Provocador Alberto Olmos, impactante Doctorow

Foto: Manuel Cuéllar.

Foto: Manuel Cuéllar.

El escritor Alberto Olmos se ha despachado en los últimos días con provocadores comentarios sobre el género del relato. Quizá sea porque está de promoción de su último libro. Para desmentir lo que dice, nada como leer ‘Cuentos completos’ de E. L. Doctorow, que ha publicado Malpaso y que cuenta con un prólogo muy lúcido y didáctico del escritor Eduardo Lago.

No sé a vosotros, pero a estas alturas de la historia cada vez me da más pereza explicar ciertas cosas que parecen obvias. Por ejemplo, que el feminismo no es machismo pero al revés, sino que es la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Que la inmigración no es negativa para una sociedad, todo lo contrario. Que el cambio climático está aquí para quedarse a no ser que hagamos algo serio al respecto. O que escribir un cuento no es ni más fácil ni más difícil que escribir una novela, tan solo diferente.

Pues bien, hoy toca hablar de cuentos y novelas, de pesos y medidas. Y todo porque el escritor Alberto Olmos aseguró hace poco en una entrevista en El Cultural: “Escribir un cuento es más sencillo simplemente porque es más corto. Es más fácil ir andando a Sol que ir andando a Barcelona, ¿no? Aunque haya gente que andando de aquí a Sol tenga mucho arte”. Al principio pensé que un mal día lo tiene cualquiera, pero pocos días después dijo cosas parecidas en Público. No sé si lo cree de verdad o solo lo dice para provocar y vender más ejemplares de su último libro, de relatos, Guardar las formas (Ramdon House Mondadori), que quedó finalista del Premio Ribera del Duero, el de mayor dotación del género corto en español.

En cualquier caso, el nivel argumentativo de Olmos, que dentro del sistema se ha construido el perfil de chico “malote” de la crítica, es de una profundidad pasmosa. Me recuerda a la famosa frase de Rajoy cuando dijo que no era cierto que el cambio climático fuese una amenaza porque se lo había asegurado su primo. ¿De verdad que uno es mejor deportista, tiene más nivel, por correr una maratón en lugar de cien metros lisos? ¿Es más deportista Wilson Kipsang Kiprotich que Usain Bolt? Me parece mentira que esté perdiendo el tiempo con estas preguntas, pero dado que Olmos publica en una multinacional y tiene su poder como crítico literario no me quedaba más remedio que sacar el tema. Por suerte, un estupendo escritor/corredor, Felipe Navarro –a quien entrevistamos hace poco en esta Área de Descanso– contesta con rigor a Olmos en su blog, de modo que no me voy a detener más con esta falsa polémica.

La anécdota, sin embargo, me viene al pelo para hablar de los Cuentos completos de E. L. Doctorow, que ha publicado Malpaso y que cuenta con un prólogo muy lúcido y didáctico del escritor Eduardo Lago. Novelista central de la literatura norteamericana de la segunda mitad del siglo (seguro que algunos de vosotros habréis leído Ragtime o El libro de Daniel), ensayista, Doctorow fue también un habitual del género breve, un escritor híbrido (novelista/cuentista), como señala en el prólogo Lago. “Dejando aparte a los escritores que habría que calificar de ‘puros’ (Poe, O’Henry, Bierce, Carver, etc) es llamativo que resulte difícil dar con narradores de talento que no hayan medido sus fuerzas en la distancia corta. También resulta llamativa la existencia de un elevado número de narradores de talento cuya producción novelística palidece en comparación con la altura, infinitamente superior, que logran alcanzar sus cuentos (piénsese en John Cheever, Richard Ford, Eudora Welty o el mismísimo Hemingway). La pauta dominante, en todo caso, es de “signo anfibio”, explica Lago. “Escribir es inmensamente difícil, sobre todo cuando el formato es breve”, aseguró el propio Doctorow.

Pues bien, se reúnen por primera vez (en cualquier lengua) los cuentos completos del autor norteamericano. Con el atractivo de que Doctorow participó en la edición del libro, aunque no llegara a verlo publicado porque la muerte, por desgracia, se lo llevó antes. Nos encontramos con una faceta de Doctorow, la de cuentista, poco conocida y que de alguna forma había pasado desapercibida, incluso en su país.

El orden de los relatos reunidos lo determinó el autor y no coincide con el de los libros en los que fueron publicados. Pero estoy (casi) seguro de que sorprenderán al lector. En primer lugar porque el tono y el estilo difieren del que conocemos de sus novelas. Pero sobre todo porque va a encontrarse con historias deslumbrantes y perturbadoras, casi despiadadas y nada complacientes, en las que no existe ningún ánimo de redención moral. Tanto es así que otro autor híbrido como John Updike llegó a hablar de sadismo narrativo. Si en sus novelas la ambición de Doctorow era mostrar un fresco de la sociedad norteamericana del momento, desde el macartismo a la discriminación racial, en sus cuentos su ojo se centra en las pequeñas historias, la de seres solitarios que intentan abrirse camino en un mundo a veces cruel, siempre difícil, personajes que luchan, que se cuelan por los pliegues de la vida contra viento y marea, al modo de los de Jack London, uno de sus maestros, aunque probablemente la afición por el género breve se la inculcó su padre, lector incansable de los relatos de Edgar Allan Poe.

Tuve que leer un par de veces el primero de los relatos, Willie. Me impactó la extraña y sabia mezcla entre el estilo, casi poético, del texto y la dureza de la historia. El escritor de familia, en parte autobiográfico, es otro de los grandes cuentos del volumen. Jolene: una vida es absolutamente desolador, narrado con una economía de medios y una desnudez desgarradora. Suma y sigue. El libro se cierra, por deseo del autor, con Vida de los poetas, casi una nouvelle, una joya.

“El encuentro con los relatos breves de Doctorow es una auténtica revelación: en ellos hay algo que no se revela en las novelas mayores. Por decirlo de manera sumaria, como autor de relatos breves, Doctorow fue un escritor más directo, poético y fugaz; más emotivo y cercano; más íntimo y elusivo; más profundo y misterioso; y, a la postre, mucho más desconcertante”, escribe Lago. Creo que la lectura de sus cuentos completos será una experiencia tanto para quienes ya conocían a Doctorow como para quienes se adentren por primera vez en su obra.

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Comentarios

  • Alena Collar

    Por Alena Collar, el 03 abril 2016

    El problema de Olmos es su invisibilidad a nivel literario.
    A veces eso se interpreta tan mal que, para darse a conocer, se dicen bobadas.
    Ruano -Cesar- cuenta en sus memorias que cuando él era un don nadie dio una conferencia ante un grupito de amiguetes e invitó a un gacetillero amigo para que le sacara en los «papeles». Se puso a onsultar a Cervantes.
    Al día siguiente el titular de la gscetilla era: «A un tal González le cae mal Cervantes».
    Pues eso. Un tal Olmos dice que no le gustan los cuentos.

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