‘Al final del miedo’: la ciudad se llena de extraños agujeros negros
‘Al final del miedo’, el nuevo libro de cuentos de la escritora mexicana Cecilia Eudave, demuestra cómo cada vez más son los géneros literarios no realistas la forma más versátil y acertada de representar nuestra extraña realidad. Una literatura oscura y a veces siniestra, pero también piadosa y emocional, divertida, nada obvia y exigente con el lector. Unos personajes que siempre tienen sed y una ciudad que se llena de unos extraños agujeros negros en el suelo.
Ya en 1973 (hace casi cinco décadas, nada más y nada menos), cuando recogió el Premio Nacional del Libro en la categoría de Literatura infantil, Ursula K. le Guin afirmó: “El realismo es quizás el medio menos adecuado para entender o retratar las increíbles realidades de nuestra existencia”. Nadie duda de que vivimos tiempos extraños. Atravesamos un siglo convulso, somos personas peculiares. Por lo tanto, ¿por qué no sacar más partido a una forma tan fructífera y poderosa de representar el mundo –así, mirando a través de un insinuante espejo quebrado– como es la literatura de lo fantástico?
El mundo está plagado de historias que no pueden ser narradas de otra manera. Bien lo sabe la escritora mexicana Cecilia Eudave, fructífera y multipremiada autora de antologías de cuentos y microrrelatos, también alguna novela breve, infantil e incluso guiones que siempre se mueven en la línea de lo insólito. La suya, entre todas las acepciones posibles, es una literatura que busca una forma distinta de mirar. Es oscura y a veces siniestra, pero también piadosa y emocional, divertida, nada obvia y exigente con el lector. Al final del miedo (Páginas de Espuma, 2020) es su nuevo libro de cuentos. Unos personajes desamparados, incomunicados, sedientos de algo que ellos mismos desconocen, unidos por delicados lazos de historias, rumores y por una ciudad en la que, de repente –¿qué serán?– han brotado unos extraños agujeros negros en el suelo. ¿Te atreverías a lanzarte dentro de uno de ellos?
La mayor parte de tu producción está dedicada a la narrativa breve, tanto cuentos como microrrelatos, y es una producción realmente extensa. ¿De dónde sacas tantísimas ideas?
Creo que tengo una imaginación muy fértil. La dejo llegar y no me asusto ante ninguna idea por más alocada o insólita que me pueda parecer. Dejo que la imaginación haga presa de mí y me devore con sus ideas. Disfruto mucho de ir fijándome en los detalles del mundo. Nunca sé cuándo una persona, un lugar o una situación puede detonar en mí una historia. El mundo está lleno de cosas extraordinarias, pero solemos pasar de largo. Yo sí me detengo. Hago un alto y digo: aquí hay una historia y la tengo que contar.
¿Qué ventajas ofrecen los cuentos frente a la novela para narrar lo fantástico?
Soy una escritora de brevedades. Me gusta la poética de la brevedad, con todo lo bueno y lo malo que tiene. La brevedad permite algo que como escritora y lectora me gusta mucho: la sugerencia. Me encanta todo lo que no se dice en un texto, sino que se insinúa. La brevedad es ese espacio, el sombrero del mago del que no sabemos qué va a sacar, y de pronto nos puede sorprender. El cuento, la novela breve o el microrrelato tienen muchísima versatilidad y pueden jugar todo el tiempo con el lenguaje, las estructuras, y se pueden hibridar y disfrazar. Sobre Al final del miedo algunos dicen que se podría leer como novela, pero de serlo tendría otra tesitura. En este caso se entretejen las historias porque todos vivimos en un mundo interconectado aunque no queramos, pero cada cuento tiene autonomía.
Se ve claramente esta interconexión entre los cuentos: la sed de los personajes, sus vínculos familiares, los extraños agujeros negros que se abren por toda la ciudad… ¿Cómo llegaste a dar con esta estructura?
Este es un libro voluntarioso, que se hizo a sí mismo. ¡Me utilizó para sus fines! Llevo trabajándolo desde 2013 y ha ido mutando. Tenía otro cuento que salió del libro, Sin reclamo, y que acabó formando parte de Insólitas (Páginas de Espuma, 2019, ). Después se introdujeron otras dos nuevas historias, Deja que sangre y Hotel, porque el libro lo empezó a demandar a partir de algo que nunca antes me había sucedido como escritora: un narrador se apoderó de todos los textos. Este narrador que de pronto es también una atmósfera. El libro se convierte en una especie de maquinaria que va engarzando los textos sin que se vea forzado, como de manera natural. Y entonces aparecen estos agujeros negros que son una metáfora de estas interconexiones oscuras que tenemos entre todos nosotros. Responden a muchos de nuestros miedos, aquello subterráneo que no deseamos sacar ni mostrar.
Llegamos hasta la última historia y no podemos dejar de pensar en los extraños agujeros, esos seres subterráneos que algunos dicen haber visto, otros consideran un rumor… No hay una respuesta clara. ¿Qué papel juega el lector para completar estos espacios en blanco?
Me gustan los lectores activos. Como lectora también soy muy activa, me gusta escudriñar debajo de las frases, en lo que no dijo el escritor, en esas insinuaciones que hay debajo del texto. En mi libro, por ejemplo, todos los personajes tienen sed, se queman por dentro, siempre buscando algo que beber… No deja de ser una metáfora de su aislamiento, de su falta de capacidad de interconectar con el otro. Y curiosamente aparecen estos agujeros negros que sí crean conexiones, no solo en la ciudad, por todo el mundo. Estas cosas que se dicen pero no se explican es lo que más me gusta a mí. No me gusta explicar. Si aparecen unos seres subterráneos, tú le darás un significado. Un libro empieza cuando el lector termina de leerlo. El lector va a empezar a construir en su cabeza más historias, o a completarlas. Te dejan la sensación de que uno tiene que continuar con el libro, o incluso a releerlo, y creo yo que no hay nada que elogie más a un escritor que el que relean su libro. Cuando lo releen encuentran todas esas golosinas que va dejando el escritor para que el lector las disfrute.
Lo fantástico, lo insólito, lo inusual, lo extraño… Hay mucha terminología y mucha teoría escrita en torno al género. ¿Con qué denominación te sientes más identificada?
Toda clasificación es arbitraria, y responde a un momento y a una época específica. Lo insólito no es un género, sino una perspectiva desde la que eliges narrar tu historia, una perspectiva distinta de afrontar la realidad. Me gustan todos los géneros que amparan lo insólito: el terror, lo fantástico, lo extraño… La modalidad que propone Carmen Alemany Bay me gusta mucho: la narrativa de lo inusual. Es una modalidad distinta de lo fantástico. Existe una combinatoria singular para que el lector encuentre una duda, no solo sobre lo que está leyendo, sino una extraña ambigüedad ante una realidad posible, que aún se ancla en lo real, pero que tiene esos rumores de lo insólito. Esta realidad va mostrando pequeños orificios que se escapan de las convenciones. Ella lo dice: “Esta forma de ficción prima la incertidumbre aunque los hechos transcurran en el plano real con transiciones hacia lo onírico o lo delirante”.
Esta incertidumbre es lo que crea en Al final del miedo esta sensación inquietante. El narrador mismo también es siniestro, impertinente, te va llevando y te introduce en su universo. Quiero sacudir al lector, estremecerlo, no noquearlo sino que salga estremecido y logre continuar meditando sobre la historia. Estamos leyendo a varias autoras (Samanta Schweblin, algunos textos de Mariana Enríquez, Patricia Esteban Erlés en España…) que no es el fantástico tradicional que conocemos. Es insólito, pero esto no quiere decir que sea irreal, es posible también. Me gusta mucho lo insólito, porque es una abstracción de cómo yo veo la realidad.
¿Cuáles son los ‘ingredientes’ que debe reunir una narrativa insólita para ser considerada como tal?
David Roas explica muy bien el fantástico del siglo XXI en Tras los límites de lo real. El fantástico de ahora borra cada vez más las líneas divisorias entre ficción y realidad. Ahora hablamos de distintas realidades que conviven. No olvidemos que lo fantástico es una metáfora, una alegoría del contexto en el que se inscribe. Lo fantástico nos habla de una manera muy acertada y muy dura del contexto en el que nos encontramos. No porque aparezcan monstruos los tenemos que ligar a los convencionales. El género fantástico se va adaptando. Ha cobrado vida propia, puede mutar en cada siglo e irse adaptando a las necesidades de nuestros miedos y terrores mas ocultos, y sobre ellos incide. Va hacia dentro del ser humano, es intimista, sacude la conciencia. Partiendo de ahí, Al final del miedo tiene el rumor de muchos géneros que se amparan en lo insólito: extraño, terror, algo del gótico… Pero rumores. Su presencia es mucho más sutil y me parece más efectivo. No vamos a torturar al lector con cadenas fantasmagóricas por todos nuestros relatos. Basta un solo elemento para desestabilizar al lector.
¿Crees que la literatura contemporánea está encaminada a borrar este encasillamiento de los géneros o que el lector (y por tanto antes el editor y el escritor) sigue prefiriendo estas etiquetas: terror, ciencia ficción…?
El siglo XXI tiende a hibridar. Yo pienso que los géneros no van a desaparecer del todo. Las clasificaciones a veces son necesarias hasta que logramos romper el paradigma mental. No vamos a dejar de pensar cómo nos han enseñado de la noche a la mañana. Pero sí que creo que podemos hibridar los géneros en un mismo texto. No decir: esto es solo terror, esto es tal, sino que puede serlo todo, estar ahí y convivir en armonía. Se trata de la perspectiva con la que se quiera narrar. Es inevitable hablar de géneros, pero también lo es que los escritores y escritoras de este siglo hibridemos, seamos irreverentes con los géneros, revitalicemos la novela, el cuento, el ensayo, el teatro… Como en todo principio de siglo.
Antes has mencionado la antología de ‘Insólitas’, de la que formas partes. ¿Puedes hablarme un poco de las autoras incluidas, a quiénes consideras grandes maestras, qué nuevas voces has descubierto…?
Insólitas es fundamental en la genealogía de lo insólito porque hay grandes maestras del género ahí. No concreto nombres, porque todas son muy valiosas. También descubrí a algunas autoras jóvenes y me di cuenta de la vitalidad del género en España. Para mí, España siempre privilegiaba lo realista (también como México), pero descubrí que había muchas escritoras con un discurso que rompía esta norma. Leer esta antología revitaliza mucho nuestra idea de lo fantástico. Los editores lograron hacer una excelente cronología de escritoras, y enseñar cómo todas nos debemos algo: vamos recuperando, reformulando lo que otras escritoras han dicho. Es un honor para mí estar ahí. Es un libro que alguien que no lea mucho este tipo de literatura debería leer, le abriría un panorama mucho más amplio. Tanto la ciencia ficción como el terror, lo fantástico y demás géneros aledaños son implacables cuando se trata de representar la realidad desde otra vista.
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