Tulsa: “Nos hicieron creer que, si no eres madre, no te desarrollas”
Tulsa acaba de publicar su séptimo disco, ‘Amadora’, que también es obra de teatro de María Velasco, por Teatro Kamikaze, y se ha editado el texto en la editorial La Uña Rota. Hoy interviene en el último encuentro X+ Música del CSIC X+ 2023 en el Museo Geominero, Madrid.
Miren Iza, que se esconde bajo Tulsa, su nombre artístico, se supera con cada nuevo disco. Amadora es su séptimo disco, y quizás su proyecto más ambicioso, que combina música y obra teatral, escrita por María Velasco para Teatro Kamizake, y estrenada en el Festival de Otoño en los Teatros del Canal, con un libro editado en La Uña Rota y un disco autoeditado en Matxitxako Records, su propio sello. “Es un disco feminista que no sale al principio de esta ola del feminismo. Está casi a la mitad, aunque, bueno, esperemos que quede mucho de feminismo, pero llegamos en un momento en el que a lo mejor la gente dice: “¡Qué pesada con la mujer y los cuidados! Entonces, precisamente, casi eso me anima más para joder”, contesta por teléfono Miren. “Si fuéramos tíos diríamos que es una obra total. Una obra transmedia total. Necesitamos que alguna amiga loca se anime a hacer la película”.
Cuando Miren escribe, tiene ese punto de captar las entrañas, las superaciones, los momentos que marcan. Pero como si hubiera un binomio de resistencia y de entrega. “Creo que me laten las dos cosas. Una especie de conformismo, y querer estar dentro del sistema. Y por otra parte, querer reventarlo. Igual es eso lo que se percibe, como una lucha interna mía, pero no contra nada”.
Sus letras tienen el poso de lo vivido, de la buena literatura, como la de su amiga la profesora y escritora Eider Rodríguez. “Me gusta la ficción suave, la poca ficción. La ficción pegada al realismo. Pero es que luego Eider tiene una forma tan brillante, tan preciosa, de escribir”.
Cuando trabaja con gente, Miren se deja llevar por los impulsos. “El montaje es muy curioso, yo me acerqué a María Velasco con una fe ciega. Le entregué el disco: ‘ahora te toca hacer a ti tu pequeña criatura, y decir lo que tengas que decir’. Tuvimos muchas conversaciones de lo que a mí me había movido. Sentí que había una resonancia muy bestia y que ella podía aportar la audacia, el humor, ser punki, y a la vez ser sesuda. Y luego entró la tercera pata, que también ha sido fundamental, la coreografía de Josefina Gorostiza. Yo las he dejado trabajar porque ellas tenían el oficio de hacer lo suyo cada una. Y la mezcla me ha gustado mucho”.
Y luego aparece la revelación: “La vida es tozuda en demostrarnos una y otra vez que casi las decisiones más adecuadas son las que se toman un poco a ciegas. Me fío, o me da un sensación de que estoy como en casa con esa persona hablando, o no, o hay una fricción, o hay un mundo común que no sabes de dónde viene”.
¿Cómo fue la experiencia de rodar con Jonás Trueba Los Exiliados Románticos (2015)? “Jonás tiró de Oda al amor efímero como origen de su guión. Jonás es una persona muy apasionada, aunque parezca una persona muy calmada. Cuando algo le gusta, y ve que hay una conversación ahí a cualquier nivel, pues se lanza. Parece una película un poco loca, de locuras domésticas. Fue una época súper feliz para mí, de esos años más despreocupados, estaba de vuelta de Nueva York. De repente esos amigos cineastas maravillosos todos majos, guapos. Lo recuerdo como un encuentro muy mágico”.
En su discografía las referencias literarias más explícitas son Autorretrato: “La escribí por el libro de Édouard Levé, y Barro, que la escribí a raíz de un poema de Miguel Hernández, pero aquí como que no tengo las lecturas tan identificadas. No hay una respuesta de las canciones a la lectura, es más un magma de cosas que han ido cayendo”.
¿Influye mucho el peso de ciertas figuras familiares? “Pues bastante. No me había dado cuenta que tengo una canción en Espera la pálida (2009) que se llama Herencia Veneno, en la que cuento un poco la historia de mi abuela, y a la vez cómo se relacionaba ella con sus propia herencia y sus propios mandatos. Eran los años 40, así que imagínate lo férreos que eran los códigos. La poquita capacidad de acción que ella tuvo en su vida. En los últimos años de su vida empezó a contar más gracias a la desinhibición frontal, se dejó conocer un poco más, y entonces escribí esa canción. Y es un poco como que no des un paso atrás, y analices un poco lo que te viene de ahí, es muy difícil detectar el deseo propio. Es muy fácil que, para cuando te quieras poner a analizar el deseo propio, ya tengas tres churumbeles, y ya no te dé tiempo a hacerlo”.
Y lo compara con su generación, del 79: “Una generación ya muy liberada, sin esos tabúes sexuales, que no teníamos que llegar vírgenes al matrimonio, o no teníamos que llegar al matrimonio en absoluto. Pero por otro lado, al menos en las mujeres, seguía habiendo como una especie de miedo a quedarse fuera de esa especie de arcadia de felicidad, que es la maternidad, la de formar la familia y todo esto. A lo mejor lo que te pasa es que te hicieron creer que sí, que esto formaba parte de la vida y que, si no eras madre, pues tu identidad no estaba del todo desarrollada. Y nuestra generación en este sentido tiene simplemente una pequeña responsabilidad, entre lo anterior y lo próximo, que ya es como la liberación máxima. Esperemos”.
Amadora emerge grandiosa entre sus dilemas, sus interrogantes, sus luchas internas, su conflicto entre el deber y el ser, entre negar sus deseos y sacrificarse. “Amadora está muy dentro del sistema e intenta desembarazarse de él, de alguna manera. Se da cuenta de que el sistema le ha esclavizado y que ella misma ha abrazado esa esclavitud, a partir de la consigna de la bondad y de la ternura. De ser una madre abnegada y mujer maravillosa y santa. Precisamente, cuando sale y pierde el miedo, entonces el sistema le parece una patraña, y lo más atractivo es vivir en el margen. No llega a tal existencia en el margen, no sabemos qué va a pasar con ella. Lo veremos en una siguiente entrega, pero ser raro y ser marginal da mucha libertad, claro”.
En la canción Amor o transferencia?, Miren Iza, psiquiatra de profesión, habla como paciente total. “Era cuestión de contarlo desde el humor y del enamoramiento de un terapeuta, que de repente está de tu lado. Y notas un alivio existencial. El personaje de Amadora, que hace Carmen Mayordomo, dice: ‘Charo, 70 euros me dijo que costaba, pero si el Orfidal cuesta 60 céntimos’. El sufrimiento mental es un privilegio de clase. Ahí está todo también. Y luego sigue con que no existes hasta que no cuentas tu historia”.
Y nos resume que “este disco va de la pérdida de algo. Sobre estar perdido, estar al otro lado del cristal, o estar como observando desde el otro lado. Los discos rebelan cosas de las que no eres consciente hasta que no lo ves publicado”. Reconoce que cuando vivió en Nueva York le conectó con la música de otra manera, porque allí la música se vive intensamente, de cerca. Y admite que su apuesta es por la independencia y la autoedición, porque hay cosas de la industria que le echan para atrás: “Una vez que te lanzas, no quieres volver a un sello”.
Tulsa interviene en el último encuentro musical X+ Música dentro de CSIC X+ 2023 hoy, domingo 17 de diciembre, a las 12 horas en el Museo Geominero de Madrid, junto a Maria Rodés y Bronquio; presentados por Natalia Sprenger locutora de Efecto Doppler de Radio 3.
CSIC X+ 2023 también incluye los X+ Labs para niños de 6 a 12 años entre los días 26 y 30 de diciembre.
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