Los bosques españoles se preparan para el cambio climático

Un rincón del Parque Natural de las Fragas del Eume (A Coruña).

Un rincón del Parque Natural de las Fragas del Eume (A Coruña).

El cambio climático es ya una realidad y sus efectos se están notando en cada estación con variaciones en los patrones de lluvias y cambios en las temperaturas. Es el momento de que nuestros bosques tomen medidas para adaptarse a este calentamiento y lo primero es saber qué les está pasando y dónde se puede actuar. FSC, la entidad que promueve una gestión forestal sostenible, con la colaboración científica de la Universidad de Alcalá de Henares y el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica, a través de Fundación Biodiversidad , dentro del Plan de Impulso al Medio Ambiente para la Adaptación al Cambio Climático en España (PIMA Adapta), se ha puesto manos a la obra para tener una radiografía de lo que sucede en los bosques españoles.

La primera fase del estudio trata de conocer los peligros a los que se enfrentan los bosques, identificar cuáles son los posibles impactos del cambio climático, cómo de vulnerables y cuáles han de ser las prioridades a la hora de adaptar un bosque al cambio climático. En la segunda fase se redactarán las recomendaciones para que los gestores puedan actuar para adaptar los sistemas forestales al cambio climático. “Queremos disponer de un sistema de seguimiento para que los gestores tengan herramientas e indicadores de cómo adaptarse al cambio climático”, señala Silvia Martínez, directora técnica de FSC.

Los trabajos se han realizado en seis espacios emblemáticos de la Península: Valsaín en el Parque Nacional Sierra de Guadarrama (Segovia), Navahondona en el Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas (Jaén), los montes vecinales en mano común de la parroquia de Barrantes (Pontevedra), el Parque Natural de las Fragas del Eume (A Coruña), Serranía de Cuenca y el Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva).

Los bosques se han elegido porque están certificados por FSC, por su diversidad geográfica y por su diversidad tipológica con pinares, dehesas o bosque atlántico. Con una somera descripción, podemos advertir la diversidad que despliegan:

Los Montes de Valsaín están en la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama, en Segovia, y tienen una superficie forestal de 10.624 hectáreas. Los pinares ocupan la mayor parte de su superficie, pero también podemos encontrar robles, acebos y encinas.

El monte de Navahondona tiene 14.369 hectáreas y está dentro del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas; alberga pino salgareño, carrasco y negral.

El monte vecinal de Barrantes se encuentra en el este de la Sierra de la Groba y tiene una extensión de 1.161 hectáreas en los que crecen eucaliptos y pinos.

En la Serranía de Cuenca, el Monte de Utilidad Pública Los Palancares y Agregados, de 5.000 hectáreas de gran valor natural, es Lugar de Interés Comunitario (L.I.C.) y Zona de Especial Protección para las Aves (Z.E.P.A.). Su vegetación principal es pino negral, con presencia de encinas, quejigos, sabinas y enebros.

El Parque Natural de las Fragas del Eume (A Coruña) es un bosque atlántico de ribera, con robles, castaños, fresnos, alisos y abedules. En sus 9.000 hectáreas de extensión habitan menos de 500 personas.

El Parque Natural de la Sierra de Aracena y Pico de Aroche, en el extremo occidental de Sierra Morena y al norte de la provincia de Huelva, alberga una dehesa mediterránea de encina y alcornoque, además de bosques de robles rebollos y castaños.

El Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva).

Peligros e impactos

Para evaluar qué está provocando el cambio climático en nuestros bosques, se identificaron los posibles peligros. Patricia González, investigadora de la Universidad de Alcalá de Henares, explica a ‘El Asombrario’ que se han evaluado los episodios de sequía, los eventos de temperaturas extremas y los incendios. Para determinar los impactos que puede sufrir el bosque, se han centrado en la demografía, midiendo el crecimiento y regeneración de los árboles o la mortalidad y decaimiento de individuos.

Gracias a que los bosques en los que han trabajado están gestionados desde hace décadas, las bases de datos de crecimiento forestal han podido alcanzar los 100 años. Una información muy valiosa para conocer cómo ha evolucionado cada árbol.

González nos cuenta que para medir la vulnerabilidad de los montes y bosques al cambio climático se ha estudiado su estructura; es decir, si el bosque es coetáneo o presenta diversos tamaños, y su resiliencia. Para ver si un ejemplar es resiliente, o se adapta bien a los cambios, los investigadores tomaron un testigo de madera; en los anillos de crecimiento se podían ver las diferencias de grosor; al compararlos con los datos climáticos, se detectaba si un árbol después de sufrir un episodio de sequía y ralentizar su crecimiento, era capaz de recuperarse a los 3 o 4 años y volver a crecer de forma normal. Eso significa que es resiliente.

El último paso para determinar cómo se debe adaptar un bosque al cambio climático es analizar la gestión que se está realizando, si los métodos de corta son los adecuados o qué es lo que no está funcionando. González apunta que, ante impactos severos como aumento de la frecuencia de temperaturas extremas o sequías, se ha visto que con medidas de gestión adecuadas, los bosques logran hacer frente a los cambios y los árboles continúan creciendo, no se detectan mortalidades o casos de plagas severas.

El mayor deterioro en los últimos 30 años

Los bosques españoles han registrado los peores datos de deterioro en los últimos 30 años, según el Inventario de Daños Forestales, debido a una combinación de sequía y ataque de plagas y enfermedades acentuadas por el cambio climático.

Los bosques del centro y sur peninsular son los más vulnerables por las sequías más severas o los aumentos de temperaturas extremas. El caso del pino de Valsaín, por ejemplo, es una especie que no es la idónea para la adaptación al cambio climático, aunque con una gestión adecuada, el pinar sí será resiliente.

Los peligros, impactos y vulnerabilidades existen en nuestros bosques, pero la gestión es la clave para que tengan capacidad para adaptarse al cambio climático. “Los impactos”, afirma González, “no serán elevados gracias una gestión adecuada”.

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Comentarios

  • Ana

    Por Ana, el 12 junio 2019

    Noticias como esta alimentan esperanzas. Frente a la dejadez de los principales responsables de abordar la gran emergencia, hay grupos e individuos que actúan en la medida de sus posibilidades. No es suficiente, pero una vez más son personas concretas, la mayoría anónimas, las que salvan situaciones, aunque sea desde lo local. Urge una gran movilización para que no se retrasen más las actuaciones globales necesarias. Mientras tanto…

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