‘Un mundo frágil’, un libro para pensar más y consumir menos

Una zona comercial en Florida, Estados Unidos. Foto: Daniel Oines / Flickr Creative Commons.

Una zona comercial en Florida, Estados Unidos. Foto: Daniel Oines / Flickr Creative Commons.

Una zona comercial en Florida, Estados Unidos. Foto: Daniel Oines / Flickr Creative Commons.

The WorldWatch Institute, clasificado como uno de los tres principales ‘think tank’ mundiales sobre medio ambiente, acaba de publicar en castellano su edición 2015 de ‘La Situación del Mundo’, bajo el título ‘Un mundo frágil’. Un extraordinario ejercicio para reflexionar sobre si realmente pensamos lo que hacemos, con críticas bien documentadas al sistema de presiones para que consumamos más y más a costa de nuestra salud y la del planeta. Habla de refugiados del clima, de emisiones contaminantes de los automóviles, de excesivo consumo de carne. No tiene desperdicio.

Escucho este lunes en uno de nuestros informativos de televisión de las tres de la tarde que el Banco Mundial alerta de que en el año 2030 habrá en el planeta 100 millones más de pobres a causa del cambio climático, si no le ponemos freno. Me extraña que semejante tremenda información -100 millones de personas es una cifra considerable, ¿no?- se la despachen en un breve de 20 segundos. Lo dice el Banco Mundial, entidad que se supone nada extremista y que maneja buenos informes, no una ONG de las que el capitalismo considera alarmistas, como Greenpeace o Cáritas o Ecologistas en Acción.

Pero más me extraña que, cinco minutos después, ese mismo programa supuestamente informativo nos ofrezca una pieza de cinco minutos sobre el «extraordinario buen tiempo del que está disfrutando España», con temperaturas de hasta 27 grados en el Norte en pleno noviembre. ¿Nos estamos volviendo locos? ¿Es buen tiempo el cambio climático? ¿No son capaces de establecer la más mínima conexión entre el calentamiento global que amenaza nuestra pervivencia en el planeta con este extraordinario buen tiempo de noviembre? Y esto a tres semanas de la Cumbre del Clima en París… En fin, todo obedece a la progresiva conversión de cualquier información en puro suceso en nuestro periodismo. La mayor parte de lo que acontece recibe el tratamiento de un suceso que surge como un hongo, sin explicar contextos, ni causas, ni raíces ni consecuencias, desde los refugiados que llegan a Europa, hasta la barbaridad del terrorismo del Estado Islámico a las olas de calor. Sucesos ni más ni menos, que llegan sin más ni más, con los que no se establece ninguna conexión más allá del espectáculo perverso del suceso en sí.

Por eso cada vez son más necesarias publicaciones como ésta: Un Mundo Frágil (entrega 2015 del informe La situación del mundo, elaborado por el prestigioso The WorldWatch Institute y publicado en España por FUHEM Ecosocial y editorial Icaria (), libro al que quiero dedicar hoy esta Ventana Verde, porque nos sigue ayudando a pensar más dentro de un mundo en el que cada vez hay más intereses para que pensemos menos.

El informe original -estadounidense- analiza ocho amenazas cuyas raíces se encuentran en el sobreconsumo de recursos que, por lo general, no suelen ocupar la portada de los periódicos y mucho menos los espacios informativos televisivos. Dice el resumen editorial de Un mundo frágil: «Las amenazas identificadas son diversas: desde las migraciones humanas por problemas ambientales hasta los problemas de disponibilidad de energía y la degradación de los océanos. El elemento común entre estos desafíos es la creciente demanda de recursos del planeta por parte de la humanidad, a causa de la búsqueda del crecimiento económico a toda costa. La novena amenaza la aporta la edición en castellano, coordinada por José Bellver, en la que Nuria del Viso, investigadora de FUHEM Ecosocial, hace una radiografía de los conflictos socioeconómicos asociados a la actividad extractiva como el fracking o el acaparamiento de la tierra».

Uno, que tiene la sana costumbre de leerse los libros de los que escribe, ha de decir que hay un capítulo que llama la atención por su radicalidad (sí, radicalidad, esa palabra que está tan mal vista, aunque se refiere a algo tan básico como las raíces, y que se utiliza últimamente para atacar al contrario cuando no hay argumentos de debate, porque se supone que es un adjetivo que ahuyenta a las masas; cuando lo más radical de este mundo, lo que sí que no tiene vuelta atrás, es destruir el planeta; eso sí es radicalidad; además, la medias tintas nos están emborronando todo) (me ha quedado un poco largo el paréntesis; disculpas)… Ese capítulo se titula El problema del crecimiento, está firmado por Peter A. Victor, profesor de Ciencias Ambientales en la Univesidad de York, y Tim Jackson, profesor de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Surrey (Reino Unido), y termina así de total: «Si la protección del medio ambiente amenaza el crecimiento económico, qué se le va a hacer. De ahí el interés actual en el crecimiento verde, con su falsa promesa de crecimiento económico más veloz aún. El apoyo a las artes, al deporte, al cuidado infantil, a una menor desigualdad, a un mejor acceso a bienes públicos o a una mayor protección ambiental depende con demasiada frecuencia de si puede demostrarse que promoverá el crecimiento económico, el comercio, la competitividad, la productividad o cualquier otro factor que genera crecimiento. Nuestra preocupación por el crecimiento económico ha impedido muchas veces que se actúe en cuestiones que mejorarán realmente el bienestar y las perspectivas de todos los seres que habitan la Tierra, en ello reside el problema del crecimiento. Si insistimos en continuar dando prioridad al crecimiento económico, nos privaremos a nosotros mismos, y a nuestros descendientes, de un futuro sostenible. Es hora de que eliminemos la coartada del crecimiento. La búsqueda de crecimiento económico no debería seguir siendo una amenaza para la sostenibilidad».

Afortunadamente, aunque sin darnos cuenta y a pesar de esa manipulación hacia la conversión de todo en un suceso, no un proceso, el tema ambiental impregna cada vez más noticias de gran calado informativo y muy preocupantes ambas para nuestra salud. Y Un mundo frágil liga perfectamente con dos de los grandes temas informativos de este otoño: el monumental engaño de Volkswagen respecto a las emisiones contaminantes de sus vehículos y el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertando de que el abuso en el consumo de determinadas carnes puede estar asociado con mayores incidencias de cáncer.

Los intereses de la industria automovilística, totalmente ajenos a nuestra salud, vienen de antiguo. Michael Renner, codirector de La situación del mundo 2015, escribe en su apartado, El germen de las amenazas modernas: «Nos encontramos en la era del sosteniblablá, que se caracteriza por una proliferación desbocada de reivindicaciones de sostenibilidad. Pero a pesar de la abundancia de adjetivos como bajo en carbono, neutro para el clima, respetuosos con el medio ambiente y ecológico, existe una notable ausencia de comprobaciones significativas sobre si determinadas actuaciones gubernamentales y empresariales merecen realmente calificarse de tal modo. Mientras tanto, intereses muy poderosos asociados al negocio de los combustibles fósiles se han movilizado con gran eficacia para frustrar cualquier intento de actuación que se desmarque de estos vanos alardes, sembrando la duda y la confusión sobre la ciencia del clima y oponiéndose o retrasando la adopción de políticas eficaces. Esto me lleva a recordar una cita del autor Upton Sinclair, que exclamó una vez: «¡Resulta difícil conseguir que una persona entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda!». El crecimiento económico indefinido impulsado por un consumo desenfrenado es tan fundamental para las economías modernas y está tan arraigado en el pensamiento de los dirigentes empresariales y políticos que las actuaciones ambientales se siguen percibiendo a menudo como contrarias a la economía y son relegadas a un rango inferior». Y recuerda el ejemplo -da indicios para la alarma- de la gasolina con plomo: «El plomo se empezó a añadir deliberadamente a la gasolina desde la década de 1920, tras el descubrimiento por un ingeniero químico de que mejoraba el rendimiento de los motores. A pesar de que esto generó preocupación desde un principio, sus principales defensores en Estados Unidos, General Motors y DuPont, consiguieron impedir durante décadas la adopción de normativas reguladoras. En los años sesenta y setenta, la investigación médica demostró que esta gasolina había contribuido a los elevados niveles de plomo observados en la sangre de las personas». Hasta 2011, el plomo no se había eliminado de forma generalizada en el mundo; «eso permitió una bajada del 90% del nivel de plomo en sangre en todos los países y salvar un total estimado en 1,2 millones de vidas humanas anualmente».

Sobre el debate del consumo de carne roja tratada y su incidencia en el cáncer, Gary Gardner, director de publicaciones del Worldwatch Institute y que estuvo presente por videoconferencia en la presentación del informe en Madrid, no duda sobre los beneficios de comer menos carne: «Unas dietas más sanas que reduzcan el consumo cárnico son la respuesta lógica al gran consumo de recursos que requiere la producción de carne. La investigación que compara los cambios de dieta efectuados para cumplir con las directrices establecidas por la Organización Mundial de la Salud ha revelado que la huella hídrica podría reducirse entre un 15% y un 41%, alcanzándose los valores más elevados en los países industriales». En este punto hay que indicar que para producir un kilo de carne de pollo se precisan 4.325 litros de agua; casi 6.000 si es cerdo; 8.760 para el cordero; y nada menos que 15.415 litros de agua por kilo si es carne de ganado bovino.

En fin, podría estar escribiendo hasta mañana sobre tantas partes interesantes de este libro; pero termino con una nota más, también muy de actualidad: los refugiados; y, en este caso, los refugiados climáticos, asunto no menos grave que el de los que huyen por guerras o persecuciones políticas. François Gemenne, investigador de la Universidad de Lieja (Bélgica), escribe en su capítulo, Las migraciones como estrategia de adaptación al clima: «Los desastres meteorológicos desplazaron a unos 140 millones de personas entre 2008 y 2013, lo que significa una media de 23 millones de personas al año». Pero, en fin, estos 140 millones, como los 100 millones de pobres de los que hablábamos al principio, seguramente no merecen ningún titular grande en la prensa tradicional.

Disfrutad el buen tiempo primaveral en noviembre.

Artículo en ‘El Asombrario’ sobre el informe de ‘La Situación del Mundo 2014’.

SIGNUS,logosignus COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

No hay comentarios

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.