Viva la diferencia: lograr que nuestras casas no parezcan todas iguales
La estandarización del diseño está llegando a tal punto que todas las casas del mundo cada vez se parecen más. Ahora el reto es la ‘customización’ dentro de la producción industrial, cómo marcar la diferencia, cómo personalizar nuestros entornos sin que los precios se disparen. Interesante tema que plantea la exposición ‘¡Viva la diferencia!’, de CentroCentro, en Madrid. Hablamos con su comisaria, Ana Domínguez Siemens, toda una autoridad en abrir nuevas vías y experiencias en el mundo del diseño.
Por ANDRÉS RUBIO
Con toda la increíble energía positiva que desde que Ikea abrió en España en 1996 se ha colado en los hogares hasta pulverizar el “estilo remordimiento” heredado del franquismo, el reto ahora es otro: cómo conseguir que todas nuestras casas no parezcan iguales. Es decir, “cómo conseguir desde la plataforma de la producción industrial esa deseada o anhelada singularidad que hace únicos a los objetos”.
Explicar esa frontera que el diseño busca traspasar es el objetivo de la exposición ¡Viva la diferencia!, que se puede ver hasta el 20 de mayo en CentroCentro, el espacio del Ayuntamiento de Madrid en su sede de la plaza de la Cibeles, con montaje de Ciszak Dalmas que simula una cadena de fabricación ingeniosamente realizada a base de tubos de cartón. La muestra plantea la cuestión como un desafío global y ha sido comisariada exquisitamente por Ana Domínguez Siemens (que también ha sido comisaria dentro de Madrid Design de la retrospectiva dedicada al madrileño Jaime Hayón). Esa customización nos lleva a abordar en esta charla con Ana Domínguez Siemens temas como la obsolescencia, la sostenibilidad y la diversidad en el mundo del diseño.
¿El consumidor quiere huir de “un paisaje doméstico indiferenciado”, como propone la exposición?
Sí, pienso que de las cosas más descorazonadoras que hay es viajar por el mundo y encontrarte en los sitios más inesperados los mismos objetos que ves normalmente a tu alrededor. Me recuerdo con el corazón encogido en un pequeño restaurante de Pekín donde estaba la misma jarra de agua de Ikea que tenían en el bar de la esquina de mi casa. Fue un momento de revulsión para mí, de entender de una forma visceral algo que ya había comprendido hacía años intelectualmente. Creo que es por ese deseo de diferenciarnos por lo que la gente se aficiona a ir a los rastros de sus ciudades o a comprar ropa vintage. Claramente es también el éxito de plataformas como Etsy, donde puedes comprar fácilmente a pequeños comercios y artesanos de todas partes del mundo sin moverte de tu casa.
El suplemento ‘Lettere’ del periódico italiano ‘Corriere della Sera’ dedicaba su portada a la exposición de la que eres comisaria. Felicidades. ¿Nos puedes contar qué plantea Gaetano Pesce en ese dibujo que se usó para la portada del suplemento?
Se trata del dibujo de una pieza que él llama Cara Diversitá (Querida diversidad). Son cinco sillas iguales pero diferentes, pensadas para ser producidas en serie pero introduciendo la posibilidad de que cada pieza sea distinta de la anterior, contribuyendo así a un paisaje doméstico no homogéneo y que en su opinión refleja mejor la sociedad en la que vivimos: heterogénea e imperfecta.
De hecho, el dibujo se acompaña de esta frase que coloqué en la pared de la exposición: “La diversidad es ese valor que puede salvar al mundo del aburrimiento de la igualdad, aspiración irreal que se relaciona con la desgastada y obsoleta idea de lo estándar”.
¿Y cómo se logra esa diversidad?
El tema que plantea Pesce, y que es el verdadero reto, es cómo lograrla sin recurrir al retorno a la artesanía. Es indudable que la artesanía es un bien cultural que hay que promover, alentar y preservar. Es un disparate que dejemos morir toda esa sabiduría. Pero esa no es la respuesta a la demanda de producto bien hecho y a un precio democrático. Como me dijo hace poco Ronan Bouroullec, la magia no existe, los productos baratos sólo los puede hacer una industria potente que fabrica en cantidades enormes y con un alto desarrollo tecnológico. Así que el reto de Pesce es cómo usar esa industria pero añadiendo el elemento diferenciador. No es tarea fácil.
¿Podrías explicarnos el sentido de la exposición a partir de los objetos del propio Gaetano Pesce incluidos en la misma?
Hemos conseguido traer dos sillas Dalila, uno de los primeros proyectos que él realizó con esta idea para la firma Cassina, y que están en el museo de la empresa. El proceso consistía en dar unas instrucciones generales a los operarios de la fábrica sobre cómo tenía que ser la silla y a la vez darles la suficiente libertad como para que ellos mismos decidieran la forma final, de modo que cada una, siendo parecida, sería diferente. Según me contó, este asunto al principio le ocasionó problemas porque los trabajadores no se sentían cómodos con esa libertad, preferían tener instrucciones muy precisas sobre la fabricación, aunque parece que finalmente ¡le fueron cogiendo el gusto!
Se trata, por tanto, de lograr que nuestros hogares tengan destellos de diferencia, de autorreferencias, de bellas imperfecciones…
Sí, de hecho, parte del discurso de Gaetano Pesce se refiere a la belleza de la imperfección. Abrazar los errores y verlos como algo positivo en la medida en que no sólo diferencian a los objetos sino que los hacen más acordes a lo que sería el reflejo de los humanos.
Acaba de morir el fundador de Ikea y en el obituario del ‘New York Times’ todo lo que se decía de él era referido a su talento como hombre de negocios y a su impresentable pasado filonazi, pero nada sobre la importante aportación a la democratización del diseño que ha supuesto esta firma. Como experta en el tema, ¿cuál sería el legado de Ingvar Kamprad, fundador de la mayor empresa de muebles a nivel mundial?
No creo que haya ninguna duda sobre cómo Ikea ha cambiado el mercado y el modo de consumir productos. Incluso el gusto, no nos olvidemos del paisaje doméstico español dominado por el terrorífico mueble castellano antes de que llegara Ikea, lo que contribuyó a una mayor limpieza visual. Al mismo tiempo, es evidente que los productos tan baratos no tienen la misma calidad que otros en los que se han empleados mejores materiales, más atención al detalle y todas las características que implica un diseño de calidad. Así que creo que la cultura de Ikea, que sin duda ofrece un buen servicio, también tendría que mejorar en ese aspecto tan poco sostenible que es la cultura del usar y tirar. Philippe Starck es uno al que le gusta decir que no hay acto más sostenible que hacer objetos y muebles que se puedan heredar. Pienso que tiene razón y en ese sentido Ikea tendría que replantear su modelo de negocio. Me alegra también ver que cada vez hacen más hincapié en utilizar diseñadores interesantes, es un gran acierto.
Precisamente la exposición ‘¡Viva la diferencia!’ contiene un elemento muy significativo: una colección producida por Ikea en la que el diseñador Piet Hein Eek se las arregla para que los productos sean diferentes. Así, el gigante de los muebles también se plantea la personalización. ¿Puedes comentarnos este diseño?
La lista de proyectos para esta muestra llevo muchos años pensándola. Como era un tema que me interesaba, siempre que veía alguno que tenía relación con esta idea tomaba nota y pensaba que algún día haría una exposición con todos ellos. Esa lista cerrada la entregué a CentroCentro para empezar a organizar la exposición, y un tiempo después me enteré de que Ikea estaba trabajando con Piet Hein Eek para hacer un proyecto que se iba a llamar Industreall y que trataba de producir objetos únicos a gran escala y sin elevar los precios del producto seriado. Ni siquiera pude ver los productos de que se trataba hasta que los presentó el diseñador en Eindhoven, pero de inmediato incluí el proyecto en la lista, porque el hecho de que esta preocupación hubiese llegado a Ikea significaba una especie de modo de cerrar el círculo, de ver cómo este tema ha llegado por fin a ser del interés de todos.
La aspiración de la Bauhaus de lograr objetos perfectos y bellos a precios democráticos contrasta hoy en día con la búsqueda justo de lo contrario, de la customización en busca de objetos únicos cuyos procesos de producción podrían encarecerse insoportablemente. ¿Dónde está el posible equilibrio?
¡La sola palabra perfectos me da dolor de cabeza! ¿Y bellos? ¿De qué belleza hablamos exactamente, de la belleza de la perfección? Ay, ay, ay, ¡qué miedo! La Bauhaus tuvo muchas cosas buenas que hicieron progresar al mundo, pero también estamos en el siglo XXI y la mentalidad, la manera de relacionarnos, de vivir, nuestras expectativas, el modo de trabajar, todo ha cambiado. Los honorables principios de la Bauhaus se sienten hoy rígidos, inflexibles e incluso un pelín dictatoriales. No es que lo diga yo, lo venía diciendo el mismo Ettore Sottsass desde los años setenta cuando hablaba de que el funcionalismo no era suficiente, que había que añadir sensualidad y placer a la ecuación. Por otra parte, el hecho de que los procesos artesanales sean insoportablemente caros no les resta valor, sólo quiere decir que a lo mejor no son la respuesta más eficaz para hacer productos sencillos de uso diario, que son métodos aplicables mejor a proyectos creativos para un público reducido que se puede permitir piezas de más valor.
El mercado y la sociedad son muy amplios, hay sitio para que convivan distintas cosas y en concreto el mercado para piezas producidas en series limitadas para galerías, cercano al mundo del arte, crece y crece. Además, las nuevas tecnologías, las redes sociales incluso, fomentan este comercio de piezas, en primer lugar porque ayudan a diseñadores pequeños que hacen una producción limitada a darse a conocer y poner su producto a la venta, y porque con la impresión 3D o el fácil acceso a máquinas de control numérico es posible fabricar sin depender de la gran industria. Y, por supuesto, eso abre el camino a que los consumidores decidan qué quieren y cómo lo quieren. Algunas empresas han dado ya una gran capacidad de elección al cliente y esto es algo que no parará de crecer, la personalización es un hecho.
Háblanos, por favor, del proyecto de una silla de ruedas en la que se aplica la tecnología 3D que cierra la exposición, y que creo que de manera muy oportuna aplica esos avances a la mejora social, en este caso de las personas con movilidad limitada.
Quise que hubiese al menos un proyecto que tuviera relación con la impresión 3D porque es una tecnología que tiene la customización en su ADN. La silla de ruedas Go de Benjamin Hubert para LayerLab se hace escaneando el cuerpo de la persona que la va a usar e imprimiendo el asiento a su medida y con sus particularidades anatómicas. La aplicación de esta tecnología a la ortopedia y la medicina están empezando a cambiar ese mundo de manera rápida y radical, y en ese sentido el diseño puede dar un paso más en la búsqueda de la inclusividad.
La exposición hace referencia a la imperfección como fuente de singularidad en proyectos que recuerdan a otros movimientos contemporáneos que nos llegan desde la arquitectura, por ejemplo en el caso del premiado colectivo Assemble, con su empleo de materiales reciclados para recuperar viviendas en Liverpool, o hasta en el mundo de la agricultura y la gastronomía, como el movimiento francés de ‘les gueules cassées (las caras rotas)’, que busca que las frutas que tienen peor aspecto no sean retiradas de los estantes de las fruterías francesas y que el consumidor aprenda a apreciarlas. ¿Ves razonable esta relación? ¿Cómo la interpretas?
Sí, claro que tienen relación, pero de modos diferentes. En el asunto del que trata mi exposición, que es el tema de la diversidad, la imperfección es un tema subyacente, pero no es el punto de partida; es una forma de asumir que la diversidad suele venir dada por esas imperfecciones, pero no se buscan deliberadamente, más bien se encuentran, se asumen y se aceptan como algo positivo. En concreto, el caso de Assemble es una pena, porque me acordé demasiado tarde de un proyecto suyo llamado Splatware, de series de platos y vasos donde mezclan arcillas con un sistema propio que hace que cada pieza sea distinta. Hubiera sido un proyecto estupendo para la exposición.
¿Se puede ver esta ‘des-estandarización’ del diseño como una respuesta crítica y política a las ciudades contemporáneas en las que se repiten las mismas cadenas una y otra vez en cualquier calle de Europa y del mundo?
No lo puedo asegurar pero seguramente sí, porque a Gaetano Pesce siempre le ha interesado una postura crítica y muy política en su creatividad. No es casualidad que también sea suyo el sillón Up, de formas exuberantes, que llevaba un puf en forma de bola atado con una cadena. Su intención con esa pieza era señalar la situación de esclavitud de la mujer en la sociedad contemporánea. De modo que en el hecho de que hoy haya cada vez más interés en un producto diferenciado es muy posible que al consumidor le mueva entre otras cosas el hartazgo que produce la tan traída y llevada gentrificación, y que de algún modo su demanda de productos diferenciados sea también una postura política.
Esa búsqueda de una identidad propia, ¿cómo casa con la progresiva desigualdad social, el abismo entre ricos y pobres en una sociedad globalizada que, por otra parte, nunca había asistido a un nivel de avances semejante?
No soy capaz de dar una respuesta a ese tema tan controvertido. Sólo puedo decir que vivimos una época llena de contradicciones. Es como lo que hablábamos antes del fenómeno de los muebles o de la moda barata, algo que todos vemos como un logro y, sin embargo, sabemos que el exceso de consumo nos está matando. Cómo se resuelve eso no lo sé, pero sí creo que la educación es importantísima, que como ciudadanos sepamos elegir con raciocinio y responsabilidad qué consumimos es crucial para aportar un grano de arena al deseado equilibrio social.
En la muestra figuran grandes nombres, como el citado Gaetano Pesce o Hella Jongerius, junto a otros menos conocidos. ¿Cómo ha sido la combinación?
Nunca es importante para mí el nombre de los diseñadores, siempre elijo los proyectos en función de que se ciñan al tema que trato y por la calidad de los mismos, me da igual si es un diseñador establecido o un estudiante. De hecho, en el campo del diseño muchas de las ideas más frescas suelen verse entre diseñadores muy jóvenes. Si la exposición hubiera tenido como fin enseñar productos que están en el mercado quizá hubiera sido importante que los diseñadores fueran conocidos, pero trata de mostrar también proyectos muy experimentales cuyo interés es el de plantear una cuestión, abrir el debate crítico tan necesario y tan escaso en el mundo del diseño.
¿Cuáles son los proyectos más avanzados y de vanguardia que se presentan?
Por ejemplo, Collective Works, de mischer’traxler. Se trata de un proceso de producción que sólo se activa cuando la gente se acerca a él. Reaccionando con la audiencia, el proceso registra la presencia de la gente en el propio objeto (unas cestas), introduciendo variaciones de color y tamaño dependiendo del interés que se haya despertado durante el proceso.
¿Y algunos más comerciales?
La lámpara Alphabeta de Luca Nichetto para HEM, que ofrece unas 10.000 posibles combinaciones de dos pantallas de aluminio de distintas formas y colores que se pueden elegir según el gusto de cada uno. También la web de Moooi Carpets, con un sistema que permite que el mismo diseño admita una variada carta de colores, siluetas y estampados para que el consumidor diseñe su propia alfombra.
¿Cuál crees que será en los próximos años la posición de los diseñadores respecto a la utilización responsable de los materiales, el reciclaje y el respeto al medioambiente?
Creo que todas esas premisas están ya dentro de todos los programas del buen diseñador, otra cosa es que no lo estén entre los malos diseñadores. Toda empresa o diseñador de prestigio han sido pioneros en estos asuntos de reciclaje y respeto al medioambiente. Creo que los cambios, de producirse, vendrán instigados por el consumidor, que exigirá otras cosas y que cambiando sus modos de consumir conseguirá que se modifiquen los modos de producir.
Esta exposición, abierta hasta el 20 de mayo, junto a la que también has comisariado en febrero sobre Jaime Hayón, se ha enmarcado dentro del Madrid Design Festival. ¿Qué significa esta iniciativa? ¿Cuál es el balance? ¿Qué puede proponer Madrid de interesante en este campo?
La iniciativa pretende poner a Madrid en el mapa del diseño, lo sorprendente es que se haya tardado tanto en dar ese paso, y por eso hay que agradecer la labor de La Fábrica, que son quienes lo han puesto en marcha. Creo que el balance está siendo muy positivo, se ha conseguido que venga mucha gente interesante a dar conferencias, talleres y otras actividades; toda la ciudad se ha implicado, así que el diseño empieza a formar parte de las actividades de la gente. Que las personas se acerquen a este tema que desconocen es un buen paso en ese asunto de la educación del que hablábamos antes, pues cuanto mejor informados y mejor criterio tengan los ciudadanos, más responsable será su modo de consumir. Personalmente me conformo con que el diseño deje de percibirse como algo relacionado con el lujo y la estética y pase a considerarse como una herramienta útil para ayudarnos a vivir mejor en todos los sentidos, atendiendo a nuestras necesidades tanto funcionales como emocionales.
‘¡Viva la diferencia!’ CentroCentro.
(Plaza de la Cibeles, Ayuntamiento de Madrid). Abierta hasta el 20 de mayo. Entrada libre.
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