‘Zonas libres LGTB’: la cruzada nacionalista-católica de Polonia
Hubo un momento en que Polonia parecía dar tímidos pasos adelante en materia de derechos de las personas LGTBI. La cosa cambió totalmente tras la elección como presidente de Andrzej Duda, del ultraconservador Ley y Justicia, partido en el poder desde 2015. De hecho, entre sus primeras medidas destacaron el veto a una nueva ley de identidad de género que ya había sido aprobada por el Parlamento polaco, y el bloqueo de una nueva normativa sobre regímenes económicos matrimoniales en la Unión Europea. A partir de ahí, Polonia no ha dejado de hacer méritos para llegar a convertirse en el país miembro que ofrece el nivel más bajo de protección legal de los derechos LGTB (según la clasificación elaborada cada año por ILGA Europa). Repasamos la retrógrada situación de este país europeo a partir del libro ‘LGTB-free zones’.
Tal y como apunta el activista Victor Timinello en su ensayo LGTB-free zones (Gato Mojado), Polonia no cuenta actualmente con ningún “mecanismo de protección frente a los delitos de odio o a la incitación del odio contra las personas LGTB, no establece ningún reconocimiento legal de las relaciones entre personas del mismo sexo en forma de unión civil, mucho menos de matrimonio, y no existe ningún derecho que reconozca a las parejas del mismo sexo en igualdad de condiciones como padres de un menor”. Es más, desde la adhesión de Polonia a la Unión Europea en mayo de 2004, no se ha producido absolutamente ningún avance en materia de derechos LGTB en el país.
Timinello explica en el libro que, antes de la influencia de la Unión, la homosexualidad era algo “invisible” en la sociedad polaca y se enmarcaba “en términos de moralidad, no de derechos humanos: “La homosexualidad era un asunto privado, moral, en una sociedad católica. Al mismo tiempo que la condicionalidad de la Unión ayudó a Polonia a implementar de manera progresiva algunos derechos LGTB, como la no discriminación en el empleo, también perturbó la conservadora sociedad polaca y fomentó la reacción política de la extrema derecha. Tras la adhesión del país a la Unión, no solo se politizaron los prejuicios contra las personas LGTB, sino que se convirtieron en la nueva retórica del discurso nacionalista católico contra la Unión Europea”.
A lo largo de sus 120 páginas, LGTB-free zones examina las reacciones de la derecha radical contra los derechos y las normas LGTB, como la prohibición de las marchas del Orgullo en 2005, algo que llevó a que las redes LGTB empezaran a “asociarse y a organizar manifestaciones de manera ilegal”, al mismo tiempo que se ponían en contacto “con autoridades internacionales para generar prensa y apoyo externo”. Gracias a ello, apunta Timinello, “políticos europeos de prestigio acudieron a participar en la marcha ilegal de Varsovia de 2005, que reunió a más de 5.000 manifestantes”.
No menos grave fue la adopción de las resoluciones de ‘zonas libres de ideología LGTB por parte de los Gobiernos locales. La iniciativa, simbólica pero estigmatizante, surgió después de que el alcalde de Varsovia Rafał Trzaskowski, del partido liberal de centro Plataforma Obywatelska (Plataforma Cívica), firmase una declaración de apoyo a la comunidad LGTBI y de lucha contra la discriminación que, entre otras cosas, defendía la necesidad de introducir contenidos sobre diversidad afectivo-sexual y de género en los colegios.
De forma paralela, entre marzo de 2019 y el mismo mes de 2021, la derecha reaccionaria empezó a debatir resoluciones anti-LGTB. “La resolución (aprobada en cuatro de las 16 regiones polacas) incluía la exigencia de combatir la llamada ‘ideología LGTB’, que, sin mayor definición, consideran que se opone y se enfrenta al modelo de familia tradicional”, explica Timinello sobre una vergonzosa campaña anti-LGTB que caló en la opinión pública, contribuyó a un repunte de la hostilidad social y mediática hacia el colectivo y llevó a la Unión a sancionar económicamente a las ciudades implicadas.
El empleo de aquella estrategia de demonización de gais y trans coincidió con las elecciones parlamentarias europeas y nacionales, en las que el PiS volvió a ser elegido después de obtener el voto de ocho millones de personas. En las campaña de las elecciones presidenciales polacas de 2020, apunta el autor, la cuestión de las personas LGTB adquirió gran protagonismo. Tanto es así, que el partido optó por enmarcar las elecciones “como una decisión casi civilizatoria entre la Polonia ‘blanca y roja’ (colores de la bandera) y la Polonia ‘arcoíris’”, y su candidato, Andrzej Duda, declaró en uno de sus mítines que “los LGTB no son personas, son solo una ideología”, deshumanizando por completo a los polacos y polacas LGTB.
“Esta estrategia de convertir a las minorías, en este caso sexuales, en chivos expiatorios para ganarse las simpatías de los votantes es tan antigua como el populismo”, argumenta Timinello sobre un partido que representa ideas que hoy son un modelo para muchas derechas. “Es la táctica del apoyo inducido por el miedo: crear un falso problema (la ideología LGTB) y ofrecer una solución (su erradicación). La estrategia es clara: se crea una amenaza, un enemigo, para provocar un miedo irracional y prejuicios en contra de lo que produce este miedo y luego decir que se defiende la ‘normalidad’ y prometer seguridad y protección solo en el caso de que haya una reelección en el cargo”.
El Parlamento europeo, aparentemente preocupado ante el deterioro democrático y los retrocesos en la igualdad experimentados en los últimos años en Polonia y Hungría, acabó aprobando varias resoluciones (no vinculantes, eso sí) para blindar el respeto a la diversidad LGTBI como un valor fundamental de la UE. “El apoyo de la Unión Europea en este proceso ha sido, y continúa siendo vital, pero ¿cómo evitar que sea instrumentalizado tanto por quienes se oponen a la europeización como por quienes pretenden valerse del movimiento para legitimar otras discriminaciones?”, reflexiona el consultor de derechos humanos Curro Peña en el prólogo de LGTB-free zones.
La respuesta no es sencilla, aunque el malagueño sí tiene claro que cualquier contestación debe situar en su centro al movimiento LGTBI local: “La visibilidad, legitimidad y unidad que ha conseguido el activismo polaco en los últimos años son la mejor prueba de que no hay nada inherentemente occidental en la defensa de la diversidad sexual, como tampoco hay nada inherentemente incompatible entre esta y la nación polaca. En definitiva, debe pasar siempre por el reconocimiento pleno de la autonomía y la libre determinación de las personas LGTBI allá donde estén”.
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