suspense ha comenzado, incluso antes de empezar. Hemos entrado en ‘Suspense’, ‘The Innocents’ en su título original, un clásico del terror que, a pesar del calor, les dejará helados. El responsable: Jack Clayton.
Más tarde, pájaros que cantan y unas manos apareciendo al margen de la pantalla, unas manos temblorosas que asemejan las alas de una paloma y se entrelazan como para entregarse a una plegaria, bajo los suspiros helados de una voz femenina: «Quería salvar a los niños, no destruirlos. Quiero a los niños más que a nada. Más que nada. Necesitan afecto, amor, alguien que les pertenezca, alguien a quien pertenecer». Y tras estas palabras, un flashback y una pregunta: «¿Tiene usted imaginación?».
Que la imaginación crea monstruos es cierto, pero ¿hasta dónde llega la imaginación?, ¿hasta dónde podemos confundirla con la realidad? Eso queda dentro del universo imaginativo. Mas como el genio del pintor dijo alguna vez, es el sueño de la razón quien crea a menudo los mayores monstruos. ¿Qué es verdad o es mentira? Si alguien es capaz de decirlo que lo haga ahora, o calle para siempre.
Suspense. Suspense es el confuso nombre por el que conocemos en España a la película que hoy les proponemos, titulada originalmente The innocents y realizada por Jack Clayton en 1961. Adaptación de la magnífica novela corta de Henry James Otra vuelta de tuerca y cuyo guión cinematográfico se debe a William Archibald y, por supuesto, a Truman Capote, además de creador de los diálogos.
El argumento es muy simple, La señorita Giddens, una hermosa y solterona mujer (Deborah Kerr), es contratada por un rico caballero (Michael Redgrave) para hacerse cargo de la educación de dos niños huérfanos que viven en una apartada mansión rural junto a su cariñosa ama de llaves (Megs Jenkins). Todo al comienzo parece idílico, la casa, los niños. Pero pronto empezará a sentir y ver extraños fenómenos que le harán sospechar que los antiguos criados, muertos hace tiempo, ejercen aún una nociva influencia en la vida de los niños. La angustia y el miedo están asegurados.
Adaptada con cierta fidelidad a la novela de James, tanto el director como los guionistas se dieron la libertad de hacer algunos cambios, cambios que los lectores de la novela podrán comprobar y disfrutar (al resto sólo les aconsejaremos encarecidamente que la lean). Ambientada en la época Victoriana, todo en esta película es un juego, un juego macabro. Académica en su formato y alejada de ello por lo que se refiere al resto de su composición. Los juegos de sus protagonistas, no sólo de su historia sino de sus modos, sus miradas, sus movimientos, incluso de sus ausencias, resultan espectrales. Espíritus visibles, en los que el ánima revolotea caprichosa, dejándose caer, de vez en cuando, para provocar un suspense mayor que ése del que nos habla el título español.
Uno de los grandes aciertos del filme es su juego exquisito con la gama del lenguaje. Un lenguaje que se sale, en sus diálogos, fuera de lo establecido como corriente entre su género. Lejos de lo que se dice, siempre, siempre quedará la sensación de lo que se quiso decir. Magnífica la interpretación subjetiva entre lo que vemos y lo que oímos, que nos hará de continuo ir más adelante, más allá, y acompañar a la Señorita Giddens en su interpretación, a veces particular, de lo que acontece en aquel misterioso micromundo, para entrar en la sospecha angustiosa de que no es todo como parece ser y así llevarnos, de su mano, por la insondable senda de la carencia de algo tan estimado como es la inocencia. Les aseguro que si lo logran de tal modo disfrutaran del temor y la angustia que la mano de Clayton nos presenta.
Ésta es una espléndida adaptación en un blanco y negro memorable de una historia gótica de fantasmas, inquietante y arrebatadora, y en gran parte freudiana, gracias a los brillantes diálogos de Truman Capote. Cargada de un erotismo complejo, que rebosa por encima de la realidad que cuenta o quiere representar. La historia de una mujer frágil que debe luchar contra lo que se encuentra y contra sí misma sin poder averiguar dónde está realmente el enemigo. La historia de unos niños que sonríen sin preocupación, aunque distantes, a lo largo del día, pero que al caer la noche se introducen, al igual que el resto de la casa, en el miedo.
Pero no sólo es una película de terror, The Innocents va mucho más allá. Es el retrato psicológico -ambiguo, es cierto- de unos personajes perdidos en la soledad, no únicamente de su entorno, sino de sus vidas, de su existencia.
Clayton utiliza la cámara de una manera elegante y experta, jugando con los planos con maestría y mezclándolos de manera tal que cada uno de ellos interprete, como en la historia, algo más, algo que lo hace sorprendente y escalofriante. Impecable el trabajo del director que, poco a poco, va convirtiendo la imagen pausada y serena en algo más desquiciante (poniendo así el mundo de la señorita Giddens cabeza abajo). No duda en mostrar las apariciones a la luz del sol, o amenazantes a través de un lago, o fuera, en la oscuridad, a través de una ventana, retratando así no sabemos si la realidad o la cada vez más desequilibrada interpretación que de ella hace la protagonista. Todo ello rodado en un espectacular cinemascope de la mano de Freddie Francis, que otorga en este excelente trabajo la luz y el movimiento perfectos para la historia. Qué decir de Deborah Kerr, siempre eficaz rayando la perfección, en uno de sus mejores trabajos y con la suerte de encontrarse frente a dos pequeños actores que parecen existir para sus papeles, muy a pesar de sus madres, imagino, que pasarían especial terror viendo a sus criaturas en pantalla.
Otro de las grandes bazas de la película es su espectacular sonido, una banda sonora precisa y concienzuda repleta de sonidos ambiente, ecos tan eficaces como sobrecogedores, sin caer en ningún caso en el absurdo o la sobreexposición tan habitual en nuestros días y no sólo en el género del terror. La música de Georges Auric proporciona el punto definitivo, la guinda espectral que define el conjunto pavoroso que es la cinta, no pudiendo sacarte de la cabeza la surrealista nana compuesta con tal fin, O Willow Waly
Porque, como en alguna ocasión dijo Lorca: «La fuerza mágica del coco es, precisamente, su desdibujo. Se trata de una abstracción poética y, por eso, el miedo que produce es un miedo cósmico, un miedo en el cual los sentidos no pueden poner sus límites salvadores… porque no tiene explicación posible […] El miedo que el niño le tenga depende de su imaginación».
Dejen volar la suya hasta donde pueda llegar para disfrutar de este clásico del terror; espero que en estos días ardientes les deje, durante unas horas, helados.
Comentarios
Por Angel Fernández, el 30 julio 2015
….Un película fascinante. Con ese principio en negro y esa sombra de Capot e…Definitivamente la mejor adaptación de «Otra vuelta de Tuerca» e inspiración de muchos films posteriores («Los otros). Buen artículo 😉
Por Juan, el 31 julio 2015
Magnífica peli, angustia en estado puro, nunca podrë olvidar a esos niños y esa nana! Estupendo el artículo?
Por Pilar, el 02 agosto 2015
Qué magnífico terror a la vez que suspense. No la había visto y descubrirla ha sido todo un hallazgo para este mes caluroso de agosto. Gracias.
Por Olga, el 02 agosto 2015
La peli es brillante a la vez que compleja, me he quedado con dudas y con ganas de saber más, ahhh y he pasado un poquito de miedo.
Por César, el 02 agosto 2015
No es mi género preferido pero me produce más angustia, desasosiego y sustos una historia que muestra sin enseñar, que insinúa, que te mete en la atmósfera con una buena banda sonora, que la sangre, vísceras gratuitas y los efectos especiales que abundan hoy en día. El artículo cómo siempre muy bueno.
Por Carlos, el 03 agosto 2015
Que no se agoten las películas como estas, ni los artículos como este. Está claro que nos motivan,entretienen y nos llenan, en este caso además nos hielan la sangre y nos hacen contener la respiración.