«Ya no somos revolucionarios, desde hoy somos asesinos»

Una escena de Los Justos con Pablo Rivero, Pedro Alonso y Alex Gadea.

Una escena de Los Justos con Pablo Rivero, Pedro Alonso y Alex Gadea.

Una escena de Los Justos con Pablo Rivero, Pedro Alonso y Alex Gadea.

Rusia, 1905. Un grupo de revolucionarios quiere atentar contra la tiranía del zar. Pero se dividen en dos bloques: uno convencido de que la lucha armada es el camino; el otro comienza a dudar y plantearse si matar es la única forma de lograr lo que persiguen. Ese es el argumento del libro de Camus Los Justos, un texto que habla de ideales, terror, de quienes lo ejercen y de sus justificaciones. La compañía 611 Teatro ha trasladado la acción al Madrid de 1979, tras las elecciones legislativas de marzo, y al terrorismo de ETA. La obra estará en Matadero, en Madrid, hasta finales de octubre.

La banda planea un atentado contra un alto cargo del Gobierno, pero algo sucede y da lugar a discusiones entre los miembros y al primer atisbo de conflicto ideológico. En el grupo están el jefe del comando, el que acaba de salir de la cárcel y pertenece al aparato más radical, la mujer que duda ante el recuerdo de un compañero perdido, el que abandona al comando y el que actúa persiguiendo unos ideales, por la independencia, pero que, cuando ve de cerca las caras de las víctimas, antes de activar el detonador, algo cambia en él para siempre.

“He elegido el tema de ETA, porque desde que nací la banda ha estado en mi vida. Más de mil muertos y mil familias destrozadas. Sesenta años de muerte y violencia. Necesitaba hablar de eso. Cuando eres vasco, ETA está por todas partes, en la familia, en el colegio, en la calle, y tenía la necesidad de hablar de algo de lo que normalmente no se habla”, comenta el director del montaje, Javier Hernandez-Simón, nacido en Bilbao, igual que José Antonio Pérez, con el que firma a medias la versión de la obra. Y continúa: “Tenía muchas preguntas: ¿Por qué se estaba matando al lado de mi casa? ¿Por qué resulta tan fácil quitar la vida de otro por una idea?».

La puesta en escena es simple y limpia; las luces juegan un papel fundamental. Una puerta se abre al fondo del escenario, por la que aparecen cinco figuras a contraluz iluminadas por un gran foco blanco. Se dirigen a un cuadrilátero sin paredes, delimitado en el suelo por unos listones de madera. Está lleno de una tierra negra en la que los actores se rebozan, con la que juegan, aprietan con sus puños y arrojan al suelo con furia. En el centro, hay un enganche de donde salen unas cuerdas, cada uno se ata una de ellas alrededor de su cuerpo. Toda la obra es una lucha contra esas cuerdas, a veces más largas, a veces más cortas, pero que, sean del tamaño que sean, los mantienen atados a esa situación; no luchan por quitárselas, sólo se acomodan a ellas. A un lado del escenario, vemos una pila de agua iluminada desde el fondo en la que se lavan todo el rato compulsivamente. Cara, brazos, a veces refrescándose y otras luchando por limpiar algo, no sabemos qué, restregándose compulsivamente.

José Antonio Pérez, el coguionista, ha escrito sobre la obra: “Treinta años después de los hechos que narra la obra, el terrorismo de ETA persiste, ajeno ya a cualquier sueño revolucionario, atrapado en una espiral de violencia sin sentido ni futuro alguno. Nuestra sociedad tiene una deuda con su propia historia. Durante décadas, la ficción española se ha mantenido alejada del contexto social que la acogía, rechazando su función cronista y reflexiva. Los Justos es una obra sobre ETA. Y es una obra contra ETA. Es una ficción sobre un hecho histórico de nuestro país y, por tanto, sobre nosotros mismos. Es una reflexión sobre por qué llevamos medio siglo conviviendo con el terrorismo y por qué, aún hoy, hay quien lo practica y justifica”.

Es la primera obra de teatro que toca tan directa y ampliamente el tema de ETA, por lo que había ciertas expectativas. Los actores coinciden en que de estos temas no se hablaba. “No nos enseñaron en el colegio qué era ETA”, comenta Alejandro Gadea. Y no sólo en el País Vasco. Creen que la obra plantea preguntas y coinciden en huir de la simplificación del tema, al afirmar que los terroristas son unos asesinos y no ver más matices.

Los Justos, de 611teatro // Motivaciones // Javier Hernández-Simón from vectorfleming on Vimeo.

«En la obra dotamos al terrorista de palabra y de humanidad», afirma Lola Baldrich, Maite en el montaje. “Mi personaje comienza a plantearse si merece la pena. Le surge un conflicto interno. Javier, el director, lo ha planteado como si fuéramos un ejército, desde el compromiso, desde la rabia, como un estallido».

“Hemos introducido un epílogo que no figuraba en la obra de Camus”, aclara Javier Hernández Simón. En la última escena, todos los actores gritan mirando al público: “Ya no somos revolucionarios, eso se acabó, desde hoy somos asesinos”.

‘Los Justos’ se representa en las Naves del Español en Matadero, Madrid. Hasta el 26 de octubre. www.611teatro.com

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Comentarios

  • sakamantekas

    Por sakamantekas, el 18 octubre 2014

    una buena obra, porque se basa en un buen libro de Camus y que nadie se quede en lo impactante de la frase «ya no somos….» pues bien podría decir también «ya no somos policías somos asesinos» «ya no somos militares somos asesinos» «ya no somos la ley, somos asesinos»

  • Miguel

    Por Miguel, el 20 octubre 2014

    Hay algo de similitud con esta propuesta del enlace que se ofreció en el Festival de Poesía Virtual. Eso sí, el lenguaje de exploración es totalmente distinto.
    http://2worldtree.blogspot.com.es/2014/10/2wtree005-la-mentira-de-los-discursos.html

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