Otras plazas griegas que los ciudadanos sí han recuperado
Iniciamos de la mano de Carmen Lozano una nueva serie mensual, ‘Ciudad Abierta’, que recogerá iniciativas de la gente en diversos países para demostrar que las ciudades pueden ser de otra manera: más libres, solidarias, con menos muros y más verde. Comenzamos con varias plazas en esa Grecia maltratada por los burócratas de la UE, ante la mirada estupefacta de muchos de nosotros. Aparcamientos de partidos políticos y aeropuertos en desuso transformados en huertos urbanos. La recuperación de espacios públicos, abiertos, de encuentro y accesibles, ocurre en los lugares más inesperados. Y eso también es política, aunque a veces nos olvidemos de contarla. ‘El Asombrario’, no.
Los titulares sobre Grecia se nos han colado hasta la cocina desde hace semanas. Salida o permanencia de la zona euro, quita de deuda, millones y millones de euros en juego. Datos y acuerdos macropolíticos que afectan a los griegos y significan mucho acerca de la soberanía del país. Hablamos de la guita para sostener en gran parte a ese país de 11 millones de habitantes que desde hace unos años es el termómetro de la Europa unida por la burocracia. Vemos todos los días concentraciones en la plaza Syntagma de Atenas: un día proeuropeos y al otro partidarios del grexit. Sin embargo, poco sabemos de otras plazas de ese maravilloso país, lugares donde se teje la vida diaria a través de experimentos en común, de reunión. La micropolítica era esto y está por todas partes.
Dimitris Geronikos vive en Exarchia, el barrio ateniense de los movimientos anarquistas. Es ingeniero agrónomo, fotógrafo y conoce bien su barrio. Vamos paseando con él hasta la calle Navarinou, muy cerca de donde la policía mató en 2008 al adolescente de 15 años Alexandros Grigorópulos y donde se iniciaron las protestas por las que empezamos a fijarnos en el país heleno. Ya hace calor, la gente bebe café helado en los soportales y en las marquesinas de los bares.
En una esquina asoma un jardín verde, abierto, a pie de calle y que invita a pasar. Es el parque Navarinou, un solar de 1.700 metros cuadrados, suelo de tierra y recovecos con sombra. Es un proyecto autogestionado por los vecinos del barrio desde 2009. Grecia va a otra velocidad, pero dentro de las fronteras de esta infraestructura de construcción ciudadana, el ritmo se pausa aún más. La geografía de este ecosistema incluye un huerto, un parque infantil, unas gradas a modo de anfiteatro, un contenedor de carga para guardar aperos y varios bancos a la sombra recubiertos de fragmentos de alicatado de colores, estilo trencadís.
Navarinou Park from alterNation on Vimeo.
Pero no sólo eso. La historia de este lugar es bien curiosa. No lejos de ahí se encontraba la antigua sede central del PASOK, los socialistas griegos. El solar de Navarinou era el aparcamiento de trabajadores y políticos. El 31 de diciembre del 2008 vencía el contrato de alquiler que la Cámara de Ingenieros griega (propietaria del lote) tenía con el aparcamiento. El PASOK se mudaría a una nueva sede en breve, por lo que no parecía rentable renovar el arrendamiento del lote. Los socialistas se fueron (del barrio y de la primera línea política helena) y tres meses después, en marzo de 2009, los vecinos decidieron intervenir. Se hicieron con la maquinaria indispensable, levantaron el asfalto del lote y restituyeron la tierra. De repente, entre todos habían arrancado un mordisquito de cemento a la ciudad.
Esta tercera vía (ni pública, ni privada) de levantar infraestructura urbana comunitaria no cesa. Y aunque es un respiro ante la asfixia habitual de las ciudades, no todo es ocupar y regar. El conflicto llega, el invierno es frío y en Navarinou, como en otros lugares, no deja de haber problemas. La comunidad que inició el proyecto está fragmentada y a menudo hay conflictos entre vendedores de droga, sobre todo en invierno. Nadie dijo que fuera fácil.
La urbanización caótica de Atenas en los últimos 30 años ha convertido a esta gran ciudad en un espacio carente apenas de espacios verdes, públicos y abiertos. Geronikos incide también en la pérdida de habilidades con la naturaleza, con la agricultura y el desconocimiento sobre la soberanía alimentaria. La importancia de recuperar espacios verdes tiene así varias vertientes: oxigenar la ciudad, la construcción comunitaria de lugares de encuentro, la creación de redes de apoyo mutuo y un intento de reconexión con el medio ambiente.
Sin salir de Atenas, hay otro lugar que bien vale la pena visitar. Es el parque Agroelliniko. El aeropuerto internacional de Ellinikon, a siete kilómetros al sur de la ciudad, funcionó como conector de Atenas con el mundo hasta 2001. Fue sustituido por el más moderno aeropuerto Eleftherios Venizelos, y aunque sirvió de sede para algunos eventos de los Juegos Olímpicos de 2004, desde entonces ha estado prácticamente en desuso. A raíz del práctico abandono de la infraestructura, una serie de arquitectos y vecinos se empezaron a preocupar por dotar es espacio de otro significado y abrirlo a la comunidad. Obtuvieron una cesión de una parte del enorme aeropuerto para instalar un huerto urbano donde practicar agricultura ecológica. Mientras que la huerta de Navarinou tiene un carácter predominantemente experimental, en Agroelliniko la cosecha se destina a consumo propio y demuestran que la soberanía alimentaria puede ser independiente del sistema económico.
Otra vuelta de tuerca más es el proyecto Perka, en Tesalónica. Sobre la antigua base militar de Karatsou, los vecinos han ido instalando huertos modulares ocupando el suelo abandonado desde 2011. Los hortelanos sólo practican agricultura ecológica y se organizan en asambleas. Además de proveer comida de manera eficiente, el lote se ha convertido en un laboratorio de investigación ciudadana. Con respecto a la ciudad, la ocupación en Perka supone una lucha contra la privatización, la fragmentación y la potencial reconstrucción sobre el terreno.
Bonus: a mediados de junio, miembros del colectivo del centro social antifascista Distomo reabrieron un parque infantil en Agios Panteleimonas, en Atenas. Amanecer Dorado cerró el parque público hace casi seis años para impedir que jugasen los hijos de inmigrantes.
A veces, darle la vuelta a la historia es cuestión de voluntades y de unir esfuerzos. Terminamos con un vídeo, tan sencillo como emocionante, de esta última iniciativa, que resume perfectamente el contenido y espíritu de esta nuestra/vuestra nueva sección: Ciudad Abierta.
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