Virginia Rodrigo: «Música y sexo tienen en común el juego»

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Virginia Rodrigo, ion libre musical, lanza su proyecto PercuAutora y su videoclip ‘Hipersexualidad‘, que arremete contra la comida de coco que supone una industria del sexo machista y unidireccional que invade todo: «El otro día veía el vídeo de Shakira y Rihanna. ¿Pero cómo se puede seguir haciendo el jueguecito lésbico patriarcal? Esto ya no escandaliza a nadie, es más de lo mismo». Ella, como baterista y percusionista, va más allá, con mirada feminista y mucho sentido del humor.

No conviene utilizar etiquetas para presentarla, pero decir que es baterista, percusionista, compositora y cantante puede servir para situar un poco a Virginia Rodrigo (Madrid, 1980). En su faceta de instrumentista ha colaborado con artistas como Javier Paxariño, Ana Alcaide y varios miembros del grupo Radio Tarifa. Ahora se ha animado a cantar para sacar adelante su proyecto PercuAutora con el lanzamiento del videoclip Hipersexualidad. Hay en ella frescura, crítica, mirada feminista y mucho sentido del humor. Ingredientes poco habituales en el menú musical que nos sirven cada día.

¿Qué es la hipermercadotecnia del sexo mundial?

El tema Hipersexualidad habla de mi sentir respecto a la industria del sexo, al tratamiento que se le da en publicidad, en los medios de comunicación. Es muy cansino, para mí es muy aburrido, monotemático. Es una crítica, está en todos sitios hasta tal punto que ya ni nos afecta ni lo vemos. Por otro lado, es un reclamo, todo el tiempo. El otro día veía el vídeo de Shakira y Rihanna. ¿Pero cómo se puede seguir haciendo el jueguecito lésbico patriarcal? Esto ya no escandaliza a nadie, es más de lo mismo. No me siento representada dentro de la industria del porno mainstream ni tampoco en las ramificaciones alternativas. Siento que hay un vacío. El porno, además, es un arma de programación, estamos súperdirigidos. Si tu educación sexual se ha hecho a través del porno (sobre todo los hombres), es una sexualidad en una sola dirección, hay toda una generación de hombres a la que les gusta hacer todo el rato lo mismo. Es una cultura unidireccional y machista. Los paradigmas son muy rígidos, hay cosas que no se exploran.

Muy hipersexuad@s, pero en el fondo un tabú…

Absolutamente. No hay una libertad real. Incluso en las escenas lésbicas el punto de partida es siempre la visión del hombre, siempre es el mismo ojo el que mira al mismo lugar. Y cuando investigo y busco otras cosas tampoco me siento representada.

¿Qué caretas tenemos que quitarnos?

Para empezar la de eres heterosexal, homosexual… Para mí preguntar si te gustan los hombres o las mujeres no procede. Creo que no es tan importante definirte. Entiendo la lucha de los colectivos de gays y lesbianas y la comparto, pero creo que cuando buscamos dentro de nuestra libertad en realidad, como tendencia, somos bisexuales y en unos años estas etiquetas serán irrelevantes.

¿Hay tanta sexualidad en la música como musicalidad en el sexo?

De sexo hay mucho dentro de la música, sobre todo en la industria musical, como decía antes. Lo de ver a una tía tocar la batería en pelotas me cansa. Pero en sentido más filosófico, creo que la música y el sexo tienen en común la parte de juego. Lo que comparten es la palabra jugar.

No es habitual encontrar sobre los escenarios a mujeres instrumentistas…

Faltan, pero es cuestión de tiempo. Ya hay una generación de chicas en conservatorios, es minoritaria aún pero en Youtube ya puedes ver a jóvenes bajistas, bateristas, hay gente autodidacta. Igual que en la universidad cada vez ha habido más mujeres y se han adueñado de los mejores resultados, con la música va a pasar también. Creo que somos una generación bisagra. A veces también se utiliza de forma comercial: ¡Una mujer encima del escenario!

¿Qué instrumentos te producen fascinación?

Mi trabajo siempre ha sido como baterista y percusionista y doy clases a gente en una escuela de música. He estudiado piano, pero no soy pianista. Toco la guitarra, pero no soy guitarrista (porque yo sé lo que es tocar). Soy un poco una intrusa de todo. Siempre lo he compaginado con las clases. Hay una idea de que el músico que es profesor o da clases es porque no puede tocar en directo, no es suficientemente bueno, etcétera. A mí me encanta dar clases, me gusta, me divierte. Me da un soporte económico como para poder hacer la música que me gusta.

Beber de estilos tan diversos como el tango, el jazz, el flamenco o la música folk, ¿qué poso deja?

He tenido mucha suerte, he tocado con gente maravillosa. Queda dentro de mí una coctelera de todo eso y va saliendo solo. No hay nada premeditado. El resultado es lo que se ve en el directo, lo que se escucha en el EP y lo que va a venir. Es difícil explicar mi música, no sé sabe muy bien qué es, no sé si será incoherencia o qué… (Risas).

¿Y lo de la zarzuela?

He hecho de todo. Hice una temporada entera de El niño judío, con el montaje de Jesús Castejón. Es una obra surrealista, un delirio. Fue una zarzuela muy atípica. Lo recuerdo como algo muy bonito, la zarzuela es una maravilla, sólo estar viendo a un cuerpo de baile entero, una orquesta, un coro, todo en un teatro grande ya es precioso. Es un mundo, tiene su público.

Eres PercuAutora…

Es mi faceta como compositora, cantante. No me sentía identificada en la etiqueta cantautora. Además, en el directo toco con banda y luego tengo el espectáculo a dúo. La parte rítmica y la percusión son parte esencial del proyecto, buscaba una palabra que englobara todo: PercuAutora.

Cuentas con la colaboración de Álvaro Tato. ¿Cómo trabajan?

No es fácil hacer canciones de las cosas que pienso y darle la forma poética. Él es muy amigo mío, yo era muy fan de la compañía de teatro Ron Lalá, en la que actúa. Somos muy distintos, tenemos opiniones muy diferentes, pero trabajamos muy bien: yo le mando un texto, me manda una versión y vamos viendo… Le pongo la cabeza a mil (risas), pero me conoce mucho y es un gran profesional, dramaturgo, poeta, letrista. Para mí es un regalazo trabajar con él.

¿Autoproducir este EP te ha costado algunos kilos (de peso)?

Sí, no me lo podía ni imaginar. ¿Cómo puede ser tan difícil sacar adelante un disco? No lo digo con amargura, pero ahora ya lo puedo encajar. Es un camino, las reglas del juego han cambiado. Antes se sabía lo que había que hacer, ahora las cosas no van bien. Incluso la gente que vivió los buenos años de la industria musical ahora está despistada. Lo bueno es que nacen otras opciones, como el crowdfunding, pero no sabemos hacia dónde vamos. Además, aquí no hay tradición cultural. En otros países se maneja mejor la crisis del sector porque la gente está dispuesta a pagar por un concierto. Aquí se va si es gratis; yo entiendo que la situación es difícil, pero el precio de mi concierto es el de tres cañas. La gente sí se puede pagar una copa, pero pagar por la cultura no se asume.

Dices en una canción que vivimos en una red de plástico. ¿También en la música?

Hay una corriente, la de la cultura mainstream, que es plástico absoluto. Te tienes que ir muy a los bordes para encontrar circuitos que sean genuinos. Es muy complicado. Pero empezar de cero también es bonito. Internet es una nueva plataforma para conocer cosas nuevas, nos permite enseñar nuestro trabajo. Yo ahora estoy reflexionando mucho también sobre qué significa tener repercusión en las redes sociales. ¿Eso permite que vayas a vivir de la música o que un concierto se llene? Desde luego, para la música independiente es la única plataforma, pero tener que abrir caminos es agotador.

Has venido en bici a la entrevista y hasta le has dedicado una canción. Eso es amor.

Mi bici es lo más. Me parece que es el medio de transporte ideal, el invento perfecto. Es rápido, no contamina… Pero es complicado, Madrid está pensado contra los peatones pero sobre todo contra las bicicletas. Yo creo que tengo más legitimidad moral con mi bici que un coche para ir por la carretera. Pero, por supuesto, el peatón es el más legitimado, las personas primero. Y la ciudad no prioriza a las personas.

Cantas que “nuestra vida es un regalo que ya se va”.

Creo que es importante reflejar en las canciones la queja, soy quejica porque creo que hay que contar toda la parte insostenible de lo que estamos viviendo, pero en realidad yo vivo la vida como un regalo. Soy muy happy flower. Para mí lo más de lo más es ir en mi bicicleta cantando, por más que las cosas sean difíciles. Me gusta mucho esta frase de Álvaro Tato: “Es un regalo que ya se va”. Lo tienes, vívelo ahora porque mientras lo estás teniendo se está yendo. Vive el regalo que te toque, a veces te gusta más o te gusta menos, pero es aquí y ahora. Es el presente, la única verdad que tenemos.

Virginia Rodrígo actúa el viernes 6 de junio a las 22:00 en El Laurel de Baco (Aranjuez)

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Comentarios

  • ugly

    Por ugly, el 28 mayo 2014

    ¿Esta entrevista se realizó originalmente en inglés? Me llamaba la atención el titular sobre que la música y el sexo tienen en común el «juego» y tras leer la pregunta concreta me parece cogido con pinzas a partir de una mala traducción de «play», ambas cosas, la música y el sexo (y el fútbol si me apuras) tienen en común el verbo «play», pero la música no tiene por qué ser «juego».

  • bolo

    Por bolo, el 29 mayo 2014

    La música siempre es juego, es inventar una historia o una situación con sonidos. Es expresión y propuesta, incluso cuando tiene un tono serio o trágico, pero siempre es algo inventado, aunque también sea verdadera y auténtica. El músico se ofrece a sí mismo en sonidos, pero, como propuesta que espera reacciones, no es más que un juego, porque detrás no hay nada tan importante que sólo se pueda ver como algo serio, se podría haber hecho de otra manera. Si la música se toma demasiado en serio se vuelve pretenciosa, pero no por eso deja de ser algo inventado y, por lo tanto, un juego, como todas las otras cosas de esta vida, que pretende ser importante y seria y que podría ser divertida como un juego.

    • ugly

      Por ugly, el 29 mayo 2014

      No lo dudo, en ese sentido, en realidad, casi todo el la vida es juego. Desde el deporta a la música pasando por el sexo pero también la educación, el marketing, las finanzas (juego puro y duro al estilo casino)…

      Sin embargo, leyendo la frase concreta donde aparece la cuestión: «la música y el sexo tienen en común la parte de juego. Lo que comparten es la palabra jugar» no habla del juego en el sentido que tú comentas sino de que comparten la palabra «jugar».

      Si traduces esa frase al inglés queda que ni pintada.

      • bolo

        Por bolo, el 29 mayo 2014

        Bueno, tienes razón en que la palabra, en inglés, la pueden compartir de miedo, pero que en castellano no se suele hablar de juego musical.
        Pero la idea la comparten, y más visto desde una idea del sexo como la que plantea la percuAutora, como experimentación. Quizá fue una mala elección de la palabra «palabra»…
        ¡Juguemos!

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