El complicado control del territorio, en España y en EE UU
El autor analiza los conflictos sobre el control del territorio y su gestión en España a raíz del reciente libro ‘La España de las ciudades’, del periodista José María Martí Font. Una crónica que repasa la historia y el estado actual de las principales áreas metropolitanas españolas. El autor del artículo compara los problemas que retrata Martí Font con los que puso de manifiesto la serie ‘True Detective’ en Estados Unidos.
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El año pasado recibí la llamada de un amigo para anunciarme que, si no tenía problemas, contactaría conmigo el periodista José María Martí Font (Mataró, 1950), que, me dijo sin más detalles, estaba escribiendo un libro sobre ciudades españolas. Yo entonces no vivía en España, así que cerramos un encuentro para algunas semanas después. Su idea era sencilla y atractiva: haría una crónica de las principales ciudades y áreas metropolitanas españolas para analizar el poder municipal en España, y para eso estaba recorriendo el territorio, pateándose las ciudades con cicerones locales, ataviado con su gorra, su libreta y su experiencia de corresponsal.
Tuve el placer de acompañarlo durante unas horas por Málaga junto a José Antonio Montano, aunque fue Sergio García Orbegozo (el malagueño de adopción que más ha hecho por la ciudad en muchos años) con quien compartió más horas y quien le presentó a otro de los personajes ilustres de la ciudad, el urbanista, arquitecto y escritor José Manuel Moreno Peralta. He terminado ahora La España de las ciudades , un libro breve, de lectura gozosa que sin embargo trata temas esenciales del presente y el futuro inmediato de España y la reconfiguración del poder y la lucha entre distintas administraciones.
‘True Detective’ y el control del territorio en EE UU
El control –o el descontrol– del territorio es lo que me interesó de True Detective, y algunos debates de este libro me lo recordaron. Vi de nuevo anoche los dos últimos capítulos, y no es que mi juicio haya variado respecto a la sobreactuación de McConaughey, pero es cierto que True Detective es una buena serie, aunque con matices. Si bien mi valoración general ha ido cambiando, no comparto el entusiasmo. El último capítulo, sobre todo la primera parte, me parece incluso tramposo (el cambio de punto de vista desde los investigadores obsesivos hasta el de un criminal que se ha mantenido oculto a su vista durante toda la serie parece caprichoso).
No obstante, están clara sus virtudes: su ambientación y producción en una Luisiana que aún deja ver los efectos de huracanes e inundaciones; su retrato del Sur cerrado y ascético de Estados Unidos; el declive de las grandes industrias a través de unas fábricas y refinerías que aparecen como inmensos fantasmas de hierro; el peso de la religión y el caciquismo propio de ese país –gobernadores, pastores, sheriffs–; y la química entre ambos detectives durante sus primeras investigaciones. El contrapunto sureño, húmedo y verde del entorno de humor negro que rodea a la fría y nevada Fargo o de la portuaria y urbana The Wire, otras series que he vuelto a ver a salto de mata recientemente.
Se han destacado los diálogos, pero a mí me parecen metidos con calzador en la historia. Sí funcionan cuando de hacer de Coelho o de Henri Levy –sobre todo Woody Harrelson– pasan a hablar de sus relaciones de pareja, de sus problemas cotidianos con su mujer y sus hijas. El campechano detective Hart –Harrelson– es aquí mucho más interesante, por real y débil, que el superhombre atormentado Cohle –McConaughey–.
–¿Y qué pasó con ellos? –le preguntan los interrogadores.
–Lo que ocurre con todas las parejas: la realidad.
Aunque sería injusto no alabar el papel de McConaughey durante el primer arco temporal. La gran secuencia –y capítulo– de la serie, para mí, es el allanamiento de la casa de un narco que lleva a cabo junto a una banda criminal de moteros en la que se infiltra. No obstante, los motivos de Cohle no me resultan en general creíbles, y su obsesión me suena impostada. Sobre todo en el segundo arco temporal. Es como si imitara a Harry Dean Stanton en Paris-Texas y sólo consiguiera eso: ver que trata de imitar a Harry Dean Stanton. Travis era un hombre derrotado y vacío, y eso transmitía. El tono pontificador de Cohle suena pedante y forzado.
Nadie confía en las ciudades
La mencionada Paris-Texas (y todo el western) tiene como uno de sus temas la vastedad del territorio y su control. Y es este el asunto que más me llamó la atención en True Detective, y es uno de los temas que aborda Martí Font en su libro. La administración central española y las comunidades autónomas tienen fijeza por el control del territorio, algo que reduce la autonomía de las ciudades y áreas metropolitanas. Por el contrario, en esta serie vemos el escaso control que Estados Unidos tiene de gran parte de su país. Tanto del mundo rural, donde en esta serie se cometen fechorías inconcebibles, como de determinados barrios en las ciudades. La inmensidad del territorio y la estratificación social. Lo que nos muestran True Detective, Fargo, The Wire es que esa misión civilizatoria que fue la conquista del Oeste como generalización de la llegada de las leyes a cada rincón del país –Liberty Valance– no se cumplió en campo abierto, y está amenazada en la gran ciudad. En cambio, es difícil encontrar sitios donde no llamar la atención en España, por más aislados que estén: tenemos menos espacio yermo o salvaje, y menos movilidad social y geográfica, y por tanto no estamos acostumbrado a forasteros. Ni siquiera en esos sitios que tan bien ha narrado Sergio del Molino en su reciente La España vacía.
La España de las ciudades entra de lleno en este debate, y a través de crónicas sobre la historia y la situación política de capitales como Málaga, Vigo, Madrid, Zaragoza, Barcelona o Valencia, traza el mapa del territorio urbano español, donde la lucha entre distintos niveles de gobierno, la desconfianza entre municipios y una lucha política partidista hipertrofiada han imposibilitado el augurio que hiciera Sadiq Khan, alcalde de Londres: “Si el siglo XIX fue el siglo del Imperio, el siglo XX el de los Estados-nación, el siglo XXI es el siglo de los alcaldes y las ciudades, que es donde está la acción”.
True Detective es, por eso, un gran retrato de las patologías de la soledad y el aislamiento. Social y personal. La cara B –rural, empobrecida, abandonada– de Estados Unidos, que es algo más que Nueva York, Chicago y Sillicon Valley. Tras el triunfo de Trump, algunos han visto aquí un retrato casi fotográfico del país que meses después llevaría al magnate a la Casa Blanca. Los problemas en España relacionados con el control y la gestión del territorio son distintos, pero este libro también muestra que los Estados y las ciudades, organismos que asumíamos como eternos en sus actuales formas, ya no responden a nuestras demandas, ni a las necesidades laborales o familiares de un mundo hipertecnologizado y urbano que, al mismo tiempo, está amenazado por la degradación ambiental. Toca analizar y reformar, y este libro es una magnífica síntesis del punto de partida de España en este debate.
Ahora lo leo… Interesante conexión entre las series y el control del territorio. Cataluña es la no Luisiana, no hay espacios no intervenidos, si es España un reglamento tiene 87 artículos y aquí hay competencias, el de aquí tiene 232. Se aplica igual a lo geográfico.
Tardé en ver que tras los destellos de True Detective había también fuegos de artificio, sobre todo al final.