¿Es una ardilla tonta porque no sepa contar hasta 10?

Una ardilla junto a su casita llena de cacahuetes. Foto: Pixabay.

Una ardilla junto a su casita llena de cacahuetes. Foto: Pixabay.

Una ardilla junto a su casita llena de cacahuetes. Foto: Pixabay.

“Parece muy injusto preguntar si una ardilla es capaz de contar hasta 10 cuando no forma parte de la vida de una ardilla. En cambio, las ardillas son muy buenas a la hora de recuperar nueces escondidas, y algunas aves son absolutamente expertas”. El primatólogo holandés Frans de Waal nos pone frente a nuestro cruel narcisismo humano por creernos más listos que el resto de los animales en un ensayo imperdible: ‘¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?‘. ¿Por qué medimos su inteligencia exclusivamente con nuestros criterios de humanos?

La empatía, la capacidad para identificarnos con los demás, de ponernos en su lugar, es una de las cualidades que nos definen como seres humanos. Gran parte del sufrimiento y del dolor innecesario que sobrecoge hoy al mundo sería mucho menor si la practicáramos más. Y cuando hablo de dolor no hablo solo del dolor humano, incluyo también al resto de especies que comparten el planeta con nosotros.

Pienso en todo esto después de leer ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? (Tusquets), del primatólogo holandés Frans de Waal, un ensayo fascinante que, como todas los buenos libros, resuelve muchas de nuestras dudas y nos plantea unas cuantas más.

Miembro de la Academia Americana de las Ciencias, De Waal es uno de los etólogos más importantes de la actualidad. Lleva toda la vida investigando el comportamiento de los animales, sobre todo de los primates, y, en la mejor tradición de la divulgación científica del mundo anglosajón, compartiendo sus hallazgos con el gran público. Autor, entre otros, de El mono que llevamos dentro, La edad de la empatía y El bonobo y los diez mandamientos, en su último ensayo pone patas arriba las creencias que los ciudadanos comunes y no pocos científicos aún tienen (tenemos) en torno a la inteligencia animal.

En el siglo XIX, sobre todo a raíz de las teorías de Darwin –“La diferencia mental entre el hombre y los animales superiores, aun siendo grande, ciertamente es de escala y no de tipo”, escribió el británico–, los científicos pensaban que los animales quizás podían tener algo parecido a la inteligencia humana, si bien limitada por su desarrollo evolutivo. Sin embargo, durante el siglo XX, la ciencia, salvo excepciones, volvió a colocar a los humanos en el altar de la evolución y se empeñó en demostrar que, dado que el resto de animales no respondía a los criterios de inteligencia de los humanos, es que no tenían inteligencia. Que se comportaban según sus instintos, como si fueran máquinas. Esto es lo que nos han enseñado a casi todos nosotros en las escuelas. Y han de saber que es totalmente falso, como están demostrando de Waal y otros científicos desde finales del siglo pasado y el comienzo del XXI.

El error, según de Waal, es que analizamos la inteligencia animal según nuestro prisma, no el de los animales analizados. “Nos encanta comparar y contrastar las inteligencias animal y humana, con nosotros mismos como piedra de toque. Pero conviene tener presente que éste es un planteamiento obsoleto. La comparación no es entre personas y animales, sino entre una especie animal –la nuestra– y una amplia variedad de otras especies”, asegura el primatólogo.

Para lograr resultados y comprender mejor a los animales, convendría tener más empatía hacia ellos. “Parece muy injusto preguntar si una ardilla es capaz de contar hasta diez cuando no forma parte de la vida de una ardilla. En cambio, las ardillas son muy buenas a la hora de recuperar nueces escondidas, y algunas aves son absolutamente expertas”, explica.

En algo más de 300 páginas, De Waal realiza un repaso de las investigaciones pasadas y de las más recientes en torno al comportamiento de los animales, sobre su capacidad cognitiva. Con decenas de ejemplos y una prosa muy próxima y amena, desmonta muchos de los tópicos que tenemos hacia ellos, no solo hacia los considerados primos de los humanos (los chimpancés, por ejemplo), sino respecto a otras especies, por ejemplo las aves.

El punto de partida, dice el autor, es que no se puede analizar a todas las especies por igual, cada una tiene su propia idiosincrasia y nuestro método de observación debe adaptarse a ellas. Solo así descubriremos que entre los animales también puede darse la empatía (por ejemplo en los delfines), que tienen su propia cultura (sí, han leído bien), que se organizan según estructuras de poder o que incluso pueden tener algo parecido a un sentimiento de futuro, aunque sea a corto plazo.

La investigación sobre la inteligencia animal puede equipararse, según De Waal, a lo que afirmó el zoólogo Von Frisch sobre las abejas: “La vida de las abejas es como un pozo mágico: cuanto más se saca de él, hay más por sacar”. De la misma manera que el cerebro humano sigue siendo un desconocido, aún nos falta mucho por saber sobre la inteligencia animal. Que algunos se hayan empeñado en demostrar que su inteligencia no es como la nuestra no quiere decir que no la tengan; para descubrirlo, quizás tengamos que cambiar nuestra forma de observarlos.

Al fin y al cabo, visto lo que los humanos estamos haciendo con nuestro hábitat y con nuestros congéneres, no parece que seamos demasiado inteligentes. Bastaría con tener más empatía hacia nuestros compañeros de viaje, cuidar el entorno donde vivimos, limitar y reciclar todos nuestros recursos, lo que consumimos, como hace la naturaleza, para que viviéramos en un planeta más habitable. Y no lo hacemos.

Después de leer este libro, mirará a los animales de otra forma. Y tal vez descubra que son más cosas las que nos unen que las que nos separan.

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Comentarios

  • Manuel

    Por Manuel, el 02 agosto 2016

    Hombre, comparar al humano con otro animal, sin duda ganaría el animal en inteligencia seguro, otra cosa es el conocimiento, en cuanto a lo de destruir nuestro habitad, habría que ver que haría cualquier otra especie que tuviese la densidad de población humana, es evidente que no la alcanzarían, si tenemos en cuenta tamaño y necesidad de recursos por miembro.
    Particularmente encuentro mas estupidez en la especie humana que en cualquier otra.

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