‘Vertedero’: “La basura nos une y las soluciones son sencillas”

Rebuscando en la basura de un vertedero en Madagascar para ganarse la vida. Foto: R. M. Tristán.
El olor penetra hasta las entrañas. Se pega a la ropa, a la piel, se queda dentro. De cuando en cuando, sobre los desperdicios que fermentan, una explosión. Es metano acumulado de la putrefacción de la materia orgánica. Alrededor, sobre la basura, bebés en las espaldas de sus jóvenes madres, que rebuscan lo que un camión basculante acaba de derramar a sus pies, o niños desde 5 o 6 años ya inmersos en la tarea de encontrar algo que llevar a la familia. Si ven algo apetitoso, se lo meten en la boca porque les puede el hambre. Todos parecen enfermos, llenos de cicatrices. Ese es el recuerdo de la visita a uno de esos lugares del mundo que he revivido tras leer el impactante libro de Oliver Franklin-Wallis, ‘Vertedero’ (Ed. Capitán Swing). ‘El Asombrario’ ha hablado con él.
En esta obra que nos pone delante “la sucia realidad” de lo que tiramos cada día y por qué nos debe importar, el periodista británico comienza llevándonos a Gazhipur, la montaña de 14 millones de toneladas de basura que hay a las afueras de Nueva Delhi. No se diferencia mucho a la de Andranalitra, el vertedero a las afueras de Antananarivo (capital de Madagascar), donde 800 toneladas se derraman cada día y miles de personas, muchos menores, algunos sin saber andar aún, viven de lo que encuentran. Lo llaman también “la ciudad de las moscas”, una más de las muchas que hay en el mundo, especialmente en África, pero también en Asia y Latinoamérica. Hasta allí seguimos evacuando nuestros desperdicios, como si así desparecieran por arte de magia. Franklin-Wallis ha estado en esos lugares donde la humanidad pierde su sentido, pero también se ha sumergido en el hermético mundo de la economía del reciclaje, en la red mundial que trasiega todo tipo de tóxicos por el planeta. En definitiva, ha hurgado sin temor a resultar salpicado en el inmundo paisaje del cubo de la basura del mundo para ver qué esconde.
¿Qué le motivó a dedicar años y esfuerzo a esta investigación?
En 2019, leí un artículo sobre la crisis de la industria del reciclaje. China, que durante décadas había sido el destino de los residuos mundiales, se había hartado de ser el basurero mundial y prohibió su importación. El negocio se desplomó. Al mismo tiempo, los documentales mostraban el coste ambiental de los plásticos en nuestros océanos. Aquello me hizo darme cuenta de la cantidad que generamos, así que escribí un artículo al respecto para The Guardian, pero solo arañó la superficie y me impulsó a emprender este viaje de Vertedero. La pandemia de la covid-19 también influyó: con los confinamientos, fue imposible que viajaran gran parte de nuestros residuos que acababan en el extranjero. Además, es un tema enorme. Hay muchas similitudes entre, por ejemplo, los vertederos y el almacenamiento de residuos nucleares. Pero no hay mucha gente que haya escrito sobre ambos.
¿Qué respuesta ha recibido desde su publicación?
Ahora me llegan noticias de lectores de todo el mundo sobre sus problemas, desde lectores del Sudeste asiático que han visto plásticos vertidos en sus tierras, hasta de personas del Norte Global que se enfrentan a vertederos con fugas o a incineradoras contaminantes. La cuestión es que todos generamos residuos y lidiamos con ellos a diario, pero no los mencionamos nunca.
En el libro pone el foco en esa falta de transparencia. ¿Qué hay detrás de tanta oscuridad sobre qué pasa con nuestra basura?
Los residuos son repugnantes. Huelen mal, son feos, están llenos de patógenos; estamos programados biológicamente para evitarlos. Así que en el Norte Global nos hemos construido toda una economía que los oculta, pero eso también significa que los abusos del sistema pasan desapercibidos. La industria de los residuos no quiere que sepamos qué pasa con ellos, porque la gente se daría cuenta de que mucho de lo que nos cuentan se basa en ilusiones y falsedades.

El autor Oliver Franklin-Wallis, durante una visita a la India.
Disecciona sector por sector: desperdicio de alimentos, plásticos, residuos electrónicos, residuos mineros, nucleares. Si pudiera hacer una clasificación, ¿qué sería lo primero que debería eliminarse o reducirse drásticamente?
Es difícil. Los residuos mineros serían la opción obvia, debido a su gran volumen y la devastación ambiental que causan, pero creo que tendré que elegir el desperdicio de alimentos. El desperdicio alimentario produce una enorme cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente metano: entre un 8% y un 10% de todas estas emisiones provienen del ahí. Al mismo tiempo, 820 millones de personas pasan hambre a diario. Por lo tanto, es una tragedia tanto ambiental como moral. Y, además, probablemente sea la más fácil de solucionar.
¿Cómo le ha cambiado la vida esta investigación?
Todo el mundo me dice que leerlo es como quitarse las gafas de sol de color de rosa: de repente ves el mundo tal como es. Y ves residuos por todas partes. Así que para evitar generarlos intento vivir con menos desperdicios y reciclar cosas. Me ha encantado aprender a reparar mi ropa y aparatos electrónicos para ser más autosuficiente. También alquilo más: la ropa de mis hijos, los juguetes, etc… Pero, sobre todo, resisto el impulso de comprar cosas que no necesito.
¿Cree que el reciclaje debe cambiar para ser una solución?
El reciclaje está roto y, como todo lo que está roto, deberíamos arreglarlo antes de sentir la necesidad de tirarlo. Hay que empezar por lo básico: decir la verdad sobre qué se puede reciclar, qué se recicla y qué no. Actualmente, ningún país dispone de datos reales sobre las tasas de reciclaje. El segundo paso es encontrar la manera de que los productores de bienes que generan residuos paguen más por su eliminación. No podemos seguir teniendo un sistema donde las ganancias se han privatizado y hay empresas como Coca-Cola ganando miles de millones mientras el público paga por la limpieza de la basura que genera con ese negocio.
¿Cómo podemos, como consumidores, distinguir entre el ‘lavado verde’ de algunas compañías y la verdad?
Con todo lavado verde, hay que aprender a hacerse las siguientes preguntas: ¿Quieres cambiar los plásticos de un solo uso por plásticos compostables? Bien, pero la siguiente que hay que hacer es: ¿Quién hace el compostaje? ¿Se composta el plástico? Porque en la mayoría de los casos, resulta que la respuesta es que no se hace. Te dicen que tus zapatillas están hechas de «plástico del océano», pero ¿qué significa eso?
¿Somos conscientes del nivel de amenaza que la basura representa para la vida en el planeta?
Eso es algo que me impactó de mi reportaje: el daño que causan los residuos. A nivel mundial, generan más emisiones que el transporte marítimo y la aviación juntos. Y es mucho más fácil actuar para evitarlos que, por ejemplo, reemplazar todos los barcos y aviones del mundo, pero lo ignoramos como un problema. Además, están los riesgos para la salud: apenas estamos empezando a comprender el impacto de plásticos, microplásticos y nanoplásticos en la salud humana y animal: cáncer, problemas de fertilidad, obesidad, diabetes. Creo que en unos años comprenderemos que estamos envenenando nuestro planeta.
¿De qué sector, al profundizar, recibió la sorpresa más desagradable y cuál está teniendo un desempeño relativamente bueno?
El gran giro del libro Vertedero es descubrir al gran villano, por así decirlo: los residuos que manejamos como consumidores son solo una pequeña fracción si se comparan con los residuos industriales. Piense en los residuos producidos por la minería, la industria del petróleo o gas o la agricultura a gran escala: esos son los residuos que no vemos, pero que causan los mayores estragos en nuestro planeta. En cuanto a lo que va bien, me ha entusiasmado mucho la innovación que se está produciendo en muchas industrias a medida que la gente se da cuenta de la crisis que generan los residuos. En los envases de la alimentación, por ejemplo; en muchos lugares están cambiando cosas, pero no estoy seguro de que nadie obtenga todavía mejores calificaciones.
Como uno de los residuos más duraderos, trata mucho el problema del plástico, ¿cree que el tratado global que se negocia para reducirlo se logrará y será útil?
Creo que el poder de presión de la industria petroquímica y los petroestados es, quizás, el mayor desafío político al que se enfrenta la Humanidad en este momento; sin duda mucho mayor que la IA. La cruda realidad es que el tratado de la ONU, tal como está, se enfrenta a demasiada oposición, especialmente con el nuevo giro a la derecha de Estados Unidos. Espero que no se necesite otra generación para lograr un consenso. Lo frustrante es que existen soluciones sencillas para la crisis de los residuos: gravar los plásticos vírgenes y que el reciclaje, de repente, se vuelva rentable, lo que impulsaría la inversión; eso significaría una mejor recolección de basura. Mientras las materias primas no cuesten nada, excepto un planeta destruido, las empresas seguirán actuando en su propio beneficio.
¿Algo que nos dé esperanza para que no acabemos enterrados bajo la basura?
Algo en lo que pienso es: la basura no es política. No importa a quién se vote, nadie quiere que nuestras carreteras, nuestros parques, nuestros ríos y mares estén llenos de basura. La basura nos une. Y las soluciones son sencillas. No puedes influir, por ejemplo, en si China construye o no más centrales eléctricas de carbón, pero sí puedes influir en lo que reciclas y en lo que ocurre con ello cuando lo tiras a la basura en España. Podemos marcar una gran diferencia. Solo necesitamos voluntad.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
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