Unos americanos en París

James Abbott McNeill Whistler. ‘Nota en rojo: La siesta’. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 149 © Terra Foundation for American Art.

James Abbott McNeill Whistler. 'Nota en rojo: La siesta'. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 149 © Terra Foundation for American Art.

James Abbott McNeill Whistler. ‘Nota en rojo: La siesta’. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 149 © Terra Foundation for American Art.

“Dios mío, me gustaría más ir a Francia que al cielo”. Lo llegó a decir William Merritt Chase, uno de los máximos representantes del grupo de artistas que se quedaron prendados de las pinceladas de luz de Manet y Monet. El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid abre sus puertas a estos artistas poco conocidos en España, a través de la muestra ‘Impresionismo americano’, del 4 de noviembre al 1 de febrero.

Claude Monet confesaba estar harto de que llamaran todos los días a la puerta de su casa de Giverny pintores americanos que deseaban conocer a uno de los maestros del impresionismo. Eran peor que una plaga bíblica. Un ejército de fans pedía verle, seguir sus pasos por los jardines, tocarle el borde de la levita. La fonda de la pequeña localidad francesa estaba a rebosar de esta singular colonia de artistas que acudían a la llamada de la luz y el color. Monet se dejaba querer, pero tantos moscones a su alrededor consiguieron agobiarle. Butler, uno de aquellos pintores turistas llegó más lejos, se casó con su hijastra Suzanne Hoschedé en 1892, y la boda la reflejó en uno de sus óleos Theodore Robinson (La marcha nupcial), otro de los americanos que gozó del favor del maestro de los nenúfares.

“Los pintores americanos llegaron tarde al Impresionismo”, señala Katherine M. Bourguignon, comisaria de la exposición Impresionismo americano y conservadora de la Terra Foundation for American Art Europe, que desembarca ahora en el Thyssen de Madrid, organizada por el Musée des Impressionnismes Giverny y la Terra Foundation for American Art, en colaboración con las National Galleries of Scotland y el Museo Thyssen-Bornemisza. La muestra analiza el modo en que los artistas norteamericanos descubrieron el impresionismo entre las décadas de 1880 y 1890, así como la interpretación propia de este estilo que desarrollaron hacia 1900. Las obras de Cassatt, Sargent o Whistler reunidas en la muestra fueron la avanzadilla en el desarrollo del impresionismo en Europa, mientras que las de Theodore Robinson o Childe Hassam, cien por cien americanas, muestran una asimilación más pausada de la nueva técnica.

Cuando el grupo de impresionistas franceses hizo su primera exposición en París en 1874, apenas hubo noticia del acontecimiento al otro lado del Atlántico. Conforme pasaban los años y el fenómeno adquiría notoriedad, los artistas americanos pasaron de la sorpresa primera a la crítica y a veces al enfado, por lo que consideraban “un ultraje a la pintura”. Algunos de los que luego llegarían a abrazar la nueva fe, como J. Alden Weir, llegaron a decir que nunca en su vida habían visto algo más horrible, y Ellen Day Hale, impresionista convencida, lo expresaba con más contundencia: “Te hace sentir enferma”.

John Leslie Breck. 'Niebla y sol de la mañana', 1892. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 19 © Terra Foundation for American Art.

John Leslie Breck. ‘Niebla y sol de la mañana’, 1892. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 19 © Terra Foundation for American Art.

Aunque artistas como Whistler, Mary Cassatt y John Singer Sargent llevaran algunos años viviendo y exponiendo en Francia, hubo que esperar a la exposición de los grandes del impresionismo francés, organizada en Nueva York en 1886 por el marchante Paul Durand-Ruel, para que los norteamericanos se subieran al carro del movimiento. Se tomaron su tiempo y no se rindieron al impresionismo hasta diez años después de su entronización en Francia. Las noticias sobre esta nueva corriente llegaban no obstante a través de coleccionistas que viajaban a Europa y volvían cargados de cuadros de Monet, Pissarro y Renoir. Pero cuando el público neoyorquino observó de cerca las pinturas se mostró sorprendido y encantado: “Es la repetición del raro y violento colorido y la disonancia lo primero que observa el espectador”, corearon los críticos. Fue un shock. Se sintieron noqueados por el colorido, los temas. La popularidad de la nueva corriente fue tal que un periodista escribió con mucha sorna: “Hay Monets para aburrir en la Sexta Avenida”.

Cautivados por los franceses, Theodore Robinson, William Merritt Chase, Dennis Miller Bunker, Edmund C.Tarbell o John Henry Twachtman fueron los pioneros en meterse de lleno en el impresionismo. En 1889, el movimiento ya había echado raíces en Estados Unidos y en 1900 se convirtió en el estilo dominante. Curados de su admiración por los jardines de los pintores franceses, los americanos comenzaron a darse cuenta de que ellos también tenían paisajes esplendorosos; comprendieron que sus marismas, sus campos y sus árboles no tenían nada que envidiar a los de Giverny. América se reponía de una sangrienta guerra civil y Estados Unidos vivía en los finales del siglo XIX una etapa de gran crecimiento económico. Qué mejor cosa entonces que adoptar el impresionismo para la clase media con sus fabulosos colores, composiciones y personajes.

Bunker y Robinson, los primeros americanos que deciden coger el toro por los cuernos, peregrinaron a Francia en busca de la Meca. Ambos aprendieron la técnica y enseguida se atrevieron a reflejar con sus pinceles los grandiosos panoramas americanos. “Dios mío, me gustaría más ir a Francia que al cielo”, llegó a decir William Merritt Chase, quizá el más paisajístico de todo el grupo. Chase dejó atrás su clasicismo y se lanzó a pintar al aire libre con colores vibrantes y cálidos. Sus óleos de parques de Manhattan y Brooklyn no desmerecen en nada de los de sus contemporáneos franceses. Uno de ellos, In the park –a By-Path (1889), de la colección de Carmen Thyssen-Bornemisza, con una niña caminando con pasos vacilantes y sujetándose al muro del parque es una delicia muy parisina.

Si Manet sorprendía por la luz, de Monet los americanos admiraban el color y los reflejos. Observar en la exposición del Thyssen Almiar. Efecto de nieve (1891), fruto de la obsesión que corroía a Monet por apresar lo que experimentaba, y a su lado los pajares de John Leslie Breck Mañana con niebla y sol (1892) pintados a su imagen y semejanza en un único día de otoño, no tiene precio. Breck fue uno de los pintores del círculo íntimo de Monet al que luego éste desterró de Giverny por intentar casarse con Blanche, otra de sus hijas. Demasiados maridos pintores para esa casa, debió de pensar don Claude.

John Singer Sargent. 'Dos mujeres dormidas en una barca bajo los sauces', 1887. Museu Calouste Gulbenkian, Lisboa. ©Calouste Gulbenkian Foundation / Museum, Lisboa/ Foto: Catarina Gomes Ferreira.

John Singer Sargent. ‘Dos mujeres dormidas en una barca bajo los sauces’, 1887. Museu Calouste Gulbenkian, Lisboa. ©Calouste Gulbenkian Foundation / Museum, Lisboa/ Foto: Catarina Gomes Ferreira.

Choca encontrarse en la exposición con obras de Degas, que nunca se sintió un impresionista. De hecho, abominaba de la adscripción. Pero ejerció gran influencia en la pintura de Mary Cassatt, la más francesa de las pintoras americanas. Aunque nacida en Pensilvania, vivió toda su vida en tierras francesas e incluso llegó a recibir la Legión de Honor, distinción que también fue concedida a Whistler. Cassatt abre la primera parte de la muestra, los impresionistas americanos en Europa, con su serie de delicadas pinturas de madres e hijos en tonos azules –Mujer sentada con su hijo en brazos (1890), o la reconocida Verano (1894). Junto a ella, otro grande, John Singer Sargent. Amigo personal de Monet, con quien debatía largo y tendido ante los fogones de la cocina azul del pintor en la casa de Giverny, su etapa junto al maestro se tradujo en varios óleos pintados a plein-air en tierras bretonas y en la campiña inglesa. Childe Hassam también pasó varios años en Francia y sucumbió a los efectos impresionistas, aunque con un estilo mucho más academicista (El día del Grand Prix, 1887). Algún crítico dijo al ver sus obras que Hassam tenía a Renoir en la cabeza. De regreso a Nueva York, se dedicó a pintar la ociosidad de las mujeres de clase media en los perfectos parques de Chicago o Nueva York.

Hacia 1890, los americanos volvieron a casa. Y aplicaron todo lo aprendido en tierras galas. Miraban su entorno con lentes parisinas. John Henry Twachtman pintó solitarios paisajes de Connecticut o desoladoras escenas cubiertas de nieve. Edmund C. Tarbell y Frank W. Benson se dedicaron a retratar a mujeres y niños con blancos vestidos vaporosos con la naturaleza de fondo. La mecha impresionista había prendido y pronto el llamado grupo de Los Diez -Benson, Dewing, Rodefer De Camp, Hassam, Willard Leroy Metcalf, Robert Reid, Edward E. Simmons, Tarbell, Twachtman y J. Alder Weir- dimitieron de la Sociedad de Artistas Americanos para formar el grupúsculo disidente de la Academia, muy al modo del Salón des Refusés parisino. Ya eran impresionistas americanos y encaraban el siglo XX cogiendo el cetro de la modernidad. París, años después, dejaría de ser la capital del arte y cedería el testigo a la inquieta Nueva York.

‘Impresionismo americano’. Del 4 de noviembre al 1 de febrero de 2015 en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. 

William Merritt Chase. 'Por la mañana en el espigón, Shinnecock', 1897. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 30 © Terra Foundation for American Art.

William Merritt Chase. ‘Por la mañana en el espigón, Shinnecock’, 1897. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 30 © Terra Foundation for American Art.

Childe Hassam. 'Pabellón de la horticultura, Exposición Universal Colombina de Chicago, 1893. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 67 © Terra Foundation for American Art.

Childe Hassam. ‘Pabellón de la horticultura, Exposición Universal Colombina de Chicago, 1893. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 67 © Terra Foundation for American Art.

Edmun C. Tarbell. 'En el huerto', 1891. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 141 © Terra Foundation for American Art.

Edmun C. Tarbell. ‘En el huerto’, 1891. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 141 © Terra Foundation for American Art.

John Singer Sargent. 'Dennis Miller Bunker pintando en Calcot', 1888. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 130 © Terra Foundation for American Art.

John Singer Sargent. ‘Dennis Miller Bunker pintando en Calcot’, 1888. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 130 © Terra Foundation for American Art.

Frank Weston Benson. 'Bajo el sol', 1909. Indianapolis Museum of Art. Indianaponis, Indiana. John Herron Fund. © Indianapolis Museum of Art ©The Frank W. Benson Trust.

Frank Weston Benson. ‘Bajo el sol’, 1909. Indianapolis Museum of Art. Indianaponis, Indiana. John Herron Fund. © Indianapolis Museum of Art ©The Frank W. Benson Trust.

Mary Cassatt. 'Mujer sentada con un niño en brazos', 1890. Museo de Bellas Artes de Bilbao. © Museo de Bellas Artes de Bilbao.

Mary Cassatt. ‘Mujer sentada con un niño en brazos’, 1890. Museo de Bellas Artes de Bilbao. © Museo de Bellas Artes de Bilbao.

Mary Cassatt. 'Otoño'. 1880. Musée des Beaux Arts de la Ville de Paris, Petit-Palais. París. © Petit Palais / Roger Viollet.

Mary Cassatt. ‘Otoño’. 1880. Musée des Beaux Arts de la Ville de Paris, Petit-Palais. París. © Petit Palais / Roger Viollet.

Theodore Robinson. 'El cortejo nupcial'. 1892. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 127 © Terra Foundation for American Art.

Theodore Robinson. ‘El cortejo nupcial’. 1892. Terra Foundation for American Art, Chicago. Daniel J. Terra Collection, 1999. 127 © Terra Foundation for American Art.

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Comentarios

  • Nely García

    Por Nely García, el 03 noviembre 2014

    Por haber vivido y expuesto mis obras en París, conozco las pinturas expresionistas francesas, pero desconocía las americanas. Las aquí plasmadas me parecen interesantes, aunque las que más me impresionan son : «En el Huerto» de C. Tarbell y «Dos mujeres dormidas» de Jonhn Sunger, por la riqueza de su colorido.

  • Francisco Ángel

    Por Francisco Ángel, el 03 noviembre 2014

    El impresionismo americano aunque llegue tarde al epicentro de París, es digno de ser visitado-admirado, disfrutar de sus cuadros, de haber aprendido las técnicas del arte del siglo XIX que se desarrolló con todos los honores. De América estamos acostumbrados por la influencia de la propaganda a relacionarla con las marcas de productos nefastos en algunos casos e incluso con intención de cambiarnos nuestros hábitos o costumbres europeas. Pero tienen sus artistas, no solamente vaqueros, indios, bebidas con gas, sopas, comida rápida.Deslumbró un nuevo método de representar la vida cotidiana, la naturaleza, el paisaje. Pero dentro de mi ignorancia como experto en arte pero si observador de lo que me gusta o atrae y entiendo, no debemos olvidar a nuestro GOYA, diría el iniciador de ese impresionismo que los franceses supieron plasmar en sus cuadros.

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