‘Después de Elías’, cómo sobrevivir a la pérdida del ser amado.
En su columna mensual con el foco puesto en el mundo cultural con perspectiva LGTBI, ‘Paraíso extraño’, el escritor Luis Maura se detiene hoy en ‘Después de Elías’, de Eddy Boudel Tan, una conmovedora novela que nos plantea preguntas que nos tocan en lo más profundo: ¿Se puede amar a un monstruo? ¿Cómo sobrevivir a la pérdida de un ser amado? Cuando el avión pilotado por Elías Santos se estrella con más de 300 pasajeros a bordo una semana antes del día de su boda, Coen Caraway pierde al hombre que ama y la ilusión de felicidad que tanto le había costado crear…
“La vida cambia deprisa. / La vida cambia en un instante. / Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”.
Así comienza El año del pensamiento mágico y estas son las primeras palabras que escribió Joan Didion (1934-2021) después de que su marido cayera fulminado de un ataque al corazón sobre la mesa de la cocina.
Ha sido inevitable recordar a la autora estadounidense nada más comenzar a leer Después de Elías, primera novela del canadiense Eddy Boudel Tan, publicada por la editorial Dos Bigotes, ya que ambos libros comparten tema central: el duelo tras la muerte del ser amado.
¿Qué ocurriría si esa persona con la que te despiertas cada mañana desapareciera de repente? ¿Qué te pasaría por la cabeza si todo indicase que se ha suicidado? O peor aún: ¿cómo te sentirías si todos creyeran que el hombre al que amas es un asesino?
Esto es lo que le sucede a Coen Caraway cuando el avión pilotado por Elías Santos, su futuro marido, se estrella con más de 300 pasajeros pocos días antes del enlace. La noticia sorprende al protagonista en la isla mexicana en la que iba a oficiarse la boda, donde, después del shock inicial y para sorpresa de todos, decide quedarse para celebrar la vida de Elías junto a sus allegados, aprovechando que está todo pagado.
En primera persona, el autor entrelaza presente y pasado para fabricar una tela de araña que atrapa al lector desde las primeras páginas, haciendo que uno se pregunte qué pudo llevar a su prometido a cometer algo así y qué se esconde realmente bajo la imagen de la pareja perfecta.
La acción transcurre entre la ciudad de Vancouver, en un pasado en el que Elías todavía vive, y el paisaje idílico de las costas mexicanas, en un presente donde su fantasma se niega a desaparecer.
“¿De verdad crees que un accidente de avión podría separarme de ti?… Cariño, te guste o no, estás atrapado conmigo”, le dice el Elías imaginario al protagonista, que se aferra a sus recuerdos por miedo a perderlo todo, algo que explica muy bien Joan Didion en su crónica sobre el duelo: “Sé por qué intentamos mantener con vida a los muertos: intentamos mantenerlos con vida para tenerlos con nosotros”.
El punto de partida de Después de Elías, novela impecablemente traducida por Bruno Álvarez Herrero y José Monserrat Vicent, se inspira en el terrible accidente de avión de la compañía Germanwings que tuvo lugar en 2.015 en el que fallecieron 150 personas; la principal hipótesis de la causa de la catástrofe es que el copiloto Andreas Lubitz lo estrelló de manera deliberada sobre los Alpes franceses. Sirviéndose de este hecho real como motor para la trama de su libro, Eddy Boudel Tan nos plantea la siguiente pregunta: ¿Se puede amar a un monstruo?
“Incluso las personas más cercanas a nosotros pueden esconderse detrás de una máscara”, le dice a Coen uno de los personajes. “Nunca podemos conocer de verdad a nadie más que a nosotros mismos”. Y a veces ni eso porque, en ocasiones, proyectamos una imagen falsa y nos autoconvencemos de lo que más nos conviene. Nos mentimos hasta que un día el peso de la realidad nos aplasta contra el asfalto. “La gente puede causar dolor, pero nada duele más que el daño que uno se inflige a sí mismo”, escribe el autor.
No obstante, volviendo a la cuestión central de la novela, cabe preguntarnos: ¿Se puede sobrevivir a la pérdida de la pareja? Todos hemos oído historias de matrimonios de ancianos en las que un cónyuge muere poco después de fallecer el otro, lo que se conoce como “morirse de pena” o “efecto viudedad”, pero dejarse consumir, como si uno fuera una vela, nunca debería ser una opción.
Es incuestionable el gran dolor que conlleva perder a un ser querido; nos sentimos rotos por dentro, desorientados y llenos de angustia, pero necesitamos encontrar las herramientas necesarias para enfrentarnos a ello y poder seguir adelante. No podemos ni debemos quedarnos estancados, aferrados a las sábanas de un fantasma. Citando de nuevo a Didion: “Llega un momento en que debemos abandonar a los muertos, dejarlos marchar, mantenerlos muertos. Dejarlos que se conviertan en la fotografía sobre la mesa”.
El autor también nos recuerda, en una especie de Memento mori, que “la vida no tendría sentido si no fuera por la muerte”. Y añade: “La vida no es más que una casa muy compleja. Comienza siendo algo muy pequeño, un simple refugio. Después empezamos a construir una habitación tras otra, creyendo que necesitamos cada una de esas ampliaciones, cada una de esas renovaciones. Cuando nos damos cuenta de que ya no es un refugio, sino una tumba, es demasiado tarde”.
Después de Elías plantea un viaje de autoconocimiento en el que el protagonista lucha por hacer justicia y lleva a cabo un ajuste de cuentas con el pasado para poder seguir viviendo. Además de narrar su proceso de duelo, el texto hace hincapié en la aceptación de la tristeza como parte de la vida, la importancia de la salud mental y el poder sanador de la amistad.
El filósofo griego Epicuro dijo una vez: “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos”.
En resumidas cuentas, de eso es de lo que se trata: de seguir adelante y de disfrutar del camino. El mundo sigue girando, queramos o no, y nosotros seguimos en él. Siempre nos quedará el cariño por las personas que se fueron, solo que ese amor no debería ser un ancla que nos impida avanzar, sino un motivo más por el que seguir navegando. ¿O acaso esas personas no querrían nuestra felicidad?
Tras la pérdida de un ser querido, a pesar del desconsuelo y la rabia que eso nos provoca, solo hay una opción posible: continuar. Rememoremos los momentos vividos y, mientras tanto, sigamos acumulando experiencias que, con el tiempo, se transformen en nuevos recuerdos a los que aferrarnos cuando la gente a la que amamos ya no esté. Tengamos siempre presente que, como escribió Joan Didion, “la vida cambia deprisa, la vida cambia en un instante”.
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