Una novela gráfica sobre zorras, cerdas y otros animales lésbicos
A veces nos comportamos como verdaderas cerdas, zorras o leonas. Otras, sin embargo, somos las gacelas que corren frente a un depredador, tratando de salvar el pellejo. Este comportamiento tan animal del ser humano tiene lugar, sobre todo, cuando nos sumergimos en el salvaje mundo de las apps de citas. De las ‘bollerapps’ y de muchas cosas más habla ‘Como comida’, la novela gráfica ideada por la artista e ilustradora Lidia Toga y la trabajadora social y activista Flor Martínez Yustas.
En el fondo, todos somos un poco animales. Todo el mundo conoce a alguien tan fiel como un perro, tan arisco como un gato, tan listo como un lince o tan atrevido como una pantera. Sorprende ver cómo nuestro comportamiento, a veces, puede asemejarse al de seres desmemoriados y viscerales, que actúan por impulso, sin ningún tipo de conciencia o escrúpulos. Pero así es. Nos dejamos llevar por la pasión, o por el miedo, y en ocasiones nos comportamos como verdaderas cerdas, zorras o leonas. Otras veces, sin embargo, somos las gacelas que corren frente a un depredador, tratando de salvar el pellejo. Este comportamiento tan animal del ser humano tiene lugar, sobre todo, cuando nos sumergimos en el salvaje mundo de las apps de citas.
De esto, y de muchas cosas más, habla Como comida, la novela gráfica ideada por la artista e ilustradora Lidia Toga y la trabajadora social y activista Flor Martínez Yustas. Fue presentada hace algunos días en La Juan Gallery, espacio dedicado a las artes vivas, de la mano de la editora y librera Paloma Reaño, que se encargó de dinamizar el encuentro en la mítica galería de performances, donde las tres nos recibieron enfundadas en máscaras de animales.
En Como comida, que narra el proceso de recuperación de una lesbiana destrozada tras la ruptura de una relación de diez años, todos los personajes son antropomórficos. Sin ir más lejos, la protagonista es una mujer con cabeza de zorra que quiere disculparse con sus amigas por haber desaparecido del mapa varios meses, durante los cuales ha estado inmersa en una vorágine de citas y fiestas con desconocidas, no exentas de encuentros sexuales. Gracias a su peculiar manera de transitar el duelo por la pérdida del ser amado, Zorra logra recuperar su deseo y emprende un camino de amor hacia sí misma.
La idea del proyecto surgió, precisamente, durante una cita Bumble entre las autoras, en la cual pasaron la mayor parte del tiempo hablando sobre sus ex. “Tengo que dibujar esto”, se decía Lidia a sí misma y, aunque la cita fue corta, decidieron abrir un Drive en el que volcar sus experiencias y poner en común sus ideas sobre la jungla de las apps. Aunque, en un primer momento, lo que querían hacer era un fanzine cutre, enseguida se dieron cuenta de que lo que tenían entre manos era mucho más grande. “Al final, nos ha salido un libro de más de cien páginas… y con lomo”, confesaron entre risas.
Con claras referencias a BoJack Horseman, la popular serie de animación de Netflix, este bestiario de bolleras, lleno de humor negro y sarcasmo, pretende poner el foco en conflictos como la cosificación de las mujeres, el consumo de cuerpos, el racismo, el clasismo y la lesbofobia. Sobre este último aspecto, Lidia se quejó de la plumofobia existente entre las lesbianas, donde, por el mero hecho de tener el pelo corto, una ya es considerada masculina y, por ello, puede ser rechazada y marcada a fuego como no femenina, como si se tratase de una res.
Durante el encuentro, se hizo hincapié en las nuevas formas de relacionarnos de manera sexoafectiva, a través de las apps, y de cómo a veces utilizamos términos económicos para referirnos a los vínculos. Todos hemos oído alguna vez eso de “he invertido mucho en esta relación” o quizá expresiones más actuales, como “esta persona ya no me renta”, como si estuviésemos hablando más de un tipo de interés que de un ser humano.
Vivimos en una sociedad en la que un algoritmo hace las veces de Celestina y donde uno ha de ser muy rápido si quiere ligar, “especialmente en el mundo bollo, porque a la segunda cita ya se han echado novia”, bromeaban las autoras. Bumble, por ejemplo, avisa a sus usuarias cuando hay una abeja nueva en la colmena, por lo que la propia app parece animarlas a zumbarle alrededor antes de que se la quiten, promoviendo así la competencia entre ellas y el consumo de cuerpos.
Peor aún es lo que se comentó sobre Tinder, que aparentemente empareja a las personas en función de un ranking secreto de deseabilidad, basado en parámetros como la belleza, el coeficiente intelectual o el capital social o cultural, tema que aborda la periodista francesa Judith Duportail en su libro El algoritmo del amor. Es decir, “si Tinder te pone un 6, solo podrás relacionarte con gente de 6, para que te sigas enrollando con personas de tu misma clase social”, comentaba Flor.
Para superar su ruptura, la protagonista de Como comida se ve abocada a la tiranía de dichas apps, acumulando experiencias que no acaban de satisfacerla. “Pero el sexo puede ser con cuidados también”, afirmaba Lidia, sin comprender por qué estaba tan mal vista la actividad sexual. Es cierto que la protagonista “folla con mucha gente, pero luego no da los buenos días”; eso también forma parte de su proceso de duelo.
Como comida es una especie de guía que cuenta “los pasos que debes dar cuando todo se ha hecho pedazos y tienes que empezar de cero”. “Se trata de una vuelta al cuerpo, un renacimiento físico, que te obliga a conocer gente nueva y a redescubrirte en otras personas, a través del sexo y el afecto”.
En definitiva, este viaje por las bollerapps propuesto por Flor y Lidia, lleno de ironía y de situaciones hilarantes, es un himno a la liberación sexual femenina y a las ganas de resurgir de las propias cenizas, cual ave fénix.
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