Chipperfield presenta Casa RIA buscando un urbanismo sostenible

El arquitecto David Chipperfield con el paisaje gallego detrás. Foto: Fundación RIA.

Para el arquitecto británico David Chipperfield, ganador en 2023 del prestigioso premio Pritzker, el oficioso Nobel de Arquitectura, Galicia es mucho más que el lugar donde pasa cada vez más largas temporadas desde hace casi tres décadas, cuando descubrió la localidad costera de Corrubedo (A Coruña). Hoy no sólo posee varios inmuebles en este pequeño pueblo de pescadores, sino que regenta también el que sea posiblemente el bar más célebre del lugar, el Bar do Porto. Pero aquí no se agota el compromiso de Chipperfield con las tierras gallegas. Compromiso que le llevó a crear la Fundación RIA en 2017, y ahora, a finales de junio, Casa RIA.

“La Fundación RIA nació por mi larga relación personal con Galicia. Es una tierra hermosa; sin embargo, el desarrollo de muchas de sus ciudades no lo es: crecimientos desordenados, pésima planificación del tráfico, calles que se han convertido en carreteras y puertos en aparcamientos”, lamenta el arquitecto. El planteamiento de dicha entidad es tan evidente como necesario: el suelo es un recurso limitado. Por tanto, resulta imprescindible acometer una planificación urbana que proteja los valores económicos, ambientales y sociales que sustentan la calidad de vida del territorio.

Otro de los objetivos primordiales de la Fundación RIA es favorecer la participación de los diferentes actores, tanto públicos como privados, en los proceso de ordenación de nuestras urbes. Para contribuir a este propósito, Fundación RIA inaugurará a finales de junio Casa RIA, proyecto que fue presentado hace unos días en Madrid, en la sede de la Fundación Arquia.

“Casa RIA será nuestra nueva sede en el centro histórico de Santiago de Compostela. Se inaugurará a finales de junio y será la cara visible y abierta al público de la fundación. La idea es tener un programa de actividades que atraiga a expertos locales e internacionales, instituciones y colaboradores de distintas disciplinas y sectores, convertirnos en un lugar de intercambio de ideas en torno al desarrollo sostenible del territorio”, explica Manuel Rodríguez, director de la Fundación RIA.

Para Rodríguez, Casa RIA servirá para dar una nueva dimensión al trabajo de la fundación, centrado “en crear lazos y conexiones y, sobre todo, en crear espacios en los que los agentes necesarios para poder sacar adelante una iniciativa se sientan cómodos y puedan ver reflejadas allí sus intereses, opiniones y preocupaciones. Cuestiones que después nosotros integramos para poder dibujar un planteamiento consensuado”.

Se trata de promover la participación ciudadana, entendida no como una checklist de iniciativas que deben ponerse en marcha simplemente para cumplir con los requisitos legales y de transparencia que exigen las administraciones públicas, sino como un mecanismo realmente efectivo que contribuya a la buena gobernanza del proceso.

Gobernanza que conecta directamente con el “derecho a la ciudad”, que además del uso y disfrute del entorno urbano, abarca otros muchos componentes, según la visión de Naciones Unidas, incluyendo el de “una mayor participación política en la definición, ejecución, seguimiento y formulación de presupuestos de las políticas urbanas y la ordenación del territorio con el fin de reforzar la transparencia, la eficacia y la inclusión de la diversidad de los habitantes y de sus organizaciones”.

La Fundación RIA actúa a menudo de manera proactiva para contribuir a esta participación efectiva. “A veces incluso provocamos”, destaca el director, “esa participación a través de talleres con estudiantes de Arquitectura, que recopilan una gran cantidad de información valiosa de una manera directa de los propios vecinos. De esta forma, los vecinos se sienten escuchados y, por otro lado, los estudiantes de Arquitectura también perciben que su papel como estudiantes ya es útil para la sociedad”.

El testimonio de primera mano de las personas concernidas por los planeamientos urbanos –estudiantes, vecinos, representantes políticos, empresas, etc…– es la base de una metodología de trabajo diseñada para “entender el territorio” a través de quienes lo habitan. Para, a continuación, emplear todos ese conocimiento en el siguiente paso, previo a cualquier actuación urbanística.

“Lo importante es hacer la pregunta correcta a quienes tendrán que ejecutar esa ordenación”, afirma Rodríguez. Y para que esa pregunta sea la adecuada y refleje las verdaderas preocupaciones, necesidades y exigencias del territorio, debe implicar, insiste el director de la Fundación RIA, al mayor número de voces posible.

David Chipperfield y Manuel Rodríguez en el Espacio Arquia ©Fundación Arquia /Ángela Losa

David Chipperfield y Manuel Rodríguez en el Espacio Arquia © Fundación Arquia / Ángela Losa

Emergencia climática y turismo

Otro componente que debe formar parte de la ecuación es el respeto a los valores ambientales del territorio. En este sentido, Chipperfield quiso poner el acento, durante la presentación de Casa RIA, en la amenaza que supone el cambio climático. “Es un problema cada vez más acuciante”, asegura el arquitecto, “y con la fundación he encontrado una oportunidad para repensar sus efectos en el urbanismo y la arquitectura en relación con Galicia. Lo que intentamos hacer es ir más allá de nuestro rol de arquitectos (…) Los arquitectos somos los mejor posicionados para entender la relación entre lo físico, lo social y lo medioambiental”.

Si hablamos de Galicia, así como del norte de España en general, podemos comprobar cómo se está produciendo un claro fenómeno en los últimos años. Y es que cada vez más gente elige destinos vacacionales situados en la zona septentrional del país, en detrimento de los más tradicionales del levante y del sur, precisamente por ser las regiones en las que más han subido las temperaturas. Este hecho podría provocar un aumento de la presión sobre los ordenamientos urbanos gallegos.

Cuestión sobre la que desde El Asombrario pudimos preguntar directamente a Chipperfield.

“Tenemos que desarrollar una actitud más sofisticada hacia el turismo en la discusión sobre el cambio climático y la protección de la comunidad. El problema es que a los políticos les encanta la inversión pública en el sector inmobiliario y en el turismo. Porque en ambos casos no tienen que hacer mucho para que se cree empleo”, reconoció el arquitecto. “Todos somos turistas en algún momento. Por eso, todos tenemos que aceptar a los turistas. Dicho esto, somos conscientes de las consecuencias indeseadas que provoca el turismo cuando se sobrepasan ciertos niveles. Lo hemos visto en España, así como en Portugal, en Lisboa, o en Nueva York, por ejemplo”.

Para el premio Pritzker, es fundamental diversificar la actividad económica para evitar que el turismo se convierta en la principal fuente de trabajo para los jóvenes. De nuevo, el papel de los representantes públicos se torna decisivo. “Porque su apoyo crea una economía perezosa, en la que los políticos no tienen que estimular otras industrias y otros programas, porque el turismo por sí solo les garantiza que se va a generar mucho empleo”, insiste Chipperfield.

Frente a este monocultivo del turismo, la Fundación RIA apuesta por una gestión sostenible del “paisaje productivo gallego” que presta un decidido apoyo técnico y económico a iniciativas locales que estimulan los diferentes usos tradicionales del territorio desarrollados por las propias comunidades.

Un  claro ejemplo en este sentido es el Laboratorio Ecosocial do Barbanza, proyecto con el que la fundación quiere renovar la gestión forestal en los montes del Barbanza (A Coruña), de manera que se fomente la biodiversidad, la economía circular y la creación de empleo verde. Todo ello ligado a la obtención y transformación de materias primas (madera, resina, frutos, miel, setas, etc…) al mismo tiempo que se contribuye a la prevención de incendios, lamentablemente habituales en el lugar.

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