El Thyssen y TBA21 conectan con los gritos del silencio de la Tierra
La fundación Thyssen-Bornemisza Art Contemporary (TBA21), un proyecto de Francesca Thyssen-Bornemisza, ha lanzado ‘st_age’, una plataforma digital colaborativa para presentar obras artísticas de nueva producción, con una versión expositiva en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza: la muestra ‘Avanzar con paso leve’ reúne a 11 artistas y colectivos internacionales. Se inauguró en otoño y ha sido recientemente ampliada, hasta el 17 de enero.
st_age se ha convertido en “un refugio”, en palabras de Francesca Thyssen-Bornemisza, y una llamada a la acción que invita y alienta a artistas, instituciones, profesionales y activistas a comprometerse con los problemas que la pandemia ha hecho aún más visibles en el precario momento actual. “Basándose en la experiencia de casi dos décadas de TBA21 de encargar proyectos de investigación, arquitectura y arte contemporáneo, st_age refleja una nueva misión de la fundación: generar estructuras sencillas para producir obras de la manera más ética y solidaria. ¿Qué es importante para nosotros? ¿Cómo podemos relacionarnos con los demás, humanos o no humanos, para fortalecer redes sociales y construir una comunidad de apoyo y solidaridad?”.
Llego al Thyssen un frío miércoles por la mañana y una escena me llama poderosamente la atención, una situación que podría resumir bien el feedback de buena parte del público respecto a esta exposición nada convencional. Me encuentro con una madre anciana, camina encorvada y le dice a su hija: “Yo ya no quiero ver más del museo”. “Pero, mamá, si ni siquiera has visto nada de la colección permanente”. “Yo me quedo aquí. Yo te espero aquí, que estoy bien y tranquila”. “¿Pero cómo te me vas a quedar aquí?”. Y la madre zanja por lo sano: “Sí, si a mí me encanta esperar…”.
Y así, envuelta en la penumbra de la muestra, se sienta ante uno de los vídeos. A esperar…
Seguramente esa madre ha conectado, sin saberlo, con el mensaje más profundo de Avanzar con paso leve; seguramente ese espacio semioscuro con sonidos de fuego y de fondos marinos y letanías de mujeres indígenas la ha abducido, se ha sentido bien e identificada, mas allá de perentorios encargos y dead lines, de urgencias y emergencias, prejuicios y preocupaciones, con ese avanzar a paso lento; ha sentido el mensaje de conexión de los artistas con los espíritus del planeta, con fuerzas telúricas y ancestrales que van más allá de la ramplona cotidianidad.
Leo lo que me cuenta el Thyssen de la muestra: “Las diferentes obras que conforman la exposición son, más allá de su presencia física, una llamada a la defensa del planeta, al mismo tiempo que una reivindicación de los conocimientos ancestrales, no como un canto nostálgico a las tradiciones sino como una recuperación de la conexión del ser humano con la naturaleza, y de este modo facilitar una convivencia basada en el respeto y la igualdad, asumiendo la diferencia que enriquece. Se trata de proyectos que, a su vez, son invitaciones a embarcarnos en una nueva forma de espiritualidad que nos ayuden en el proceso de transformación que supone avanzar con paso leve”.
Las obras se entretejen por todo el planeta, encerrado en los límites difusos y oscuros del sótano del museo, a través de ocho planteamientos. Como estos tres: Una avanzadilla a lo desconocido: “Una investigación de cómo a través de las palabras y los sonidos elementales podríamos finalmente descifrar el gran silencio interior”. Un cambio total de referentes: “Este tema se centra en vías de investigación alternativas en torno a problemáticas ecológicas y eco-políticas relacionadas con el aire, el agua y la tierra”. O Aprendizaje inesperado: “Ciertos tipos de conocimiento perpetúan jerarquías imperiales, sistemas de poder violentos y coloniales. Este tema explora otras formas de ser y de instruirse escuchando y desaprendiendo. El ejercicio de la libertad social abre un debate sobre qué consideramos conocimiento y sobre sus formas de acceso, custodia y transmisión”.
El Festival de los Fantasmas Hambrientos
Así, nada más entrar, nos recibe una película de 16 minutos de Yeo Siew Hua (Singapur, 1985), titulada Una invocación a la Tierra, que se filmó durante el Festival de los Fantasmas Hambrientos de 2019, una festividad tradicional budista y taoísta que honra a los espíritus de los ancestros. A la vez, grandes incendios asolaban los bosques indonesios. “El filme está dedicado a los numerosos activistas que cayeron por defender el medioambiente en el Sudeste Asiático, una región sobre la que se cierne gran número de amenazas de carácter ecológico, con la esperanza de ver renacer a sus espíritus”.
El sonido del crepitar de las llamas de los bosques asiáticos se mezcla en el planeta y en la sala con las voces de la video-instalación Sopera de Yemaya, de la estadounidense Courtney Desiree Morri: “Sopera de Yemaya explora la idea de que lo sagrado existe y se encuentra en cualquier parte. La obra se centra en la diosa Yemayá y sus siete caminos espirituales, y en la historia racial y las voces de las personas que viajaron de África a Brasil para trabajar como esclavas. Conecta con el actual movimiento estadounidense Black Lives Matter y las dificultades que las madres negras viven a diario”.
Esas llamas y esas palabras de madres negras se mezclan en la Tierra y en el Thyssen con los versos de la instalación sonora que presentan Himali Singh Soin (India, 1987) y Davis Soin Tappeser (Alemania, 1985): “Un libro de poemas que reflexiona sobre la alienación y la intimidad, la pérdida ecológica y la pérdida del hogar, e investigan la geografía y el imaginario de las regiones polares a través de una serie de documentos oníricos, cartas de amor, poemas y vaticinios”.
El cefalópodo mitológico y las Viudas del Agua
Y esas llamas, esas madres negras y esos versos se unen en la sala y en el planeta con los sonidos subacuáticos de la video-animación Octo-Durga, de Eduardo Navarro (Argentina, 1979), junto a los artistas indios BaRiya: “Esta serie de tres animaciones muestra el surgimiento post big bang de Octo-Durga, un cefalópodo bailarín que emerge de las profundidades oceánicas de una de las lunas Júpiter, Europa. Invocando la aparición fotosónica de una antigua deidad india, Octo-Durga se dedica a hacer y deshacer el yo y el no yo mediante la poesía, el gesto y el sonido, que invitan al espectador a sumergirse en un estado mental que conecta con el mundo subacuático”.
Y las llamas de los bosques asiáticos, las reivindicaciones de las madres negras, los versos polares y los sonidos subacuáticos del cefalópodo mitológico se juntan con La balada de las sirenas secas, de Patricia Domínguez (Chile, 1984), que trata de forma crítica y artística la complejidad de la gestión del agua en Chile; “para la realización de este vídeo que concibe el agua como un bien común y básico para la vida planetaria, Domínguez ha colaborado con Las Viudas del Agua, un grupo de mujeres dedicadas a la lucha por el acceso a este bien común”.
Seguramente la madre que andaba encorvada por el museo siguiendo las prisas de su hija conectó con todos esos espíritus en forma de instalaciones artísticas, con los gritos del silencio del planeta. Y se sintió, en la penumbra, descansada, avanzando leve, lenta, comprendida y bien.
‘Avanzar con paso leve, st_age expandido’ puede visitarse en la planta -1 del Museo Nacional Thyssen Bornemisza, Madrid, hasta el 17 de enero.
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