We are not in Kansas anymore
Ilustración: CLESS
PACO TOMÁS
Casi nunca está cuando llegas. Y si está, sabes que posiblemente, al cabo de unas horas, ya se habrá marchado. Como esos tíos que en el segundo polvo son capaces de decir ‘te quiero’. Existen. No son leyenda urbana. Lo juro sobre una novela de Chuck Palahniuk. No te fías de ellos, de su inconsciente impetuosidad, y emigras como un pionero en busca del sueño americano. Curiosamente, puede que luego te pases media vida buscando al hombre que te diga ‘te quiero’ pero…nadie escribió que fuera sencillo.
El dramaturgo Guillem Clua (La piel en llamas, Smiley) me contaba eso tan bonito de que es la obra la que elige el título, no el autor. Que el título surge de manera espontánea en algún momento del proceso creativo pero siempre lo hace desde aquello que, inevitablemente, ha fascinado a su escritor.
Como sucede en el amor y la pasión, el título brota de entre el resto de palabras cuando dejas de buscarlo desesperadamente, como si fuera esa tal Susan. Y te das cuenta. ¡Vaya que si te das cuenta! Al igual que le sucedía a Tony con María en el baile del gimnasio o al abogado Ned Racine cuando conoce a Matty Walker en la calurosa Florida de Fuego en el cuerpo, sabes que ese es el elegido. Acabo de darme cuenta de que en ninguno de los dos ejemplos, la historia acaba bien. Pero de los títulos fallidos mejor escribo otro día.
Fue en el minuto 39.30 del último Wisteria Lane, el programa que dirijo y presento en RNE, cuando Manuel Cuéllar me animó a que en esta (primera) columna -que conociéndome será jónica, con bien de volutas, como el recogido de la princesa Leia- explicase por qué se titula We’re not in Kansas anymore.
Siempre he pensado que aclarar los argumentos de un título es como tener que explicar un chiste. O sea, reconocer que no funciona. Pero como habito en la contradicción, también creo que las razones que empujan a la elección de un título u otro nos explican más a nosotros mismos que a la obra en sí. Además, en una columna semanal uno no puede esperar a que el título salga entre la gente a saludar. Hay que elegirlo frente a un nuevo documento en blanco del Word. E intentar predecir el futuro.
Confesaré que esta columna tuvo varios nombres girando en mi mente, como en un tiovivo diseñado por Baz Luhrmann. El primero fue Rock & Roll Suicide, como el credo de Bowie. Pensé que si mi punto de partida era el universo lgtb, sí, universo, han leído bien, las estrofas de la canción que cierra el disco The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars eran perfectas. “Just turn on with me and you’re not alone/ Gimme your hands cause you’re wonderful”. Acabé desechándolo porque parecía más propio de una revista especializada en información musical. Y aunque me sedujese la idea de atrapar a aquellos que llegasen buscando otra cosa, como hacía la mujer de la isla lejana en El beso de la mujer araña, no acababa de sentirme satisfecho. ¿Les he hablado ya de la contradicción?
Otra opción fue Yo no soy Jane Austen. Semejante despropósito apareció tras manejar la posibilidad de Orgullo y Prejuicio. Prometo que no había bebido. Castigué mi ocurrencia con veinte minutos seguidos de Belén Esteban.
Recurrir a juegos de palabras inspirados en novelas de Tom Spanbauer y David Leavitt o retorcer el título de las memorias de Quentin Crisp también pasaron por el casting. Y de repente, no sé si mientras me preparaba un café o cuando miraba sin ver un capítulo de Once upon a time, me asaltó el mítico e impecable Si hoy es martes, esto es Bélgica de Mel Stuart. Y a mí, que me gusta más un homenaje que a un tonto un cargo, armé Si hoy es miércoles, esto no es Kansas. Fue el propio Manuel quien me dijo: “¿Por qué no directamente We’re not in Kansas anymore? Pero así, en inglés”. Y encajaron los colores del maldito cubo de Rubik.
Ya expliqué en una ocasión, y en otro lugar, que mis historias fantásticas preferidas suelen contar el viaje del gris al tecnicolor. Pero muy pocas cuentan el trayecto al revés, cuando pasamos del reino de la fantasía a la brusca realidad. ¿A quién le interesa cómo fue la vida de Dorothy al regresar a Kansas? Tal vez, aunque no estemos en Kansas, podamos llegar a imaginarla. Y pensar que como en un mayo francés, buscó baldosas amarillas bajo es asfalto. Con vuestro permiso, voy a chocar los talones de mis zapatos rojos. Creo que no hay nada como el hogar. Pero ya no tengo hogar. El banco se lo ha quedado.
P.D: ¿Qué por qué en inglés? Porque me gusta la versión original. Aunque necesite subtítulos.
Último programa de Wisteria Lane dirigido por Paco Tomás en RNE
Comentarios
Por Ángel Pop, el 10 abril 2013
Bravo! Suerte en esta nueva andadura… Ahora a esperar que lleguen los miércoles…
Por Jesus Jeronimo, el 11 abril 2013
Lo creereis o no, pero en mi grupo tenemos una canción que se llama: «We’re not In Kansas anymore» y aqui tengo las pruebas…bendita casualidad
http://www.youtube.com/watch?v=8KNoq67eSgg