‘Heydrich debe morir’. Algunos hombres buenos
El autor continúa su serie sobre la Segunda Guerra Mundial, de la que en unos días celebraremos los 70 años de su final. En este artículo recuerda y homenajea a los resistentes que llevaron a cabo una de las misiones más arriesgadas de la contienda: el magnicidio de Reinhard Heydrich en Praga, en mayo de 1942, en un momento de máxima importancia para decantar el curso de la guerra.
Cuesta encontrarla. La iglesia ortodoxa de los Santos Cirilo y Metodio de Praga está situada en una de las avenidas principales del nuevo centro de la ciudad, pero está deslustrada y apenas hay unas flores mustias y unas velas apagadas en una de sus ventanas laterales que dan a la cripta. Al llegar a la zona, pregunté a varias personas por la ubicación, y no sabían de qué hablaba. Ciertamente, la iglesia, además de ser ortodoxa (apenas 70.000 fieles en la República Checa y Eslovaquia), es muy pequeña.
Les especificaba que era el lugar donde murieron tras el acoso nazi los que atentaron contra Reynhard Heydrich en 1942, abriendo una herida en la moral alemana que ya no tuvo vuelta atrás. Tampoco así. Finalmente, pude encontrarla gracias a google, y la visita al lugar confirmó la intuición primera: no hay una memoria viva de este suceso en una ciudad, en un país, cuyo trauma más reciente es la ocupación soviética. No en vano, a no muchos metros de allí, encontré puestos de recogida de firmas con letreros en checo y en inglés que decían ‘Russia Hands Off Ucrania’.
Sin embargo, la historia de la concepción y ejecución del atentado contra el jefe de la Gestapo, número 2 de las SS y gobernador desde septiembre de 1941 de las anexionadas provincias del Reich de Bohemia y Moravia, oculta por un lado un hecho histórico de máxima importancia, y, sobre todo, la historia de unos héroes silenciosos a los que se debe reconocimiento, ahora que nos aprestamos a celebrar el 70 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial.
Operación Antropoide
La llegada de Heydrich como Reichprotecktor a Praga a finales de 1941 coincide con el momento de mayor gloria militar y emocional de la Alemania nazi: la Wehrmacht avanzaba en Rusia (se enfangaría en Stalingrado meses después), Francia había caído sin resistencia ninguna (por más que insistan en el mito; lean, si no, La agonía de Francia, de Manuel Chaves Nogales), la Luftwaffe asediaba Londres y Estados Unidos aún no había entrado en la guerra (lo haría tras el ataque japonés a Pearl Harbor del 7 de diciembre de ese año, aunque fue Alemania la que declaró oficialmente la guerra a EEUU).
En este contexto, Hitler exigía a su nuevo Reichprotecktor mayor dureza contra la resistencia checa, que había conseguido llevar a cabo algunos sabotajes significativos y mantener despierto el espíritu antinazi de gran parte de la población. Era algo que los planes de guerra del Reich no se podían permitir en dos de sus provincias con mayor producción industrial. Y el jefe de la Gestapo actuó con contundencia, pero no sin mano izquierda. Al mismo tiempo que acababa con los intelectuales y los líderes partisanos, ejecutaba una política laboral condescendiente con las clases populares. Bohemia y Moravia estaban en paz, y el ánimo de la población había cambiado. La moral de la resistencia estaba por los suelos. Eso era lo que, por el contrario, ni Churchill ni Edvard Benes (presidente checoslovaco en el exilio) podían permitir.
Surge así la necesidad de una acción espectacular, que además de suponer un golpe militar con valor para acabar con el enemigo nazi, sea un acto simbólico que destaque la fortaleza de la resistencia dentro de las fronteras del Reich. Qué mejor para ello que asesinar al gobernador, número 2 de las SS, jefe de la Gestapo y coordinador de la Solución Final contra los judíos (momento histórico muy bien retratado en la película La solución final, donde Kenneth Branagh da vida a Heydrich en la Conferencia de Wanssee del 20 de enero de 1942, donde se decidió el exterminio de los judíos).
Con ese encargo fueron entrenados en Inglaterra los sargentos Jan Kubis y Jozef Gabcik y posteriormente enviados a Praga en avión. El 28 de diciembre saltaron en paracaídas a una decena de kilómetros de la ciudad, y consiguieron reunirse tras pasar penalidades con los núcleos de resistencia de la ciudad de Pilsen. Ya en Praga, contactaron con otro de los personajes de esta historia, Karel Curda. Justo enfrente de la iglesia ortodoxa hay un bar con el símbolo de los paracaidistas, y un nombre que, supongo, en checo alude a su forma de llegar a Praga. Una llegada que recuerda a la del inefable aviador polaco en la hilarante Ser o no ser (Ernst Lubistch, 1942).
Ya en la capital del protectorado, comenzaron a vigilar la rutina del Reichprotecktor, y advirtieron que no llevaba escolta (tal era el miedo que pensaba que infundía que se sentía protegido) y que en su recorrido invariable desde su residencia al Castillo, desde donde gobernaba la ciudad, debían tomar una curva tan pronunciada que el chófer frenaba hasta casi parar su limusina descapotada antes de tomar la subida. Ese sería el sitio escogido.
El 27 de mayo de 1942, a las 10 de la mañana, Kubis, Gabcik y Josef Valcik esperaban la llegada del coche. El primero llevaba una granada antitanque, el segundo un subfusil Sten y el tercero advertiría a través de señales con un pequeño espejo de la llegada del Carnicero de Praga. Aunque el coche se retrasó casi una hora (lo que acrecentó los nervios de los resistentes), finalmente Valcik anunció la llegada y todos se dispusieron a actuar. No obstante, el subfusil de Gabcik se encasquilló, y dio tiempo a Heydrich a levantarse y apuntar con su Luger. Despavorido, Valcik dejó el arma y huyó en bicicleta de los disparos. Atento, Kubis activó la granada y la lanzó al lateral del coche, donde hizo explosión. Heydrich salió dando tumbos del coche, malherido, disparando sin tino a los asaltantes. Obsesionado con que lo trataran médicos alemanes, perdió unas valiosas horas en las que las heridas de metralla infectaron todo su cuerpo. Ocho días después moriría de septicemia, sin que ninguno de los autores del atentado supiera que su misión no había sido un fracaso, como pensaron hasta morir.
Los nazis ponen precio a sus cabezas
Los alemanes organizaron una auténtica caza al hombre, y emprendieron una represión atroz que acabaría con la vida de unas 1.300 personas. El pueblo de Lídice fue arrasado, y sus 340 habitantes asesinados. Los nazis pusieron precio al escondite de los prófugos. La mezcla de la brutal represión y el incentivo económico llevaron a Karen Curda (uno de los organizadores, que sería asesinado por traición en 1948) a revelar el 16 de junio a los alemanes que los siete principales cabecillas se encontraban refugiados en la cripta de la iglesia de San Cirilo y San Metodio. Allí estaban los mencionados Kubis, Valcik y Gabcik, junto con Josef Bublik, Jan Hrubý, Adolf Opalka y Jaroslav Svarc. La cripta era un búnker, y los resistentes tenían armas e intención de no rendirse.
Finalmente, el 18 de junio, 800 soldados alemanes rodearon la iglesia y comenzó un asedio que duró siete horas, durante las que murieron 14 nazis. Los alemanes se percataron de que sólo inundando la cripta a través de la pequeña ventana podrían acabar con aquellos insensatos. Procedieron a hacerlo, y ante la evidencia de lo irremediable de la situación, todos prefirieron suicidarse antes que entregarse. Todos menos Kubis, que murió desangrado en la cripta por las heridas que le había provocado una granada.
Toda la historia de este comando está magistralmente narrada en la novela de no ficción HHhH, de Laurent Binet (Seix Barral, 2011), con la que ganó el Premio Goncourt a la primera novela. También en la película Siete hombres al amanecer (Lewis Gilbert, 1975). Aunque es al estar ante el lugar de su refugio donde uno adquiere verdadera dimensión de la valentía y la generosidad de estas personas. Porque no duraron mucho los autores del magnicidio. No podían durar. Lo sabían antes de aceptar la misión. Aquello era una muerte segura, no sólo para ellos, sino para todas sus familias apenas se supieran sus nombres.
Es este hecho lo que engrandece la hazaña y a la vez produce un extrañamiento con los personajes. La suspensión del instinto de supervivencia por una causa noble sigue siendo un misterio y una cualidad sólo al alcance de personas realmente especiales, como lo fue también el voluntario en Auschwitz Witold Pilecki, del que ya hablamos aquí hace unas semanas. Ante la cripta, uno siente que es deudo de algunos hombres buenos, y que es injusto que apenas nadie se acuerde de ellos. Menos aún en Praga.
Sensacional, lastima del olvido de estas personas que lo pusieron todo por la libertad. Y me imagino que todavía hay muchos de los que jamas se conocerán sus actos.
Claro que en Praga la gente se acuerda de ellos. Todos los años se celebra el aniversario y los representantes políticos llevan flores y coronas a la ventana de la cripta. Recientemente han salido varios libros sobre el atentado. Hace poco la tele checa hizo y emitió una serie documental sobre el atentado y la represión posterior. En Eslovaquia hay una obra hidráulica enorme en el Danubio que lleva el nombre de Gabcik. No son héroes olvidados.
No sabes lo que me alegra saberlo
Hola, Praguense. Discrepo, amablemente. Hay un deber institucional, que se cumple, pero la gente con la que pude hablar (bastante) no tenía ni idea de los nombres, ni de que se habían refugiado allí. Por supuesto sabían lo de Heydrich, pero no hay homenajes reales, populares. Las instituciones cumplen, no les queda otra. Pero la sensación que me dio todo el viaje es de olvido, de irrelevancia, o de minusvalorar el asunto. Saludos
También es una cuestión generacional. Me imagino que hablaste sobre todo con gente menor de treinta años, por el idioma…. Obviamente, el desconocimiento de la historia en general puede ser importante, pero eso tocaría todos los temas históricos: esa misma gente no sabría decirte quién era Carlos IV o Jan Neruda. Lo que quiero decir es que, entre los acontecimientos históricos, el atentado a Heydrich es un tema bastante popular y conocido, sobre el que se han hecho películas, documentales y libros.
Ahora bien, eso es una opinión basada en el conocimiento de la situación, no una defensa nacional 🙂 Al contrario, soy bastante crítica con la manera de que este tema ha sido tratado últimamente, llamando la atención a los errores de los participantes y dejando entender que hubiera sido mejor no hacer nada, ahorrándose la represión brutal que siguió el atentado. Es muy checo eso lo de cuestionar todos los héroes, una postura que puede ser muy sana, pero que a la vez justifica la inacción y la cobardía.
Interesante debate. Si me permitís una aportación, a mí una vez un excelente guía local de Praga me dijo que este episodio ha estado casi olvidado durante mucho tiempo ya que durante la época de dominación soviética se silenció que la acción contra Heydrich fue llevada a cabo fundamentalmente por agentes británicos. Tal vez este hecho haya que tenerlo en cuenta. Saludos.
Lo siento, pero eso también me parece una visión estereotipada que, no lo dudo, trasmiten muchos checos. Si bien es cierto que el régimen comunista se sentía incómodo por el hecho de que a los paracaidistas los envió el gobierno de Benes, el hecho era tan espectacular que -al ser nacionalistas a la vez que comunistas- no pudieron dejar de explotarlo. Como prueba que no se trataba de un hecho silenciado, pongo el enlace a una película hecha durante el comunismo y repetida mil veces en la televisión pública: http://www.csfd.cz/film/8301-atentat/
Otra película muy conocida es sobre un viejo profesor de filosofía que acaba defendiendo la legitimidad del atentado es Vyssi princip de 1960.
Más películas sobre el tema:
http://siander.blog.idnes.cz/c/269618/Filmy-ktere-nam-pripomenou-atentat-na-Reinharda-Heydricha.html
http://art.ihned.cz/film-a-televize/c1-52002090-5-ceskych-filmu-ktere-inspirovalo-obdobi-heydrichiady
En lo referido a que es un tema olvidado: una de las pelis checas más vistas últimamente es Lidice, situada en los acontecimientos de la llamada Heydrichiada, la represión desatada después del atentado.
De hecho, diría que durante el comunismo el atentado fue explorado y explotado bastante, porque la Segunda Guerra Mundial y la lucha contra el nazismo jugaba un papel importante en la legitimación del régimen. De este modo, las películas sobre el tema hechas en la época comunista no se pueden atribuir únicamente a los cineastas críticos que tuvieron oportunidad de crear películas incómodas para el régimen dentro de sus estructuras (Forman, Menzel, etc.). Por ejemplo, la película Atentát está hecha por un director muy afín al régimen. En los noventa, ha habido una pérdida del interés por esos temas, pero ahora hay una gran recuperación, que puede que tenga que ver con la moda de películas sobre la Segunda Guerra a nivel internacional. Últimamente se han rodado dos películas sobre el tema: Protektor y Lidice. Sobre todo Lidice fue un éxito de taquilla.
«Las instituciones cumplen, no les queda otra.» – Claro que les «queda otra» – sabemos muy bien que las instituciones son perfectamente capaces dejar de rendir homenaje por ejemplo al Ejército rojo en los monumentos a la liberación de Praga en 1945, así que el hecho de que sigan haciéndolo a los paracaidistas, y que incluso inauguren monumentos nuevos, por muy feos que os parezcan, es significativo.
Lo mismo digo. Mientras seamos capaces de recordar su acción, no desaparecerán. Solo muere quien es olvidado.
Salud
La cripta en la que se refugiaron se puede visitar y realmente merece la pena hacerlo.
También hay algunos recuerdos en el museo del ejército (entrada gratuita). No están olvidados en absoluto.
La cripta tenía y tiene una trampilla de acceso, una escalera y la ventana que da a la calle.Me gustaría precisar que el desenlace del asedio a la cripta sucedió cuando los alemanes encontraron la escalera de acceso a la cripta debajo de una alfombra. Ahí se dieron cuenta que no había nada que hacer. HHhH describe muy bien toda la operación.
He trabajado en Praga bastante tiempo como guía y allí, la mayoría de la gente, no tiene ni idea de esta gesta. Hace unos 8 años colocaron un monumento, horroroso, en el lugar donde atentaron contra Heydrich. La memoria, muchas veces, es frágil y desagradecida.
Gracias por un artículo que rinde tributo a estos héroes desde la emoción. Unica imprecisión es que Heydrich no era el jefe de la Gestapo, sino del RSHA que englobaba también a la Gestapo de Müller (sección IV). Heydrich era el verdadero genio del mal, un superdotado, y muchas veces he lamentado que no sobreviviera para poder comparecer ante el TMI de Nuremberg. Sus revelaciones sobre la maquinaria represiva nazi habrían sido mucho más esclarecedoras que las de su sucesor Kaltenbrunner (quién pagó también la factura del ausente Heydrich, aunque la suya justificase de por si su condena a la horca) aunque el daño que hubiera podiddo seguir haciendo hasta el final de la guerra hace preferible que muriese a manos de estos hombres, en lo que constituye un verdadero acto de heroísmo y de desesperación.
Los Checos, traicionados en Munich, hubieran podido perfectamente darle militarmente sopa con ondas a Hitler entonces (vean, si lo encuentran, el excelente documental de Marcel Ophüls «Munich ou la paix pour 100 ans») pero les vendieron y se «rindieron» sin combatir. Matar a Heydrich fue un modo de vengar esa afrenta y, de paso, demostrar que los Checos los tienen bien puestos (y lo demostraron de nuevo en 1968).
Eterno homenaje a estos héroes y a las víctimas de Lídice.