Visitamos la escuela modelo de sostenibilidad en América Latina

Alumnos de la Escuela Sustentable del balneario de Jaureguiberry en Uruguay.

La escuela rural N° 294 del balneario de Jaureguiberry, una localidad uruguaya a 80 kilómetros de Montevideo, está de aniversario. En ella, el 60% de los materiales de construcción provienen del reciclaje, el agua que usan procede de la lluvia y no saben lo que es la calefacción o el aire acondicionado porque no los necesitan. El primer colegio público totalmente sostenible de América Latina, la Escuela Sustentable acaba de cumplir su primer año escolar.

POR DIEGO HERNÁN

Todo comenzó en 2011, cuando un grupo de jóvenes idealistas se quedan prendados de las ideas del documental Garbage Warrior‘,  que se acerca a la figura del arquitecto y gurú de la bioconstrucción Michael Reynolds. Impactados por las posibilidades que ofrece el concepto de bioarquitecture promulgado por el norteamericano, y conscientes de las necesidades educativas y de infraestructuras del país, comenzaron a imaginar qué pasaría si se aplicaran estos principios en la construcción de uno de los buques insignia de la comunidad uruguaya: una escuela pública, en el medio rural y totalmente sostenible; una earthship, una ‘nave-tierra’ independiente que sirviera de ejemplo para el resto del continente.

Para dar sus primeros pasos fundan Tagma, la asociación sin ánimo de lucro detrás del proyecto, y logran convencer a políticos, población local, empresas privadas y, finalmente, al propio Reynolds, de que valía la pena apostar por esta aventura. Tras una travesía burocrática y de búsqueda de financiación (finalmente aportada en su mayoría por una empresa privada local), a comienzos de 2016 se pone en marcha la Academia Earthship y arranca la construcción del edificio. Unos 200 voluntarios de más de 30 nacionalidades diferentes, trabajando mano a mano con la comunidad local y coordinados por el propio ‘guerrero de la basura’ y su equipo, consiguen dar forma al edificio en siete semanas. El resultado es un perfil madmaxiano pero integrado en su entorno, que fue creado empleando un original concepto de trabajo y aprendizaje simultáneo: un aula viva basada en el aprendizaje práctico, donde la mitad de los voluntarios se turnaba para construir y, a la vez, empaparse a fondo de los conceptos de la bioarquitectura.

Una de las claves de la rapidez y economía del proceso es que más de un 60% de los materiales empleados fueron reciclados. Se obtuvieron gracias a un sistema de “puntos verdes” que se puso en marcha entre la población local. Un paso más para concienciar a la comunidad de que la futura escuela del pueblo también iba a tener un poco de cada uno de ellos. En total, para construir los 270 m2 de la escuela se emplearon unos 2.200 neumáticos, 14.000 latas, 5.000 botellas de vidrio y plástico y alrededor de 2.000 m2 de cartón, unidos a los materiales habituales como arena, cemento, madera, etc. “Enseña a la gente de la misma forma que le enseñas a leer, a escribir y a aprender aritmética; enséñales la lógica del planeta, y empezaremos a traer gente al mundo que entienda el mundo. No el mundo de la economía o el de la política, sino el del planeta Tierra”, dice Michael Reynolds en uno de los vídeos promocionales de la Escuela. El arquitecto norteamericano ha reconocido varias veces que una de las cosas que más le atrajo del proyecto frente a otras edificaciones que ha llevado a cabo es precisamente que cree que toda esta conciencia ecológica va a cambiar directamente las vidas de esta comunidad y de su futuro inmediato, los más jóvenes.

“Una de las cosas que más nos atrajo al ver el documental fue imaginar y construir viviendas donde donde éstas cuiden de nosotros en vez preocuparnos nosotros de mantenerlas”, ha declarado por su parte Martín Espósito, el coordinador del proyecto, durante la presentación de esta iniciativa. “Además, también creo que por mezclar estos dos conceptos, el de la bioarquitectura de Reynolds y la visión educativa, tiene muchas posibilidades de ser replicado, de ser como un virus en el buen sentido de la palabra”. Y así ha sido, ya que según afirma la asociación, diversas organizaciones y gobiernos de países como Colombia, Brasil o Argentina han mostrado interés en repetir la exitosa experiencia.

Escuela sustentable de Uruguay.

Interior de la Escuela Sustentable.

La Escuela Sustentable es un edificio preparado para funcionar de manera autónoma, en la que la temperatura es siempre la misma, en torno a los 18-22º- durante todo el año. Lo consigue aprovechando al máximo la luz solar por su orientación norte y a su aislamiento térmico en la parte sur, prácticamente soterrado en el terreno, además del sistema pasivo empleado en este tipo de construcciones. El proceso de reciclado de reciclado de agua es sencillo. La inclinación de la cubierta superior permite recoger el agua de lluvia que, tras ser almacenada en unos tanques con capacidad para 30.000 litros, pasa un proceso de filtrado que la convierte en potable. Es el agua que profesores y alumnos emplean para beber o lavarse las manos. A su vez, lo que desechan se utiliza para las cisternas y, antes de terminar su ciclo, pasa de nuevo por un proceso de filtrado en un pozo séptico para acabar alimentando un humedal exterior. El agua se emplea para regar un huerto común que abastece al comedor de tomates, albahaca o brócoli (algunos de los alimentos más apreciados por los jardineros) y que los alumnos atienden una hora a la semana.

Aunque tiene capacidad para un centenar de niños, sus actuales 39 ocupantes -además de los profesores-, de diversas edades hasta Primaria, están aprendiendo que la sostenibilidad no es solo un concepto que les explican en los libros. Todos se forman constantemente en materia de autosuficiencia y respeto por el medio ambiente. Aquí nada se tira y no existe el concepto de basura. Combinar estudios regulares con experiencias prácticas de bioconstrucción, asistir a talleres apícolas o convertirse en expertos sobre compost son vivencias que están logrando crear vínculos entre todos los que forman parte de esta escuela única en su género. “Con este proyecto tuvimos la posibilidad de dejar de protestar y empezar a proponer, a hacer algo para cambiar lo que creemos que tiene que cambiar, lo que creemos que puede ser diferente”, dicen desde la organización. Ahora, su intención es seguir con otras iniciativas, aprender de la experiencia y ayudar a replicarla, y permitir la apropiación del edificio por parte de la comunidad para que la escuela continúe funcionando de forma autónoma, algo de lo que ha demostrado ser capaz con creces en este último año.

Sobre el autor

manuelcuellardelrio

¿Quieres leer más artículos de este autor?