Un libro para aprender la lengua secreta de los bosques
Dentro de su colección ‘Guías de la Naturaleza’, la editorial Prames ha publicado ‘El lector de árboles’, a cargo del naturalista Miguel Ortega Martínez y el ecólogo forestal Julio Camarero Martínez. Un libro ideal para aprender la lengua secreta que hablan los bosques. Hablamos con ellos. “La naturaleza no nos necesita para nada. Lo mejor que podemos hacer es aprender de ella y estudiarla”.
Cuando caminas por el monte con Miguel o Julio, tienes la sensación de que van pasando las páginas de una novela. Del matorral en apariencia insignificante al árbol de porte monumental, cada ejemplar es protagonista de una narración. El argumento va desarrollándose poco a poco a través de los detalles. Si sabemos leer la corteza, las hojas o la copa, lanzaremos hipótesis sobre los años de lluvias, los últimos incendios, las plagas más agresivas y las talas periódicas. El misterio a veces se resuelve al analizar alguna de las rodajas del tronco o las ramas. Sus anillos no sólo cuentan los años de vida, también nos hablan de cómo han crecido. Sucesos traumáticos como los aludes y las riadas o su relación con otros organismos vivos, animales y hongos pueden descifrarse a través de esta lengua secreta de la que El lector de árboles es una guía iniciática.
Julio Camarero Martínez, al que llaman Chechu, se crió en Vinegra de Abajo, en La Rioja, rodeado de bosques que no han dejado de inspirarle desde entonces. Hizo una tesis sobre ecología forestal en la universidad de Barcelona y llegó a Aragón hace 25 años para estudiar los abetares pirenaicos. Le gustó tanto que decidió quedarse; ahora es investigador del CSIC en Zaragoza. Él aporta la perspectiva científica a la publicación.
Miguel Ortega Martínez nació en Valencia. Recuerda que un día de acampada, cuando era adolescente, encontró un pino y una carrasca de troncos tan gruesos que no podía abrazarlos. Volvió fascinado para contárselo a sus compañeros, pero estos se partieron de risa. Quizá entonces surgió su vocación: contagiar a los demás su entusiasmo. Tiene formación de diseñador gráfico, las fotos y los dibujos de El lector de árboles son suyos. Con Ecologistas en Acción, antes Onso, descubrió la Sierra de Guara en Huesca. Luego se convirtió en divulgador, actividad que realiza a través de visitas campestres y exposiciones como ¿Árbol grande, árbol viejo? Chechu y Miguel ya habían publicado juntos algunos artículos en revistas especializadas o en otras de espectro más amplio como Quercus.
Entre la infinidad de curiosidades que van hilando en esta historia, me cuentan que las sabinas son los árboles más antiguos de España. “Lo sabemos porque hemos trabajado con ejemplares ya muertos, caídos de riscos y barrancos, y de los cuales extraemos rodajas para datar su edad contando sus anillos. Sin embargo, los anillos eran tan estrechos que en algunas zonas resultaban inapreciables, por lo que tuvimos que recurrir al carbono 14 para estimar su edad. El resultado, con un posible error de un cuarto de siglo, fue espectacular: había nacido hace unos 1.415 años y muerto hace 223. ¡Esas edades las encontramos en arbustos con rodajas de 13 centímetros!”. Esto demuestra que los árboles o arbustos más grandes o de troncos más gruesos no son necesariamente los más viejos.
La idea del libro, me comentan, es relacionar la información de los anillos con el aspecto general del tronco y la copa. Los árboles nacen con un plan determinado para crecer que, sin embargo, las condiciones ambientales cambian. Un buen ejemplo de esto son los trasmochos, árboles silvestres que fueron podados para sacar piezas concretas de madera, bien sea para la construcción de barcos o viviendas o para leña o forraje. “Muchos de los árboles que admiramos, por sus dimensiones o su porte, son trasmochos y suelen ser de especies de frondosas como hayas, robles, chopos, sauces o fresnos. Pueden estar huecos o con pudriciones y se han convertido en un reservorio de fauna y hongos propio de bosque antiguos. Sin embargo, el cese de su explotación tradicional mediante trasmocho hace que se desmoronen y mueran, por lo que perdemos un elemento ecológico y cultural clave en muchos paisajes forestales europeos”.
La salud de los bosques
Les pregunto por la salud de nuestros bosques, pero la respuesta no es fácil y no se puede resumir aquí, me comentan. “En España la superficie de bosques ha aumentado mucho tras el abandono del campo en los años 60 del siglo XX. Tenemos más bosques y son más densos, lo que se traduce en un mayor verdor, tal y como se mide a través de los satélites. Sin embargo, estos bosques son a menudo demasiado densos y homogéneos, y además arrastran legados de su uso pasado (antes fueron talados o roturados o plantados). Densidad, homogeneidad y algunos de estos legados a veces los hacen muy vulnerables frente a incendios o sequías”.
Y como no puede ser de otra manera, también les pregunto por el cambio climático. Por un lado, subrayan que puede aumentar la mortalidad de los bosques de forma directa o indirecta, por lo que perdería parte de su capacidad para captar carbono y mitigar el efecto invernadero. Por otro, apuntan que en otras zonas los bosques están creciendo más por el aumento de las temperaturas y de CO2 en la atmósfera. “No obstante, debe quedar claro que el valor ecológico como reservorio de biodiversidad o como sumidero a largo plazo de carbono es mucho mayor en un bosque maduro que en una plantación. En muchas zonas del planeta se han realizado plantaciones masivas para atrapar carbono, pero convertirlas en bosques maduros no es factible y, si se talan, y no se usan para madera, liberaremos su carbono y éste retornará a la atmósfera”.
Quiero saber cómo puedo cuidar del bosque, les digo. “La naturaleza sabe cuidarse sola”, me recuerdan. “No nos necesita para nada. Lo mejor que podemos hacer es aprender de ella y estudiarla. Evitar los espacios naturales muy concurridos es una manera de preservarlos. En vez de ir todos al mismo sitio, es mejor buscar lugares más tranquilos. En soledad, por cierto, disfrutaremos más del entorno”. Si además contamos con El lector de árboles, mucho mejor.
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