Una Cumbre del Clima más…, ¿debemos esperar algo de ella?

Foto: Pixabay.

Para entender cómo hemos llegado a este lío, a esta encrucijada en la que el cambio climático, aliado con la naturaleza, nos está haciendo ver nuestra pequeñez y mezquindad, merece la pena adentrarse en la lectura de ‘Capital fósil’, de Andreas Malm. Este profesor sueco de Ecología Humana sostiene que el nacimiento del capitalismo tal y como lo conocemos es indisoluble de los combustibles fósiles, pero no porque en su momento fueran más eficientes desde el punto de vista energético, sino porque lo eran básicamente para el capital y el orden económico.

Estos días se celebra en Bakú la 29ª Cumbre del Clima Como sabemos, Azerbaiyán es un “petroestado”, corrupto, en el que la única fuente de ingresos proviene de los combustibles fósiles. No espero nada de esta cumbre, como casi de ninguna. Vuelos en avión, reuniones interminables, promesas y compromisos mínimos que ni siquiera se cumplen. El grado y medio del que hablaba la Cumbre de París ya lo hemos alcanzado y los tiempos no auguran nada bueno en la lucha climática. El fascista Trump ya está en la Casa Blanca y las acciones de las empresas petroleras y los bancos se han disparado. Es verdad que, de no haber existido estos acuerdos internacionales, la situación sería peor, mucho peor. Pero no deja de ser triste que vivamos en una época en la que parece que solo podemos luchar por lo menos malo, que no contemos con utopías, que hayamos dejado de soñar con un mundo mejor.

Para entender cómo hemos llegado a este lío, en palabras de Andreas Malm, vale la pena adentrarse en la lectura de su último libro, Capital fósil, publicado por Capitán Swing. Profesor de Ecología Humana en la Universidad de Lund (Suecia), Malm sostiene que el nacimiento del capitalismo tal y como lo conocemos es indisoluble del carbón y de los combustibles fósiles, pero no porque en su momento fueran más eficientes desde el punto de vista energético, sino también porque lo eran básicamente para el capital y el orden económico. Es un libro de historia, muy ameno, que recorre el origen masivo del carbón en la Inglaterra decimonónica hasta nuestros días. Frenar el cambio climático, nos dice este ensayista, será imposible si no cambiamos el orden económico mundial. Solo así lograremos prescindir de los combustibles fósiles y bajar la temperatura del planeta.

Malm destaca la importancia que el uso de la energía (y ahí el doble sentido de la palabra en inglés, power) ha tenido para el capital. Y se lamenta de que las ciencias sociales no hayan tenido en cuenta con suficiente atención este aspecto, tampoco la historia ambiental. Ni esta última “ni la historia del trabajo han sido, cada una por sus propias razones particulares, demasiado aficionadas a unir la línea de puntos que conecta trabajadores y medio ambiente, clase y clima. El mismo silencio reina en la investigación sobre la energía en la Revolución Industrial. De hecho, el cambio climático como tal sigue siendo principalmente objeto de las ciencias de la naturaleza, a pesar de las recientes muestras de interés de las ciencias sociales”. Esa izquierda que siempre miró de soslayo los temas ambientales y las cuestiones ecosociales, como si no tuvieran que ver con la lucha de clases, se equivocó de lado a lado.

De hecho, como cuenta Nathaniel Rich en Perdiendo la tierra (Capitán Swing), en 1979 ya sabíamos casi todo lo que conocemos hoy sobre el cambio climático, incluso cómo detenerlo. A pesar del empeño de científicos, activistas, ecologistas y periodistas, quienes intentaron trasladar a la opinión pública y a los gobiernos la gravedad de la situación, los 80 fueron años perdidos, años fundamentales, en los que aún se podía haber dado la vuelta al desastre, pero el empuje de los negacionistas, movidos por cínicos a los que solo les mueve el beneficio, impidió que nos descarbonizáramos.

Los efectos de la emergencia climática, que desembocará en un colapso si no actuamos de verdad, los estamos viendo ya. No voy a abundar en la tragedia de Valencia, pero no se ha puesto el foco, o no lo suficiente, en la responsabilidad que las corporaciones petroleras tienen en el desastre climático. Se lo preguntaba hace poco Eliane Brum en el diario El País: ¿Por qué no se culpa a las corporaciones de fósiles por lo de Valencia? Lo que quiero gritar, escribe esta activista y escritora, “aunque sea con las palabras escritas más elegantes que encuentro, es que con 1,5 grados estamos viendo catástrofes como la de Valencia en distintas regiones del mundo. Con un aumento de la temperatura de 3 grados, no habrá prevención, mitigación ni adaptación que den abasto. Como descubrieron los valencianos de la manera más brutal, no solo les pasa a los demás. O plantamos cara a las corporaciones fósiles –y obligamos a gobiernos y parlamentos a defender el bien común y no los beneficios de un puñado de multimillonarios– o la catástrofe nos alcanzará”.

Desde hace tiempo pienso que el Tribunal Internacional de la Haya, además de a Netanyahu, debería juzgar por crímenes contra la vida en la Tierra a todos los responsables del desastre climático. Sería un paso fundamental para caminar hacia el otro orden mundial que necesitamos.

“Hasta ahora, los científicos de la naturaleza se han limitado a interpretar el calentamiento global como un fenómeno de la naturaleza; sin embargo, de lo que se trata es de rastrear sus orígenes humanos. Solo así podremos mantener al menos una posibilidad de modificar su curso”, escribe Malm en Capital Fósil, parafraseando a Marx y Engels.

Para recuperar el impulso, rearmar el coraje, y hacer frente al tecnofascismo climático, qué mejor que releer a los clásicos. La editorial Nórdica ha reeditado El manifiesto comunista (es el segundo libro de pensamiento occidental más difundido después de la Biblia), en una hermosa edición ilustrada por Fernando Vicente. Como señala Manuel Rodríguez Rivero: “Ahora que tantos fantasmas de signo contrario (ideológicos y de carne y hueso) recorren la vieja Europa, si creen que su contenido es pura arqueología, reléanlo sin prejuicios. Comprobarán que, como les sucede a todos los clásicos, es una obra que nunca termina de decir lo que tiene que decir”.

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

No hay comentarios

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.