5 razones por las que escuchar esta misa de Beethoven en vivo

Coro del Balthasar Neumann Chor and Orchester, que interpretará la ‘Missa Solemnis’ de Beethoven. Foto: Balthasar Neumann Chor and Orchester.

El Balthasar Neumann Chor and Orchester, fundado y dirigido por Thomas Hengelbrock, se encuentra en España para interpretar en directo la ‘Missa Solemnis en re mayor op. 123 de Beethoven’, una de sus obras cumbre, si no la más importante, escrita al final de su vida. Una partitura de una gran dificultad y capaz de transmitir al oyente, a través de la música, el mismísimo concepto de Dios. 

Hablamos de la Missa Solemnis en re mayor op. 123 de Ludwig van Beethoven, la que está considerada, junto a su Novena Sinfonía, como uno de los hitos compositivos del genial y eterno músico alemán. Podríamos decir que esta obra forma parte de una santísima trinidad dentro de la música litúrgica. La Missa Solemnis de Beethoven (1819 a 1923); la Misa en si menor, BWV 232 de Bach (1724 a 1749) y la Misa de Réquiem en re menor, K. 626 de Mozart (1791) son un triunvirato de partituras que deben escucharse en directo al menos una vez en la vida para comprender, si se nos permite la hipérbole, gran parte de la música que ha venido detrás de ellas. Incluidas otras dos tan importantes como el Réquiem de Verdi (1874) o el Réquiem en re menor, Op. 48 por Gabriel Fauré (1888).

Este fin de semana en España tenemos la oportunidad de escuchar esta arrebatadora obra en directo interpretada por una de las orquestas y coros más importantes del mundo: Balthasar Neumann Chor and Orchester, fundado y dirigido por Thomas Hengelbrock, director que desafió al coronavirus en 2020 en el valenciano Palau de Les Arts en uno de los primeros conciertos en directo que se ofrecieron en un teatro en plena pandemia. La primera cita con la Missa Solemnis fue ayer en el auditorio Víctor Villegas de Murcia; será esta noche a las 19.00 horas en el Auditorio Nacional de Música de Madrid y mañana en el Palau de la Música Catalana de Barcelona.

Y ahora aquí van las cinco razones:

1. Hermana e influencia de la ‘Novena Sinfonía’

Beethoven compuso esta obra en un periodo de cinco años que se prolonga de 1819 a 1823 y se solapa con la escritura de la que el gran público considera su obra más conocida: la Novena Sinfonía, que escribió entre 1822 y 1824. Ambas fueron concebidas y compuestas durante un periodo de intensa creatividad del músico y su composición se superpuso durante más de un año, influyendo, sin duda. la una en la otra tanto en la profundidad como en la complejidad de ambas partituras.

La producción de música sacra de Beethoven no es muy extensa y en ella destacan el brillante, ágil y sorprendente oratorio Cristo en el monte de los olivos y la Misa en do mayor, op 86 (1807). Esta última fue la primera obra simultáneamente sinfónica y coral del compositor alemán, estilo que más tarde culminaría tanto en la Misa Solemnis como en el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía.

2. Una obra de una complejidad técnica apabullante

La complejidad de esta obra es tan alta que el director alemán Wilhelm Furtwängler cuenta en su biografía que retiró la Missa Solemnis de su repertorio puesto que consideraba que no estaba capacitado para obtener un resultado “que hiciera justicia al mensaje y la grandeza” de la que consideraba la mejor obra de Beethoven.

Muchos intérpretes creen que esta partitura contiene una dificultad vocal extrema tanto para los solistas como para el coro. Sobre todo para el coro, que se enfrenta a una polifonía compleja y a constantes y bruscos cambios dinámicos y a un diálogo con la orquesta que debe estar perfectamente engrasado para lograr un resultado cohesivo que no acabe degenerando en el caos.

El crítico musical y musicólogo Alan Blith ha explicado en su obra Choral music on record que el hecho de que una obra de tanta calidad no haya logrado un nivel de popularidad más alto en el gran público se debe a que no se interpreta en directo con demasiada frecuencia, precisamente por su altísima dificultad. Según Blith, lo enrevesado de esta partitura ha llevado a algunos críticos a poner en duda la capacidad de Beethoven de componer para coro. Contiene una extrema longitud de registros y rangos que obliga a los cantantes a un sobreesfuerzo que los lleva literalmente a la extenuación. Así, son muchas las referencias fonográficas que encontramos de esta obra con grandes orquestas, coros, solistas y directores, pero ser un reto en las salas de conciertos la convierte, cada vez que se interpreta en directo, en una oportunidad para la gloria. Para asistir a interpretaciones memorables (o no), mientras los artistas transitan por un fino cable instalado entre dos altas montañas sobre el vacío.

3. En sus pentagramas se esconde la humanidad y la fe de Beethoven

Beethoven comenzó a componer su Missa Solemnis en 1818, a los 48 años, cuando su sordera era casi total, una enfermedad que provocaba, además, que su misantropía se agudizara día tras días hasta terminar por aislarlo en una soledad terrible y autoimpuesta. Según ha comentado el musicólogo británico Hugh MacDonald, “Beethoven consideraba esta misa su mejor trabajo”. En el encabezamiento de la partitura escribió la siguiente frase: «Von Herzen – möge es wieder zu Herzen gehen!» (Desde el corazón – que retorne al corazón) con la que expresaba su profundo deseo de que la emoción y la sinceridad de su música en busca de Dios fueran sentidas y comprendidas por quienes la escuchasen.

Según MacDonald, “la Missa Solemnis es un documento que nos dice mucho sobre la fe de Beethoven y su concepto de lo divino”. El músico fue criado como católico, pero todos sabemos que Beethoven fue hijo de la Ilustración, de tal forma que su visión de la fe nada tenía que ver con el rígido dogma de la iglesia católica. “La sordera le obligó a considerarse como la más miserable de las criaturas de Dios”, continúa McDonald, “pero Dios no estaba maldito. Dios, para él, era la encarnación de todo lo que era divino en la humanidad y en la naturaleza y, para Beethoven, un padre personal y omnipotente de la hermandad de la humanidad”.

De esta forma, el compositor ha tratado de explicarnos en esta obra y a través de la música –no tanto del conocido texto en latín– su concepto de Dios. Ese concepto que no hay institución que defina y que va más allá de nuestro entendimiento. Y por eso necesitó una música que también debía traspasar el lenguaje musical convencional instalándose en un plano compositivo que desafiara nuestra comprensión. Y logró, muy temprano en la historia de las artes, una partitura de la que nos es tan difícil desentrañar su naturaleza interna como nos es de titánico el esfuerzo por entender la divinidad del propio Dios.

4. Su razón de ser es la sala de conciertos

¿Nos encontramos ante una misa sinfónica o ante una sinfonía sacra? Obviamente, no es un oratorio, pero tanto su longitud como su orquestación y composición la alejan sin duda de los templos y la liturgia al uso. El biógrafo y estudioso de Beethoven Jan Swafford escribió que la Missa Solemnis “es casi demasiado grande para la sala de conciertos, demasiado dramática para la iglesia y notoriamente difícil para los cantantes”.

Podríamos pensar que su destino final llegados a este presente de trampas, fakes y mentiras, debería ser el estudio de grabación, donde se pueden construir dinámicas falsas, afinar notas y alargar el tiempo a capricho tanto como la capacidad pulmonar de los cantantes. Pero no, la grandeza de esta partitura es que cada director, cada orquesta y coro y los solistas, por supuesto, se la juegan cada día en la sala de conciertos y es allí donde, en realidad, debemos acercarnos a desenredar la madeja del alma de Beethoven. Con humildad y sin expectativas. Sólo sentados en la butaca esperando pacientemente a que suba la marea.

5. Una experiencia espiritual personal e intransferible

Triples fortissimos, presto, adagios de un lirismo inconmensurable… Cada una de las cinco partes que conforman esta obra (como todas las misas cantadas) forman un universo personalísimo en sí mismo y terminan un todo que necesita de una inmersión emocional. Una zambullida que puede zarandear y conmover al oyente hasta las lágrimas. Nos encontramos ante una música vibrante, sin concesiones, a la que puede no ser fácil subirse, pero, si la conexión se logra, promete convertirse en un vehículo para un viaje de profunda contemplación capaz de desvelar en cada uno de los oyentes una arista de su espiritualidad que tal vez no conociera hasta el momento.

Balthasar Neumann Chor and Ensamble. Missa Solemnis, de Ludwig van Beethoven. Hoy, 9 de marzo, Auditorio Nacional de Música de Madrid, dentro del ciclo Universo Barroco del CNDM. Mañana, 10 de marzo, Palau de la Música Catalana. 

Ficha artística

Regula Mühlemann, soprano
Eva Zaïcik, mezzosoprano
Julian Prégardien, tenor
Gabriel Rollinson, bajo
Balthasar Neumann Chor & Orchester
Thomas Hengelbrock, director

 

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