World Press Photo, el mundo que nos muestran los fotógrafos y nos ocultan los políticos
Se acaba de presentar en Madrid la muestra de las 137 imágenes seleccionadas este año por el prestigioso premio World Press Photo. Un impactante recorrido para detenernos a mirar la actualidad de otra manera: con la perspectiva de los fotoperiodistas sobre lo que realmente importa en el mundo, sobre lo que determina su trayectoria, más allá de las cortinas de humo de quienes manejan los hilos del poder y no dudan en manipular a sociedades enteras.
Quizás la cualidad más importante de un artista sea la mirada que tenga hacia el mundo, su capacidad para captar los detalles. Si hablamos de un arte tan escurridizo como la fotografía, esa mirada, lo que el fotógrafo ve a través de su objetivo, cobra una dimensión especial. Sobre todo si hablamos de fotoperiodismo, donde la frontera entre lo que es o no arte es muy difusa a veces.
Veo una fotografía en la que su autor, Jaime Rojo, ha captado un instante de enorme sentido lírico, de gran belleza. Decenas de mariposas parecen danzar en una reunión improvisada. Son mariposas monarca y cada año emigran desde Estados Unidos y Canadá a México. Llegan a recorrer más de 4.000 kilómetros para buscar un lugar más cálido donde invernar. La mariposa monarca es una especie amenazada y los científicos apuntan al uso masivo de cultivos transgénicos en Norteamérica como una de las causas.
En otra fotografía, de Jonathan Bathman, una mujer negra ataviada con un vestido veraniego, liviano y ligero, se enfrenta pacíficamente a un grupo de antidisturbios en la calle. La mujer ocupa la parte derecha de la imagen y está sola, mientras que la otra mitad de la calle, de la foto, la llenan decenas de hombres uniformados y armados hasta los dientes. Ella les mira con dignidad, como una reina africana. Parece que son ellos, los hombres, quienes tienen miedo.
En otra foto, en blanco y negro, como un cuadro de Murillo, una mujer baña a un niño con la cabeza deforme. El mobiliario de la casa nos indica que estamos en un hogar muy humilde. La mujer mira con ternura al niño, que está dentro de una bañera, en lo alto de una mesa. El niño, víctima del virus del Zika, mira a otro niño, que se nos pierde en el foco, tal vez sea su hermano. La imagen es de Lalo de Almeida. Y así hasta 137, las galardonadas este año en el World Press Photo, el certamen de fotoperiodismo más importante del mundo. Son 137 miradas (se presentaron más de 80.000 trabajos) que de alguna manera sintetizan lo que ocurrió en el mundo en 2016, al menos lo que el jurado de este prestigioso premio –en el que se valora la honestidad, la calidad y la actualidad de las fotos– consideró lo más significativo: la guerra de Siria y Libia, la crisis de los refugiados y su éxodo por Europa, el cambio climático, una boda en una particular comunidad rusa o el odio en el gesto de Mevlüt Mert Altnta, el policía fuera de servicio que asesinó al embajador ruso en Turquía, obra de Burhan Ozbilici, y que ha sido la foto ganadora del certamen.
Me detengo en Abandonados, del fotógrafo español Santi Palacios, ganador de un segundo premio en la categoría de Noticias Generales. Es un primer plano de dos niños. Llevan un chaleco salvavidas. El naranja, llamativo, para que pueda avistarse desde lejos, contrasta con el rostro negro de los niños. Como fondo de la imagen, el mar, un mar que parece de un color sucio, y no el Mediterráneo azul de nuestro imaginario, donde se tomó la foto. Los niños lloran. Sobre todo uno de ellos, que parece mirar al cielo, con los ojos cerrados, como si estuviera implorando a dios, el mismo dios que el ISIS invoca para exterminar a quienes ellos consideran infieles. El otro niño también llora, pero lo mira a él, le pone el brazo en el hombro, se agarran de la mano. Los niños son nigerianos, de diez y once años, y acaban de dejar a su madre agonizante en la costa de Libia. Es el verano de 2016.
Santi Palacios estuvo en Madrid. En la rueda de prensa para presentar la World Press Photo 2017, el pasado jueves 28 de septiembre, en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Durante su intervención dijo que no estaba especialmente satisfecho con la factura técnica de la foto, pero que si la eligió fue porque detrás había una historia que contar. «Los niños estaban en ese estado porque habían visto a su madre agonizar hasta la muerte , después de cruzar el Sáhara rumbo a Italia». En cuanto abandonó la zodiac de Proactiva Open Arms, la ONG que rescató a los chavales, decidió que subiría la foto a las redes sociales, consciente de que ningún medio las publicaría puesto que se estaban celebrando en aquella época los Juegos Olímpicos.
Los Juegos Olímpicos ayer, la guerra de banderas hoy. Pienso que un concepto mal entendido de lo que es la actualidad, nuestras batallas de pijos sobre el tema que sea, siempre postergan lo verdaderamente importante, lo que ocurre más allá de nuestras fronteras o incluso dentro, historias que nunca llegarán a los medios de comunicación. Los políticos hablan mucho de cómo solucionar el conflicto en Siria, en África, dijo Palacios en Madrid, pero a este fotógrafo le gusta recordarles que, mientras ellos hablan, la gente se sigue muriendo. Y las fotos son un testimonio, una forma de mostrarnos una parte del mundo que, de lo contrario, pasaría desapercibido para nosotros, pertrechados tras nuestros muros físicos y mentales.
“Las fotografías procuran pruebas”, escribió Susan Sontag en su ya clásico ensayo Sobre la fotografía. Y para conseguir estas pruebas los fotoperiodistas a veces incluso se juegan la vida. Un trabajo que en España no se valora, por el que no se paga y muchas veces se exige que se ceda gratis, algo insólito en otros países. Por eso, para poder sobrevivir, la mayoría tiene que colaborar con medios internacionales. Y no es solo una cuestión de presupuesto, sino de cultura.
Pero ya sabemos que aquí la cultura importa poco.
Las mejores imágenes de la última edición de ‘World Press Photo’ pueden verse en La Sede del COAM en Madrid (calle Hortaleza, 63) hasta el 1 de noviembre.
No hay comentarios