Un libro de dátiles, playas, despedidas y migrantes del Mediterráneo
La periodista Pilar Sampietro, especializada en temas relacionados con la cultura mediterránea, conduce desde hace 16 años el programa ‘Mediterráneo’ en Radio3 (también colabora con ‘El Asombrario’ en temas de jardines, paisajes y regeneración vegetal). Últimamente el foco principal de Sampietro, aparte de todo el paisaje sonoro-musical, se centra en las crisis climáticas y sociales. Y de ahí surge el libro ‘Mediterráneo. Motivos para comenzar el viaje’ (Àfriques edicions). Recién comenzada la Feria del Libro de Madrid, en ‘El Asombrario’ os seguimos recomendando libros que cuadran en nuestra forma de ver el mundo y la vida.
En la línea marcada por grandes escritores como Manuel Vicent, el Mediterráneo de Pilar Sampietro es un bello ejemplar que traslada el agua salada al papel, con una escritura muy plástica, atenta tanto a la biodiversidad y el palpitar cotidiano de la cuenca mediterránea como a los peligros que la acechan, y que, a través de breves capítulos de poesía en prosa, se fija sobre todo en los migrantes que miran al mar como un augurio de tiempos mejores. Por eso cada capítulo y el subtítulo del libro terminan conjugando la expresión ‘comenzar el viaje’.
Os dejamos aquí unos extractos del libro hechos de cielo y salitre, arenas y pieles, dátiles, sauces, golondrinas, despedidas, melancolías y también esperanzas… Esperanzas en un futuro más luminoso, un futuro de regeneración:
“Por la mañana es más fácil divisar el horizonte. No hay nada que turbe la mirada. Quizás alguna gaviota que madruga para cortar el cielo. O quizás nubes, muchas nubes. Entonces hay que imaginar y dibujar cómo es la belleza detrás de la belleza de las nubes en el mar. Eso mismo pensaron ellos cuando aquel día, desde cubierta, supieron que comenzaban el viaje”.
“En las rocas, los erizos dibujan pecas iguales. Se esconden en sus arrugas, en espera de que una ola los bañe cada tres segundos. Desde su posición, casi a ras de agua, no es difícil distinguir la vida bajo las olas. Asoman algunos peces, unos más grandes que otros. Se les ve viajar a lo lejos siguiendo la estela de aquellos que, un día, decidieron comenzar el viaje”.
“Cuando la noche era corta, la luz del amanecer creaba olas en el cielo. Pensar en surcar ese mar allá arriba tenía sus riesgos, mejor quedarse en tierra y buscar la sal y la espuma en los recodos de las calles antiguas, en los portales oscuros que se iluminaban de azul al abrir la puerta. Quizás por todo ello, ese lugar de luz y sombra llamaba tanto la atención de aquellos que, ahora, huían decididos a comenzar el viaje”.
“Es una barca, sí, o al menos pretende serlo. Pero al llenarse de gente los tablones ceden y los clavos se doblan intentando aguantar el peso. Alguien les dijo que el mar estaba en calma, podían partir, aunque no es lo mismo al alejarse un poco de la orilla y entrar a medio rumbo. Sin embargo, han sido muchos los que hoy, de nuevo, han decidido comenzar el viaje”.
“Subamos a las terrazas y a las azoteas. Despertemos respirando el aire del día que comienza a la altura del vuelo de las gaviotas. Dejemos que la vista navegue entre antenas, torres y chimeneas y descubramos, al fondo, el mar. Esa mancha distinguida en el horizonte que nos recuerda cómo algunos, hace tiempo, comenzaron el viaje”.
“Aquella mañana decidieron dibujar su futuro. Pondrían un huerto aquí y unas casas soleadas más allá. Recogerían la energía del sol y algo del molino cercano, sólo uno para abastecer al pueblo. La economía local sería esencial y autoabastecerse un objetivo. Pero dibujar sobre la arena tiene un peligro, quizás cualquier dibujo se borre por el mar, con la prisa y la urgencia de comenzar el viaje”.
“El mar saltó el muro y nació el jardín. Había sabinas y tamarindos, estrellas y orugas de mar, campanillas y espiguillas, cardos, siemprevivas y manzanillas, alhelíes, pegamoscas y azucenas. Los caracoles tomaban el sol en sus ramas mientras gansos, garzas y cigüeñas picoteaban entre el agua. Pero pocos sabían que ese jardín se alimentaba del recuerdo de los que lo habían creado. Aquellos que, tiempo atrás, tuvieron que comenzar el viaje”.
“Al salir del edificio le dieron una tiza. En el muro dibujó el mar. Diseminó aquí y allá peces de muchos tamaños, de infinitos colores. Señaló las rocas, describió las algas, algunas medusas y, en una esquina, esbozó la barca. Al rozar con la pared, la tiza continuó sola y nacieron los rostros de aquellas que habían quedado escondidas porque nadie se atrevía a reconocer que, un día, decidieron comenzar el viaje”.
“Aquella mañana trabajaba en el huerto. Ahuecaba la tierra para las patatas y se formaban dunas. Dejaba pasar el agua hasta las acelgas y corrían meandros que parecían deltas. Las flores de las habas eran caracolas y las espinacas tomaban forma de anémona. Al levantar la vista y ver el mar, localizó la barca de velas blancas, era igual a la que usaron aquellos que, un día, decidieron comenzar el viaje”.
(Versión libre del poema ‘Ofrenda’ del poeta polaco Czeslaw Milosz, premio Nobel de Literatura en 1980).
Pilar Sampietro hará su programa ‘Mediterráneo’ de Radio 3, abierto al público, en Casa Árabe, Madrid, este viernes, 7 de junio, a las 17.00 h. En ese mismo centro presentará después el libro, a las 18.30 h.
Ese mismo día, por la mañana, la autora estará firmando libros en la caseta de Balqís, n.77, en la Feria del Libro del Parque del Retiro, Madrid. A las 12.00 h.
No hay comentarios