‘Vivo sin vivir en mí’: Lamazares se funde con San Juan de la Cruz
“Vivo sin vivir en mí…”. “¿Qué muerte abrá que se yguale / a mi vivir lastimero / pues si más vivo más muero?”. Son versos de uno de los más grandes poetas de la lengua castellana, San Juan de la Cruz, que en los últimos años Antón Lamazares viene convirtiendo en su nueva obra plástica y que ahora presenta en Madrid, en la exposición ‘Cántico espiritual’, en la galería Odalys. Una sobrecogedora reverencia al silencio, a la noche oscura, al diálogo con el infinito y las ausencias.
Cartón de nido de abeja horadado con un punzón en cientos de noches en silencio. Cartón cubierto de brillantes barnices de colores tierra, arcillas, amarillos, ocres, granates.
“¿Adónde te escondiste, / Amado, y me dejaste con gemido?”.
Cartón doliente, asaeteado como un san Sebastián mártir. Componiendo letra a letra todos esos versos del carmelita descalzo a partir del Alfabeto Delfín –bautizado así en homenaje a su padre– que Lamazares (aldea de Maceira, Lalín, Pontevedra, 1954) creó a comienzos de la década pasada, y en el que cada símbolo corresponde a una letra del alfabeto latino, imbricando lo literal con lo poético y lo pictórico; hay letras que son lunas crecientes o menguantes, hay cruces, rombos, triángulos, corazones… Y hay en estas obras del Cántico espiritual errores en la transcripción al Delfín de algunos versos que el artista ha convertido en borrones, en heridas abiertas en ese cartón de nido de abeja, transformando el panal/panel en cicatriz, en abstracción que invita a asomarse… ¿al abismo, a lo más profundo del alma?
“En una noche oscura / con ansias en amores inflamada”…
Del alma de San Juan de la Cruz y de Antón Lamazares. El místico tuvo que memorizar las 30 primeras estrofas de su Cántico espiritual durante un tortuoso cautiverio, al no disponer de medios para escribirlas. El artista gallego confiesa que trabaja siempre en el silencio de la noche, con música clásica –música antigua, cantos gregorianos…– o flamenco.
Y ambas almas convergen también en el recogimiento de los conventos, pues Lamazares pasó buena parte de su niñez, de los 9 a los 14 años, en un internado franciscano, el convento de Herbón, cerca de Padrón. “Sólo teníamos un mes de vacaciones al año, en verano”.
“¿Adónde te escondiste / Amado y me dexaste con gemido? / Como el ciervo huyste / aviéndome herido salí tras ti clamando y eras ydo”.
Escribe en el catálogo de la exposición el comisario, Alfonso de la Torre: “Apartado del mundo, habitante de ese abismo desconocido que le permite entonar su espiritual cántico, así pinta Antón Lamazares. Vacío y silencio. Resuenen Canciones, Glosas, Dichos y Advertencias de San Juan de la Cruz. Es en la noche, sí, oscura”.
“El alma / que anda / en amor / ni cansa / ni se cansa”.
“Siempre soñé la palabra, siempre quise trabajar con la palabra, tengo un libro de poemas… sin publicar, incluso de joven quise ser periodista…”, cuenta Lamazares. “Tardé mucho en alumbrar el Alfabeto Delfín”.
Un alfabeto bello y misterioso. “Como dijo Chateaubriand, el misterio y la belleza son el corazón de la gran pintura, del arte”, nos dice Lamazares.
Y de ese deseo de trabajar con la palabra, pero en un sentido plástico, pictórico, brotan el medio centenar de obras que ahora se presentan en Madrid. Con dominio de los rojos fuego y rojos cereza, en sus colores compuestos, pero también hay algún verde helecho, algún ocre de barro mojado, naranjas, algún morado ciruela en cartones lacerados.
“Esa tensión entre presencia y ausencia será uno de los flujos que conmuevan la poesía del descalzo, lo que está o lo que es aspiración, el mundo y sus deseos como un ensayo sobre aquello a lo que se podría acceder. Decidle. Su pintura, el interregno de lo que tienta ser alcanzado: decidle que adolezco y peno. Pintura como expresión del lugar de la pérdida” (Alfonso de la Torre).
En el encuentro con el periodista, Lamazares regresa continuamente a su infancia y recuerda su universo rural y aquella tierra mojada cuando llevaba las vacas al prado, tierra rojiza en la que dibujaba y escribía, ¡el dibujo y las letras!, con un palo. “Vuelvo a menudo a la infancia, y a mi infancia de niño de pueblo, de aldea, porque creo que es cuando uno mira las cosas con más asombro, la esencia de toda creatividad, y yo creo que también con más profundidad”.
“Lamazares en su bellísimo políptico [la cumbre de la muestra está al fondo, en la tercera sala de la galería, la más alta, con los 14 paneles inseparables escritos a lo largo del año pasado, obra que da título a la exposición, que invita al silencio y la introspección, la contemplación], tempestad de rojos y almagres asaltados por el fulgor de palabras abiertas en superficies que a veces se muestran con apariencia líquida. Como Cage arrojando sonidos dentro del silencio, pinta y horada, talla Lamazares en estos cartones de nido de abeja el diálogo entre lo presente y lo ausente, el encuentro de lo infinito con lo finito del espacio donde se desarrolla el acontecimiento pictórico” (Alfonso de la Torre, notas al catálogo).
“Pastores los que fuerdes / allá por las majadas al otero / si por ventura vierdes / aquél que yo más quiero / dezidle que adolezco, peno y muero”.
Amor y silencio.
Solo es callado el amor.
“Llevo trabajando en esta serie en torno a San Juan de la Cruz desde 2018, y no la doy por terminada”.
Decidle que adolezco, peno y muero.
Ahora, 50 obras de esa inmersión en el alma del poeta descalzo, desde el alma del artista que no olvida aquella tierra mojada de su infancia en la que dibujaba con un palo, pueden verse en la galería Odalys hasta el 6 de mayo.
Comentarios
Por Eva, el 02 marzo 2022
El poema vivo sin vivir en mí… ¿no es de Teresa de Jesús? .