Cinco recomendaciones literarias de un ‘mánager que está disperso’
El autor hace una peculiar lista de cinco libros para leer y regalar en estas fechas, y explica los motivos personales, literarios e históricos de su elección, cuyo carácter caprichoso y subjetivo no esconde, sino que argumenta con ironía. Desde Eduardo Halfon al ‘Hiroshima’, de John Hersey.
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“This person is the manager”. Traducción: “El mánager está disperso”. Me acuerdo de este momento de un número del grupo humorístico Les Luthiers (que, dado nuestro nivel con los idiomas, incluido el castellano, podría darse en cualquier oficina española sin intención cómica) cada vez que siento la tentación de ordenar algunas de mis preferencias, bien sean literarias, musicales o cinematográficas. Porque aunque no soy el mánager de nada, sí que en mis gustos soy bastante disperso. Sobre todo con los libros. Fernando Savater definió alguna vez como “de banda ancha” a esos lectores que tenemos siempre varios libros sobre la mesilla de noche, en contraposición a los que no pueden empezar uno sin haber acabado el anterior.
Sobre todo leo –y ocasionalmente traduzco– no ficción: ensayos, diarios, correspondencias, memorias, biografías, autobiografías. Y muchísimo periodismo, si puede ser en papel. En menor medida novelas, sobre todo clásicos que mi hermano me dice que no puedo dejar de leer si me quiero seguir considerando editor, y algo de poesía que mi padre me pone a mano cuando voy a comer con él y con mi madre. Del cine y las series se encargan, además de ellos, algunos amigos. Estoy rodeado de recomendaciones y no tengo ninguna intención de entregarme.
En Vías de escape he comentado series, películas y libros que vi y leí durante este año y el pasado, que el tiempo pasa rápido y uno empieza a ser un veterano sin haber remontado el Mekong en ninguna barcaza y sin oler el napalm. Por eso, en un lifting moral donde el criterio cultural pasa a un plano secundario, por no decir irrelevante, voy a hablar de libros editados o reeditados este año que no he comentado hasta ahora –ya hay demasiada gente mucho más informada recomendando películas y series–, porque temo que si uno empieza a repetirse exista ya una app que con algún algoritmo avise a un neurólogo que diagnosticará una demencia y recetará pastillitas para los brotes de nostalgia analógica.
A Dios pongo por testigo de que si alguien lee o regala estos libros, ni perderá el tiempo ni hará el ridículo.
Signor Hoffman, Eduardo Halfon (Libros del Asteroide).
Leí Monasterio y lo elogié sucintamente en una de mis entradas sobre un libro que hablaba de Israel. Con este escritor guatemalteco y judío (1971) me ocurre como con el Nobel Modiano: no sé si está lloviendo o no, quizá chispee, pero el caso es que llego a casa y me doy cuenta de que estoy empapado y tengo que desnudarme y cambiarme de ropa si no quiero coger una neumonía. Algo así como una de esas melodías de Brian Eno que llevamos 20 años tarareando aunque al principio nos pareciera anodina.
Recuerdos de un pasado que se desvanece, Aidan Higgins (Periférica).
Tuve conocimiento de este escritor de manera fortuita: resulta que mi familia materna es de Nerja (mi bisabuelo y mi abuelo fueron médicos del pueblo), y buscando un libro sobre su historia di con Balcony of Europe, que no era una guía turística que recomendara la visita al Balcón de Europa, sino la tercera parte de una trilogía de novelas del irlandés Aidan Higgins (Celbridge, 1927) compuesta por Recuerdos…, Langrishe, Go Down, y la mencionada Balcony of Europe. Finalmente pude saber, a través del autor, que el hermano de mi abuelo había sido su médico y partero de sus hijos. Alguien definió la novela irlandesa como la observación desde la ventana por alguien que sale de su casa a ver qué ocurre dentro. Hay algo aquí de Dublineses, pero más de la película de John Huston que del relato de Joyce en el que se basa. Muy recomendable.
El complejo de Telémaco y Ya no es como antes, de Massimo Recalcati (Anagrama).
Una noche, cuando mi amigo Jaime y yo estábamos en la puerta de un bar mientras él fumaba, se nos acercó un tipo que se parecía al Cigala a preguntarnos dónde podía escuchar buena música. Le dijimos el nombre de un bar cercano donde ponían música española, pero aquel hombre euforizado nos dijo en bucle varias veces: “odio el flamenco, odio el flamenco, odio el flamenco”, y algunas cosas más. Luego nos lo hemos encontrado entusiasmado en varios conciertos de flamenco. A mí me pasa algo parecido con el psicoanálisis. Podría decir que lo “odio”, pero daría a entender que sé algo de él y no es así. Por prejuicio o por juicio anticipatorio lo rechazo. Demasiados científicos en mi familia, supongo. Y sin embargo, me han convencido las conclusiones de Massimo Recalcati (Milán, 1958), que más que un psicoanalista es un sociólogo que se apoya en algunas tesis interesantes de Freud y Lacan para hablar de los padres y los hijos tras el ocaso del progenitor y de la dificultad del amor en nuestro tiempo y de la necesidad del perdón (“El mayor acto de amor es perdonar lo imperdonable”).
Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente, Ramón Andrés (Acantilado).
Mi admirado Albert Camus (que empieza a ser más citado en la prensa que La vida de Brian) está enterrado cerca de la ciudad del sur de Francia donde vive mi hija. Cada vez que puedo voy a visitarlos. A mi hija y la tumba de Camus en Lourmarin, Provenza. Él temía a “una muerte absurda”, y la tuvo en un accidente de coche que se achaca ahora al KGB, en lo que empieza a ser ya un signo de distinción histórica. Fue él quien dijo que, tras la caída de los Dioses y los mitos, “no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”. Y, sin embargo, este libro de Ramón Andrés (Pamplona, 1955) hace un repaso erudito y apasionante sobre la historia de una costumbre que la humanidad practica –con mejor o peor suerte, con mayor o menor condena social y legal– desde que hay registros de nuestro paso por la Tierra, desde Atapuerca hasta el Primark de Gran Vía. Un estudio sobre la muerte inducida y buscada para hablar, en esencia, del misterio de vivir y de la soledad ontológica del ser humano.
Hiroshima, John Hersey (Debate).
El 70 aniversario del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, en 1945, llevó de nuevo este año a los escaparates de las librerías una obra maestra que no había leído hasta este verano. Con una expresión tan nabokoviana como “pero hombre, por Dios, léelo ya, leches, que te dedicas al periodismo”, un amigo traductor me regaló ante mi casa en Málaga este verano esta compilación de crónicas de John Hersey (1914-1993) publicadas en el New Yorker en 1946, y lo leí de una sentada. Podría hablar de la impresión que me produjo, de las veces que lo he recomendado en estos meses, pero sucumbo al populismo y a la cobardía del ejemplo, que diría Fernando Pessoa: aún sueño a veces con ese doctor que cruza el río en busca de enfermos que aguantan en los bancos de arena para llevárselos a rastras a un hospital improvisado y desabastecido, porque prefiere que se le caigan los dedos a pedazos por la radiación que dejarse la dignidad por los suelos. Quizá el mejor libro de periodismo narrativo del siglo XX. De los que he leído, claro. Que no son pocos, pero tampoco son todos. De hecho, me siento afortunado por tener aún tantos por leer.
Felices fiestas, y que el año sea venturoso para todos. Nos seguimos leyendo en 2016.
Me interesa tu blog.Gracias.