“Viajando con una mochila es como más libre me he sentido»”
Comienza una temporada de vacaciones, y viene bien reflexionar sobre el sentido de los viajes. El periodista de viajes José Alejandro Adamuz ha publicado ‘Una vida posible’ (Ediciones Menguantes), que parte y llega en torno a una idea: un viaje, un viaje real, puede realmente cambiar nuestra vida. “Yo cuando más libre me he sentido ha sido viajando con una mochila encima”. ¿Adónde no viajarías nunca? “A un país capaz de arrasar con la vida de miles de niños”.
Un día renuncias a un trabajo estable, dejas el alquiler de “un piso ideal” y emprendes un viaje de dos años con tu pareja con destino final en Ushuaia, la ciudad más austral del continente sudamericano. ¿Viajar para encontrarse a uno mismo, para saber de verdad quiénes somos?
Se trata de buscar, más que de encontrarse… Viajar es abrir un espacio de libertad que no está regido por las obligaciones y las rutinas diarias que nos fijan e impiden que evolucionemos como individuos. La estabilidad puede ser una trampa si hay cierta insatisfacción vital. En Una vida posible hay muchas historias de viajeros para quienes el viaje fue terapéutico y transformador. Ahí están Herman Melville o Bruce Chatwin, por ejemplo. Charles Darwin, tal como cuento en el libro, era un joven abocado a una vida gris, pero el viaje de cinco años en el Beagle le transformó por completo. Yo no sé si es posible que nos encontremos a nosotros mismos, pero sí estoy seguro de que el viaje es una buena oportunidad donde buscarse a uno mismo.
¿Cuándo comienza un viaje?
Eso es imposible de determinar. Me cuesta escenificar el inicio de un viaje en el avión como usualmente se hace. El viaje del Quijote no comienza cuando sale de su hacienda por la puerta falsa de un corral, su viaje comienza en la biblioteca, leyendo libros de caballerías. Pero, tal vez, podamos ir más atrás, porque Alonso Quijano lee al tener la mayor parte de su tiempo ocioso. ¿Por qué tenía tanto tiempo libre? Tal vez ese sea el origen del mayor viaje de la literatura, la ociosidad. Detrás de todo viaje hay siempre una insatisfacción y una curiosidad por tentar al futuro.
El escritor y aventurero francés Sylvain Tesson se fue seis meses a vivir solo en una cabaña siberiana a orillas del Lago Baikal. Antes de llegar fue a un supermercado para comprar sus provisiones y se dio cuenta de que la marca Heinz comercializaba unas quince salsas de tomate distintas. Dice: “Es por cosas así que tengo ganas de apartarme de este mundo”. En realidad no necesitamos tanto para vivir con plenitud y, sin embargo, llevamos una existencia de quejas e insatisfacciones…
Sí, totalmente. Muchas de las necesidades que creemos tener no son más que el éxito de una campaña de márketing. Olvidamos que el consumismo lo que busca resolver no son nuestras propias necesidades vitales, sino el plan de ingresos de una empresa que se dedica a vendernos cada año versiones diferentes del mismo móvil. A las grandes empresas no les interesa una persona que no tiene un hogar fijo, que es nómada y no deja de desplazarse, que no va a comprar electrodomésticos, ni un televisor nuevo mucho más grande, ni un coche… Durante un largo viaje, o yendo a a una cabaña siberiana a orillas del Lago Baikal, la economía se reduce a algo muy básico: comer, dormir y moverse.
Durante el recorrido entre México y Tierra de Fuego has pasado por zonas que están consideradas las más violentas del mundo. ¿Cuál es el equilibrio perfecto entre el miedo, la cobardía, la valentía y la temeridad para un viajero que se mueve por territorios donde su vida corre peligro?
Cuando estuve en San Pedro Tula, era la ciudad en paz con más muertes violentas del mundo. Pero, ojo, porque igual corremos más peligros en el hogar que en un viaje. La seguridad del hogar puede ser una sensación falsa, igual que la sensación de inseguridad lo es durante el viaje. El equilibrio perfecto no existe, pero, según mi experiencia, lo que no puedes ser es temerario. No puedes llegar a San Salvador, por ejemplo, y salir a pasear como un flâneur despreocupado, cámara en mano. Lo que tienes que hacer al llegar a un lugar es informarte, preguntar a la gente que vive ahí, saber por dónde es mejor moverse y qué zonas conviene evitar. El miedo luego siempre está. Es algo humano. Por contra, hay un rol de viajero aventurero y despreocupado que se vende mucho hoy en día y que creo que es contraproducente; cada uno debe encontrar su propio espacio de seguridad en el viaje.
Escribes: “De cada diez personas, cuatro, cinco y seis viven en la pobreza en El Salvador, Guatemala y Honduras, respectivamente”. Además, más de cien millones de personas en el mundo viven refugiadas y el 3,6% de la población mundial es migrante. ¿Cuál es el futuro de un planeta mermado en recursos y que se dirige imparable hacia los 10.000 millones de habitantes?
Temo que nos dirigimos a un futuro tensionado y lleno de conflictos, y eso como padre me preocupa muchísimo. Porque, además, la emergencia climática va a acelerar esa merma de recursos que comentas y provocará aún más migraciones de personas que no pueden vivir en el lugar donde nacieron. Por otro lado, la pobreza ya no es solo una condición geográfica, ahora además lo es también demográfica. Uno de cada cuatro niños en los países de la UE está en riesgo de pobreza o exclusión social, según Unicef. Cuando te paras a mirar, resulta que España es el país de la UE con la tasa de pobreza infantil más alta. La pobreza es ya mucho más extensa y nos toca más de cerca de lo que pensábamos.
Hablemos del turismo de masas. Las grandes ciudades están perdiendo su esencia, están vendiendo su alma. El turismo es uno de los ejemplos más claros de la globalización. ¿Cómo crees que puede regularse este fenómeno en un mundo donde la economía es lo que impera?
Fíjate, que ciertas ciudades se hayan convertido en destinos turísticos está muy relacionado también con la pobreza y la falta de recursos. Resulta que el encarecimiento del alquiler de la vivienda en Barcelona, por ejemplo, que es donde resido, está forzando a un gran número de familias a irse a vivir fuera, cada vez más lejos del centro urbano, y esos barrios se turistifican y pierden su tejido social. Esa exclusión residencial se convierte en mayores desplazamientos para ir a trabajar, estar más tiempo fuera del hogar… Y todo eso redunda en una peor calidad de vida y en malestar vital. Ahora bien, ¿cómo regular el libre movimiento de viajeros ociosos?, ¿cuándo deja el turismo de ser beneficioso para la economía de un lugar? Es muy complicado… Perdona mi pesimismo, pero no veo una regulación posible que salve a las ciudades del turismo de masas. Y no olvidemos que no es solo el turismo el que está fagocitando esa esencia de las ciudades. La sustitución de comercios históricos por grandes franquicias globaliza las ciudades, haciendo que resulten prácticamente indistinguibles unas de otras.
“Las vidas no empiezan cuando las personas nacen”, escribe Saramago en ‘La balsa de piedra’. ¿Cuándo sientes que empezó la tuya?
Esa frase, esa idea de Saramago, es tan certera… Está tan bien resuelta… Quiero decir que expresó una idea compleja con una sencillez asombrosa. Además que a José Saramago irse a Lanzarote le cambió la vida y la escritura. Fue allí donde escribió obras tan reveladoras y excepcionales como Ensayo sobre la ceguera, por ejemplo. Cuando di con esta frase en La balsa de piedra me resultó algo así como una bendición pagana. El título de mi libro hace referencia a esas otras vidas que no empezaron con el nacimiento, sino que empezaron con el viaje. El viaje entendido como espacio transformador. No sólo en mi caso, sino también en todos los casos que aparecen en el libro. La frase de Saramago es el leitmotiv de mi libro.
¿Qué es para ti ser libre?
¿Ser libre? Ni idea… De hecho, dudo que eso sea posible. No hay libertad cuando tu futuro depende de un trabajo precario o de poder pagar el alquiler. Las crisis que estamos acumulando, económicas, de salud, climáticas, generan miedo, y el miedo es lo contrario a la libertad. Yo cuando más libre me he sentido ha sido viajando con una mochila encima.
Y un día hay que volver, como Odiseo o como Darwin. El naturalista inglés, cuando volvió de su largo viaje de años por el fin del mundo, que lo habían convertido en un auténtico aventurero, tuvo que prepararse una exigente rutina diaria para mantenerse a flote. ¿Qué es lo más difícil de la vuelta a la cotidianidad para un viajero?
En mi caso, lo más difícil fue que llegaba para comenzar de cero. Tuve que inventarme unas rutinas propias, porque no tenía casa ni trabajo. Todo el mundo tenía un horario, cosas que hacer, obligaciones… Yo no. Vivía un tiempo paralelo. El peligro ahí es caer en el vacío. Yo encontré refugio en la escritura. El escritorio se convirtió en mi propia cámara hiperbárica con la que llegar a la superficie de la cotidianidad a salvo. Descubrí que la vuelta es en sí un nuevo viaje en el que el mayor reto es asumir y aceptar en qué has cambiado y, por tanto, encontrar tu nuevo lugar en el mundo sin traicionarte.
¿Adónde no viajarías nunca?
Creo que no me sentiría a gusto viajando a un país capaz de arrasar con la vida de miles de niños, convirtiendo su cotidianidad en un infierno de supervivencia. Ahí me resulta inconcebible hacer el periodismo de viajes que hago.
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