‘Verso suelto’: el poder del deseo entre mujeres y el cine que las ilumina
El escritor Use Lahoz acaba de presentar novela, ‘Verso suelto’ (ediciones Destino), que parte, como dice el propio autor, “de la vulnerabilidad de un personaje femenino que en la adolescencia debe enfrentarse a conflictos internos, como su atracción por otras chicas, y familiares, como la separación de sus padres y los aprietos económicos’. Como colaborador de ‘El Asombrario’, Use Lahoz desarrolla en este artículo una de las claves de Sandra, la protagonista de su novela: cómo el cine guía su trayectoria vital. Repasamos aquí películas que marcan el carácter de esta mujer. Desde ‘Gertrud’, de Dreyer, en busca del amor absoluto; a ‘Las amargas lágrimas de Petra von Kant’, de Fassbinder. De Ken Loach a Agnes Varda.
Para Sandra, la protagonista de mi última novela, Verso suelto, el cine y los libros son algo más que entretenimiento. Los personajes de una novela no son solo hijos de su autor, son hijos de su tiempo, de su entorno, de su origen. Cuando Sandra es adolescente, momento en el que empieza la novela, en su casa la cultura brilla por su ausencia y será el contacto con otras personas de otros ámbitos lo que le abra las puertas de la vida. Esas compañías le descubren, junto a otras cosas, el poder transformador del cine y de la literatura, que serán, desde entonces, para ella, más que refugio, posibilidad de huida.
Hay quien dice que los libros nos cambian la vida, yo creo que no es para tanto, que los libros abren las puertas del conocimiento, ayudan a ver la vida desde otra perspectiva y a mirarla con otros ojos, pero quienes realmente nos transforman son las amistades, los profesores, las personas que se cruzan en nuestro camino y nos enriquecen con sus conocimientos.
Hace un tiempo me llamó la atención un poema de Eugenio de Andrade en el que se dice que un amigo puede ser unas veces el desierto y otras el agua. Como siempre he considerado la amistad un bien preciado y digno de ser novelado, ha sido un tema recurrente en mis novelas. En la misma línea, Octavio Paz decía que la amistad es un río y un anillo. No se me ocurren dos conceptos más antagónicos y a su vez dos ideas más atractivas para unir en una novela.
Verso suelto parte de la vulnerabilidad de un personaje femenino que en la adolescencia debe enfrentarse a conflictos internos, como su atracción por otras chicas, y familiares, como la separación de sus padres y los aprietos económicos. Sandra es una protagonista que cree que no está destinada a serlo, alguien convencida de que ser ese verso suelto, ese espíritu libre al que alude el título, podrá facilitarle el camino siempre y cuando le acompañe el arte, para ella una auténtica barrera de contención. Sandra Martos encuentra en el cine compañía, refugio, comprensión, salvación, personajes con los que empatizar y a los que querer y formas de vida que ella quisiera experimentar. No por casualidad la película favorita de su amiga y mentora Isa será Las amargas lágrimas de Petra Von Kant (1972), personajes que viven con extrema intensidad las relaciones afectivas, la tentación de la dominación, el dilema que tan bien dibujó Ibsen en Casa de muñecas, entre el anillo y la maleta, y lo que simbolizan como metáfora de vida. El cine es, por tanto, uno de los temas de la novela, la posibilidad de deserción (de los problemas) y de aprendizaje y, al mismo tiempo, de transgresión. Sandra descubrirá que vale la pena invertir tiempo en vivir otras vidas, en aprender comportamientos humanos y dilemas morales en la gran pantalla.
De entre todas las películas de la vida de Sandra, Gertrud (1964), será recurrente. Ese personaje de Dreyer, esa Madame Bovary del cine, le conmueve por su manera de querer probar la vida, por su manera de enfrentarse al abandono, por ser víctima de su propio deseo. A veces, ya se sabe que hasta para saber lo que es la insatisfacción conviene probar el placer. Cuando la vida nos convoca para vivir una historia de amor de la que intuimos que saldremos malparados y que sabemos que nos va a marcar y a dañar, no conviene ausentarse del mundo, pues la vida no nos lo perdonaría, ya que el arrepentimiento tiene un camino de ida y otro de vuelta. Sandra, como Gertrud, podrá decir al final aquello de “he cometido muchos errores, pero he amado”.
Antes que a Gertrud, a quien conocerá en la asignatura Historia del Cine 1, en la universidad, Sandra tendrá un primer contacto con el cine gracias a su amigo Xavi, en el año 1991, cuando Oliver Stone estrenó The Doors. Xavi quiere emular a Jim Morrison, cuya sombra se alargará por toda la novela, y le invita por primera vez para ver esa película, seguida de Agenda oculta, de Loach, también de aquel 1991. Cuando Sandra descubra su inclinación sexual y conozca a Isa, esta le presentará su cine: Agnes Varda, Chantal Ackerman, Fassbinder… y ese será el espejo donde se reflejarán los sueños de Sandra.
Más que entender a Gertrud, se sentirá comprendida por ella. Estudiará Comunicación Audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y toda su vida estará vinculada al cine hasta el punto de que acabará enseñando Historia del Cine y, años después, trabajará en la Filmoteca de Barcelona traduciendo subtítulos de películas.
En el primer curso, la filmografía obligatoria de Sandra irá de El nacimiento de una nación, de D.W Griffith, de 1915, y El Gabinete del Dr Caligari, de R. Wienne, de 1919, a Imitación a la vida, de D. Sirk, de 1959, y El hombre que mató a Liberty Balance, de John Ford, de 1962. Así, el pensamiento de Sandra se verá atravesado de cine clásico: El acorazado Potemkin, Luces de la ciudad, Metropolis, Aurora, La fiera de mi niña, La diligencia, La regla del Juego, Ciudadano Kane, Roma Città aperta, Los olvidados, Los sobornados, Vértigo, La emperatriz Yang-Kwei-Fei… el mundo en una pantalla.
En la introducción al cine moderno estará obligada a ver La ventana indiscreta, Un condenado a muerte ha escapado, Al final de la escapada, Psicosis, El apartamento, L’ aventura y El Eclipse de Antonioni, Viridiana, Ocho y medio, Persona, 2001 una odisea en el espacio, El padrino y, claro, Gertrud.
Verso suelto habla, entre otras cosas, de la caducidad de la idealización de las personas, del peaje de no saber desprenderse a tiempo del recuerdo de los afectos. En la adolescencia, Sandra deberá mucho a Isa y a Xavi, pues en el arte que ellos le muestren ella verá algo más que entretenimiento; ve en la cultura una posibilidad de enmienda, de corrección de la vida, la ficción como pedagoga.
En Verso suelto hay personajes que viven y otros que sobreviven. Sandra pertenece a los segundos; de hecho, es protagonista a su pesar. Sandra otorga a la cultura un sentido más profundo que otros personajes que viven con la vida resuelta, que se acercan al arte como se acercan a la nevera cuando están aburridos. Sandra, necesitada de referentes, se cree la ficción y la vive de una manera más emocional que analítica. Hay que salvarse. El cerebro busca sus resortes.
Pertenezco a una generación para la que el cine y el teatro fueron algo más que conocimiento o refugio. He llegado a ir al cine tres veces el mismo día. Como Sandra, yo también me vi reflejado en el cine y soñé que podía viajar a través de él. Parte de mi espíritu aventurero se lo debo al cine. El cine será para Sandra el culpable de su mayor historia de amor y acabará viviendo una temporada en Glasgow, donde por una casualidad, mientras trabaja en la mítica escuela de Cine de Trongate, coincidirá con su idolatrado Ken Loach cuando ella está de asistente de producción en un rodaje. El cine, en fin, tendrá la culpa de todo.
Durante la novela, Sandra no se cansa de repetir que lo único que necesita para vivir es una pantalla y un dvd. La vida de Gertrud merecía la pena sólo porque podía decir que había amado. La vida de Sandra, con todos sus desasosiegos y contratiempos, también merecerá la pena porque sus vivencias serán el material con el que años después pueda ajustar cuentas con la vida, eso que al fin y al cabo es una novela, un ajuste de cuentas con el tiempo perdido.
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