“Si la vida tal y como la conocemos está en riesgo, hay que repensarla”
Nos llamó la atención el título del curso: ‘Regresar al Territorio. Arte y transformación’, organizado por la fundación Amigos del Museo Reina Sofía (los lunes, del 28 de febrero al 4 de abril). Así que allá fuimos. A investigar de la mano del director del curso: David Barro, un activista del arte y del diseño, un agitador de la cultura, que lo que aborda es que estas disciplinas entronquen con nuestro día a día, que bajen a la tierra, al territorio –ya su apellido apunta maneras–, que se imbriquen con la sociedad, la empresa, la tecnología, la ciencia, el presente y el futuro. “Si la vida tal y como la conocemos está en crisis, o por lo menos, en riesgo, hay que tomar partido y pensar la vida de otra manera, pensar de nuevo”. Repensarla. Pensarla como artistas.
Ya me asombró cómo se presentaba y promocionaba el curso. Con estas preguntas: “¿Es capaz el arte de cambiar nuestra vida cotidiana? ¿Qué huella deja la creación en la economía?, ¿y en la ciencia?, ¿y en la sociedad? ¿Por qué los actuales modelos de negocio acuden a la creación artística? ¿Qué retos plantea la sostenibilidad al mundo del arte? ¿Qué compromisos éticos subyacen? ¿Es la Agenda 2030 una hoja de ruta posible para la creación?¿Los Objetivos de Desarrollo Sostenible apelan a los artistas?¿Puede el arte contemporáneo ayudarnos a entender mejor nuestro presente?”.
Me dije: Las motivaciones, los impulsos de El Asombrario, en estado puro.
Esto nos explica David Barro en la presentación del curso: “El arte y la cultura son agentes imprescindibles para el cambio y poseen un poder transformador muy necesario para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Aunque la cultura no tiene un ODS específico, está presente de manera transversal: en la educación, en hacer las ciudades más sostenibles y habitables, en hacer repensar las pautas de consumo y producción o en la promoción de sociedades inclusivas y pacíficas”.
Y lo desarrolló en la entrevista que mantuvimos: “El arte siempre ha estado apegado a las cuestiones de lo social y lo económico, apegado a la vida, pero en un determinado momento, en un proceso endogámico, de encerrarse en sí mismo y priorizar lo formal, a lo largo del siglo XX perdió empatía con la sociedad, se desconectó, el XX fue el siglo de saber más y más de cada vez menos y menos, por una obsesión por la especialización. Y el arte se olvidó de su función principal: cuestionar la realidad que nos rodea para aportar sobre todo preguntas que cuestionen el presente y abran caminos hacia donde dirigirnos en el futuro. Y en ese sentido, creo que los artistas pueden aportar mucho valor en las empresas, para abrir nuevas vías, estrategias, perspectivas, ideas para adelantarse de alguna manera al futuro. Los artistas tienen la capacidad de pensar distinto, y eso a una empresa le aporta mucho valor, le permite diferenciarse. El arte tiene la capacidad de ver el mundo más allá de los límites marcados. Aunque reconozco que cuando voy a hablar de todo esto a un empresario, me corto y no empleo la palabra arte, porque sé que va a provocar incomprensión y rechazo desde el principio, lo ven como decoración o coleccionismo, ¿qué hemos hecho mal para que se siga viendo así el arte?, y uso fórmulas como procesos artísticos o procesos creativos”.
David Barro dispara ideas y conceptos interesantes sin descanso. Y hace un reproche importante: “Sí creo que en algunos asuntos, como el de la reivindicación de los derechos de la mujer, la igualdad de género, el mundo artístico sí ha tomado partido y ha aportado mucho; pero en el caso de los retos ambientales y la sostenibilidad, no. Es llamativo; porque, por lo general, los artistas se adelantan a la sociedad y a los políticos a la hora de abordar retos que se nos van presentando, pero en el tema de la ecología, con honrosas excepciones, como cuando en 1982 Joseph Beuys plantó de una manera indirecta 8.000 robles en su gran instalación en la Documenta de Kassel, creo que los artistas han ido por detrás de la sociedad e incluso de los políticos”.
“El arte y los procesos creativos tienen el reto de generar cambios positivos desde una perspectiva ética en lo social, en lo económico y en lo medioambiental. Porque el arte apela a la conciencia y más que una profesión debe ser una actitud, como advertía Moholy-Nagy a propósito del diseño, del que decía que debía cumplir un propósito”.
Hablando con David Barro, me/se/nos pregunta: “¿Qué aporta el arte? El arte nos ayuda a tomar consciencia de que habitamos un mundo en transición y debemos entender la creatividad como un elemento transformador y activar su diálogo con otras disciplinas y con el mundo”. “¿Qué es lo que hacen verdaderamente las artistas y los artistas? La respuesta es fundamental: cuestionar la realidad que nos rodea, hacerse preguntas; creo que el diseño sobre todo aporta soluciones, y el arte abre debates, se hace preguntas. Como dijo Cruz Novillo: el arte es un viaje de ida, sobre lo que se desconoce; y el diseño, un viaje de vuelta, a partir de lo que se conoce”.
Y deja ahí en el aire, en la pantalla, en este artículo –uno más con muy buenos propósitos, haciéndose un hueco de reflexión en un mundo cada vez más incierto–, una frase para darle vueltas (por lo menos hasta mañana): “Si la vida tal y como la conocemos está en crisis, o por lo menos, en riesgo, hay que tomar partido y pensar la vida de otra manera, pensar de nuevo”.
Ahí, artistas y diseñadores pueden/deben jugar un papel clave. Representan una actitud, no un sector productivo. La actitud de superar monotonías, convenciones, prejuicios e inercias. La de pensar de otra manera e ir más allá.
Falta nos hace.
“Necesitamos un nuevo Renacimiento”. Palabra de Barro. Regresar al Territorio.
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