Una Constitución de la Tierra contra los nuevos amos del mundo
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Javier Milei, presidente de Argentina, y el multimillonario Elon Musk. Contra gente como esta se quiere redactar la Constitución de la Tierra. Foto: Gobierno de Argentina.
Son las 15.00 horas del miércoles 26 de febrero de 2025. Las puertas de la Biblioteca Vallicelliana de Roma se abren al paso de 80 hombres y mujeres encabezados por un anciano de aspecto jovial. Se han citado para dar respuesta a uno de los problemas que asuelan este planeta: El liberalismo y el tecno-feudalismo de los nuevos amos del mundo. Son intelectuales de diferentes ramas del saber, aunque abundan quienes vienen del mundo del Derecho. El lazo común que les une y les impulsa es una idea que podría sonar a una emocionante pero insensata utopía: la creación de una Constitución global capaz de reorganizar el mundo. Es ‘la noticia que abraza’ de febrero.
La llaman Constitución de la Tierra. Llevan trabajando en ella más de cinco años. Si alguien les preguntara en qué consiste, esta sería la respuesta común: Un demanio planetario (un dominio público global que no puede ser objeto de propiedad privada), un sistema tributario global, un sistema educativo y de servicio de salud universal y un ingreso de subsistencia global. Decir no a las armas, a las guerras, a las desigualdades, a las muertes por hambre o frío o a enfermedades, a la explotación del trabajo, a los rechazos, a las deportaciones y a la criminalización de quienes migran. Sí, en cambio, a un nuevo pacto entre Pueblos y Estados, a una Constitución de la Tierra que salve a la Humanidad de los poderes salvajes, de las potencias nucleares y de los mercados globales que están devastando el Derecho y borrando la esfera pública. Frente a las grandes transnacionales globalizadas que tributan cuando quieren y en paraísos fiscales, frente a aquellos que se apropian de ese bien común de la Humanidad que es el espacio ultra terrestre y lo explotan para lucrarse, frente a las aventuras de extermino del gobierno de Israel con la excusa de combatir el terrorismo, es necesario encontrar una alternativa democrática, un nuevo pacto de convivencia que necesariamente ha de ser global.
Su lógica es clara: Si la explotación del trabajo es global, si el desprecio racista y la represión de los inmigrantes es global, si el ataque a la salud pública y a las escuelas públicas es global, si el crecimiento del gasto militar es global, si la devastación de la naturaleza es global, si la guerra contra los pobres y los débiles es global, entonces la resistencia y la alternativa a este librefascismo planetario sólo puede ser el constitucionalismo global.
El muñidor de este concepto es un jurista y filósofo del Derecho, Luigi Ferrajoli, cuya energía, compromiso e inteligencia es capaz de enlazar a personas de ramas del conocimiento tan distintas como Adolfo Pérez Esquivel (activista argentino y premio Nobel de la Paz), Fiorella Coppola (educadora), Valerio Onida (jurista y ex presidente del Tribunal Constitucional italiano), Francesca Landini (investigadora) o Monseñor Raffaele Nogaro (obispo comprometido con causas sociales). A sus 84 años, es uno de los filósofos del Derecho más citado en el mundo latino del último medio siglo; de ahí que esa tarde una veintena de profesionales de diversas disciplinas se hayan incorporado al encuentro de manera virtual desde Uruguay, Argentina, Costa Rica… y también desde España.
La Constitución de la Tierra (que Ferrajoli compartió con el mundo en 2022 a través de la publicación del que se ha convertido en su ensayo de referencia) consta de 100 artículos en los que va prestando atención a los diferentes conflictos que deberían ser regulados para evitar un riesgo sin precedentes en la historia: la inhabitabilidad del planeta. La Humanidad podría desaparecer.
Los asistentes a la cita en esta biblioteca del siglo XVII consideran que el Derecho es una herramienta imprescindible para evitar este final. Saben que si los Estados lograran consensuar un tratado sobre la Paz (que supusiera la eliminación de las armas, de todas, no solo de las nucleares), que si llegaran a firmar un tratado sobre el medioambiente que lo protegiera a nivel planetario y con el que se pusiera fin a la destrucción de la naturaleza, por ejemplo, quizá no hiciera falta una Constitución de la Tierra. Pero ya que, por el momento, este paso no parece factible, este grupo selecto de personas se ha implicado en promover un movimiento desde abajo con el único fin de mostrar que la alternativa a la actual pesadilla no es un sueño, que es practicable, que es cuestión de voluntad política.
A través de eventos, conferencias y publicaciones, este movimiento busca generar un debate fuera del ámbito académico sobre la necesidad de una gobernanza global y una constitución mundial. En esta línea, han montado en diferentes puntos del planeta Escuelas constituyentes de la Tierra, cuyo objetivo principal es fomentar la reflexión colectiva y la imaginación crítica y teórica en torno a este concepto. Vinculadas con campus universitarios, quienes dirigen estas iniciativas pretenden estimular debates y propuestas que permitan garantizar la supervivencia y el bienestar de la Humanidad. Uno de estos ejemplos es la Escuela Constituyente Tierra CLAEH (Centro Latinoamericano de Economía Humana), abierta en Uruguay. Se trata de un grupo de investigación dirigido a estudiantes de diferentes ramas de los derechos humanos.
El horizonte al que miran todas estas iniciativas es claro: 8.000 millones de personas, 196 Estados soberanos, nueve de ellos dotados de armas nucleares, un anarco-capitalismo voraz y depredador y un sistema industrial ecológicamente insostenible no pueden sobrevivir mucho tiempo sin producir catástrofes capaces de poner en peligro la habitabilidad del planeta y la propia supervivencia de la Humanidad. La figura de Elon Musk como ruidoso altavoz de Donald Trump y jaleador del voto a la extrema derecha de AfD, Alternativa para Alemania, no es más que la constatación de este hecho. Por tanto, se impone un salto de civilización. Pero ¿por dónde empezar?
El casi centenar de personas que se reunieron el 26 de febrero en la hermosa biblioteca italiana (apenas a un cuarto de hora de la residencia del papa Francisco) acudieron a la cita para seguir llevando a cabo la labor que llevan nutriendo desde hace cinco años, cuando fundaron la asociación Tierra Constituyente: refundar la política, devolver el papel de gobierno de la economía y el de protección de los intereses de los pueblos representados y gobernados por ella, «despertar el pensamiento político de la unidad del pueblo de la Tierra, desaprender el arte de la guerra y promover un constitucionalismo mundial», tal y como lo indican en sus estatutos.
En las próximas semanas Ferrajoli y compañía compartirán un documento final con las propuestas que pusieron esa tarde encima de la mesa. Si estás interesado/a, puedes asomarte aquí y seguir el hilo.
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