‘Valentino’: los personajes de Natalia Ginzburg mueren de deseo
Pocas páginas para una descomunal historia de amores prohibidos y mujeres teledirigidas por la pobreza, por la envidia y por el desencanto. Una pequeña enorme novela que Natalia Ginzburg (Palermo, 1916 / Roma, 1991) escribió en 1957 y ahora retoma la editorial Acantilado. Pensé que después de haber leído tanto a Natalia Ginzburg nada en su narrativa podría sorprenderme ya, pero me equivoqué, porque no había leído ‘Valentino’, porque no me había adentrado en su enérgica brevedad, porque no había convivido aún con Caterina y la rigurosa forma de observar a quienes la rodean.
No descubro nada si digo que Natalia Ginzburg siempre tuvo predilección por las historias narradas desde lo mínimo. Tampoco lo hago si digo que sus novelas son pequeñas obras de arte emocional y narrativo, severas enmiendas contra la ignorancia. Resulta siempre milagroso comprobar cómo depura la estética de sus libros, cómo hace hincapié en lo estrictamente necesario. Su prosa limpia, reglada por su particular visión de la sociedad y de sus habitantes, ha hecho de su literatura un apreciado eje intergeneracional.
En la sencillez de su mirada, reside el éxito de esta brevísima, pero también durísima novela, que habla de las guerras que se libran en todas las familias. Y que lo hace con un desapego y una templanza que hacen temblar de estupor a quien se sumerge en su lectura.
Valentino es una novela con un poderoso ritmo lento que va hilvanando la vida de un pequeño puñado de hombres y mujeres heridos por distintas razones. Valentino, su falso protagonista, es un narcisista al que sus padres convierten en el hijo predilecto, pero también en el hijo pródigo al que entregan su vida entera y sus mejores intenciones. Un hijo que dentro de su mirada es un triunfador de catálogo y que, sin embargo, no es más que un vago y un vividor que guarda un punzante secreto entre los pliegues de sus trajes hechos a medida.
Ginzburg dibuja a través de unas poderosas pinceladas personajes capaces de detallar los entramados existenciales de la sociedad a la que pertenecen.
Valentino parece una novela sencilla mientras se avanza en su lectura, pero la realidad es que se trata de una historia cuidada al milímetro, sazonada a través de las mejores reflexiones, de las más cáusticas denuncias por parte de la autora. Valentino es una férrea novela costumbrista que refrenda el eco de la gran obra de la autora italiana, pero que da un paso más allá por la voluntariosa asepsia con que narra el drama que contienen sus páginas.
Ginzburg es firme en todo momento, jamás se deja vencer por ese ruido de fondo, por ese canto de sirena que resulta ser el fatídico secreto sobre el que vertebra esta historia. Valentino es una historia para descubrir, cualquier pista que se ofrezca sobre ella es un atrevimiento que en la próxima vida contará como grave pecado para quien lo haga.
Solo diré que Ginzburg contempla el mundo con prestancia y lejos del desasosiego al que incitan sus erráticos movimientos. Que sus novelas carecen de la manida ambición del resto de sus contemporáneos. Ginzburg dialoga con pragmática naturalidad con la causalidad de cada uno de sus personajes; no juzga y batalla con ahínco para despojarlos de sus dudas.
Valentino es una novela trágica sin que la tragedia juegue un papel fundamental en su rotundo éxito argumental.
Valentino es una novela redonda en la que nada es lo que parece, una novela en la que el agua turbia de la mentira y las apariencias anega la boca de quien necesita gritar su verdad a toda costa.
Valentino es la novela en la que la mayoría de los personajes mueren de amor, sin que para ello la talentosa Ginzburg haya tenido que escribir una previsible historia de amor.
No dejéis de leerla, porque es un libro duro, pero también delicioso, y, como decía al principio de este texto, con esa sublime dedicación de Ginzburg hacia lo mínimo. No dejéis de leerla porque la trama y sus personajes están depurados al máximo sin que por ello su brevedad incomode.
Pocas páginas para una descomunal historia de amores prohibidos y mujeres teledirigidas por la pobreza, por la envidia y por el desencanto. Os enamoraréis de todas ellas, de Clara, de Maddalena, de la ya mencionada Caterina y os enamoraréis sobre todo de las ausencias que marcan las presencias en este libro.
‘Valentino’. Natalia Ginzburg. Acantilado. Traducción de Andrés Barba. 75 páginas.
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