Una tarde con Susan Sarandon en Madrid (y no se mordió la lengua)

La actriz Susan Sarandon en Sitges. Foto Moritz Barcelona.

No podía haber mejor plan en Madrid el pasado martes, 4 de junio, que acudir a la sede de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas para ver, oír y disfrutar de Susan Sarandon, una de las mejores actrices de los últimos tiempos, cuya voz siempre está lista para alzarse contra las injusticias. El encuentro, organizado exclusivamente para académicos, llenó las 176 butacas del salón. 175 estaban ocupadas por profesionales del séptimo arte; la otra, por una periodista infiltrada, que se moría de ganas de contar lo que estaba sucediendo, a sabiendas de que no podía. La prensa no fue convocada al evento. Sarandon regaló un titular cada vez que abrió la boca, con un recuerdo especial para Palestina. ¿Cuál de los deberes pesa más en una periodista que asume humildemente su condición de intrusa? ¿Obedecer? ¿Informar?

Me van a perdonar la elipsis temporal, pero verán que justifica la crónica que están leyendo. Tras 90 minutos de generosa charla, donde la actriz reivindicó el fin del genocidio del Estado de Israel contra el pueblo palestino y la inmediata necesidad de reconocerles como Estado, Sarandon recordó que fue despedida de su antigua agencia de representación por estas críticas. Aunque sus actuales publicistas le han pedido “contención en asuntos políticos”, suplica: “Sé que mi agencia me va a regañar, pero me encantaría que todo lo que he dicho estuviera mañana en los periódicos”. Entenderán que sus deseos pesen para mí bastante más que cualquiera de esas órdenes dictadas para ser quebrantadas por una causa justa. Si la grandísima Susan Sarandon no se amilana ante una bronca, al menos en eso, vamos a tratar de estar a su altura.

Su presencia en la Academia fue a menudo interrumpida por sinceros aplausos. Un improvisado portavoz gritó “We love you” desde el fondo de la sala. Todos y todas queremos a Susan, pero ¿a quién ama Susan Sarandon? Accede a su butaca vestida de negro, camisa, pantalón y zapato plano, con un aspecto tan lozano que nadie diría que la noche anterior salió de fiesta. Una veterana revista española de las que marcan el dichoso life style le daba un premio y fue Pedro Almodóvar el encargado de entregárselo. Cuentan que Susan acudió a la glamurosa gala con un pelo blorange, tono tendencia, y un vestido cutout, con el que imparte al mundo una lección de beauty. Para que luego digan que en España somos tímidos con el inglés.

“A Almodóvar le gustan las mujeres; estoy segura de que es divertidísimo rodar con él”, exclamó rotunda después de preguntar si en Europa se rueda un cine más femenino que en el resto del mundo. “Tendremos que empezar a contar nuestras propias historias. Yo he tenido mucha suerte, porque lo habitual es que los mejores papeles se escriban siempre para hombres”.

Susan Sarandon compone un convincente elogio a la vulnerabilidad. Incapaz de separar su personalidad de su trabajo, asegura que interpretar es como viajar a otro planeta y que solo le convencen los papeles que le permiten “bailar”. Inquieta diagnosticada, durante el rodaje de la mítica Thelma & Louise, junto a Geena Davis, no dudó en pedirle a Ridley Scott, el director, que la dejara bajarse de aquel coche, “aunque fuera para pisar el suelo del desierto”. “Hay que escoger historias emocionantes”.

En tiempos pensaba en los horarios de sus hijos, pero ahora que son mayores (Eva 38, John 34 y Miles 31) es dueña de su tiempo. Reconoce que John Turturro es una de sus debilidades. “Le digo siempre que sí, porque pienso: ¿quién le va a financiar esta locura? Y luego acabamos haciendo Romance & Cigarettes, la comedia musical con James Gandolfini y Kate Winslet, una de las películas más raras que he hecho en mi vida”, explicó entre carcajadas.

¿Qué pasa con la política? ¿Y con el feminismo? Alguien cogió el micrófono para lamentarse de que en España la cultura en general y el mundo del cine en particular  son maltratados por la derecha. “Bueno, nosotros hacemos presidente de Estados Unidos a cualquier actor”, respondió Sarandon. “Tendremos que escoger mejores intérpretes. ¡Cuidado!, también hay mucha gente de derechas en el mundo del cine. Pensar que Hollywood es de izquierdas es un mito”.

Y siguió con sus perlas: “Tener vagina no te hace mejor persona”. “Pena de muerte no solo me dio un Óscar, sino que me cambió la vida”. “Nunca hubiera rodado  Thelma & Louise de haberse planteado como la historia de una venganza”. “El Profesor Chiflado es una película política, porque la chica se va con el gordito”. “Amo a las mujeres, aunque no he tirado la toalla con los hombres”. “Vivimos una especie de nuevo macartismo”. Y el gran broche: “Gracias por invitarme a venir y dejarme  hablar de lo que quiero”, agradeció volviendo a citar a Palestina.

Esa tarde Susan Sarandon fue Dios(a) y, con permiso de Fernando Trueba, Wilder su profeta. Prediquemos su palabra. ¡Gracias, Susan!

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