Miguel del Arco: “’Rigoletto’ es parte de la cultura de la violación”
Entrevistamos al director de teatro Miguel del Arco, encargado de la dirección de escena de la nueva producción de ‘Rigoletto’ de Verdi, que el Teatro Real estrena el 2 de diciembre. Una propuesta que puede generar polémica al tener como punto de partida ‘Jauría’, la obra de teatro dirigida por el propio Del Arco sobre ‘La manada’, los cinco hombres que violaron en grupo a una mujer durante las fiestas de San Fermín.
El director de escena Miguel del Arco está acostumbrado a no pasar desapercibido. Montajes como Ricardo III, Deseo o El Misántropo le auparon a un olimpo de creadores de esos que se fraguan un público fiel y a los que la crítica mima porque siempre tienen algo que aportar. Pero también ha vivido sus polémicas. La más sonada, en 2016, cuando estrenó en el Teatro de la Zarzuela el musical ¡Cómo está Madriz!, protagonizado por Paco León, en el que fusionaba las zarzuelas La Gran Vía y El año pasado por agua, de los compositores Chueca y Valverde, respectivamente. El show contenía una fuerte carga política y, entre otras cosas, le atizaba a un Partido Popular asediado por casos de corrupción que casi se concatenaban por toda España y que tuvieron algún que otro epicentro en Madrid. En ese espectáculo, por ejemplo, se proyectaban fotografías de Luis Bárcenas o Miguel Bernard mientras sonaba la jota titulada Los Ratas.
La cosa es que, según los cronistas, el teatro se llenaba noche tras noche, y noche tras noche una veintena de espectadores pedía la devolución de su dinero, hasta que en una de esas directamente se armó una bronca tan monumental que tuvieron que parar la representación mientras un piquete de espectadores la liaba bien parda.
En enero de 2019 dirigió la obra Jauría. Un texto de Jordi Casanovas construido a partir de las transcripciones del juicio realizado a La Manada, los cinco tipos condenados por violar en grupo (y grabarlo con sus móviles) a una chica durante las fiestas de San Fermín. Una obra construida íntegramente con fragmentos de las declaraciones de acusados y denunciante publicadas en varios medios de comunicación. Una obra de teatro documental que también supuso, por su verdad y crudeza, un impacto tanto para el público como para la crítica.
El próximo 2 de diciembre se enfrentará a uno de los grandes retos de su carrera: el estreno de la ópera Rigoletto, de Giuseppe Verdi, cuya dirección de escena le ha encargado el Teatro Real. Serán nada menos que 22 funciones de una de las óperas más representadas y queridas en el coliseo madrileño y para las que contará con tres elencos impresionantes con grandes estrellas del canto como Javier Camarena, Xabier Anduaga, Ludovic Tézier, Étienne Dupuis, Adela Zaharia, Julie Fuchs y Ruth Iniesta.
Una propuesta que tiene todas las papeletas para volver a polarizar al público de Madrid. La pasada primavera, cuando se presentó la nueva temporada del Real, combativa y nada edulcorada, su director artístico, Joan Matabosch, ya advirtió de lo impactante de la propuesta adelantando que Del Arco se inspiraría en Jauría para poner en pie esta nueva producción. “El director de escena utilizará el cortejo y secuestro de Gilda, hija del protagonista, para enfatizar la indefensión de una mujer frente a un grupo de hombres en el que se discute el concepto de la masculinidad de la sociedad”.
El Asombrario mantuvo la semana pasada una charla con Miguel del Arco en la cafetería del Teatro Real en la que nos desvela algunas claves de este nuevo Rigoletto, coproducido por el Real, ABAO Bilbao y el Teatro de la Maestranza de Sevilla y que contará con la dirección musical de Nicola Luisotti y Christoph Koncz.
¿Hasta qué punto este ‘Rigoletto’ está basado en ‘Jauría’?
Bueno, ya le he dicho a Joan que igual esa frase de que “está basado” me va a perseguir durante todas las representaciones. Se dice que es una dramaturgia basada en Jauría y no, para nada. Es simplemente una primera imagen, que tiene que ver con cinco hombres que persiguen a una mujer, la encierran y abusan de ella. Es simplemente un punto de partida atroz. Es una especie de coda inicial, una escena muda inicial que pone en perspectiva la obra. Pero, sin duda, la historia que se cuenta en Rigoletto forma parte de esa cultura de la violación que tantos niegan últimamente. Es una obra en la que mujer siempre, de una forma u otra, es una moneda de cambio.
Eso es curioso, sí. ¿Cómo es posible que si Víctor Hugo (autor de ‘Le roi s’amuse’ en la que se basa el libreto de Francesco Maria Piave) y Verdi sabían que estaban hablando sobre violencia contra la mujer, hoy en 2023, nada menos que en el Congreso de los Diputados haya sentados hombres y mujeres que niegan la violencia machista?
Es algo que va a ocurrir siempre. No soy muy optimista. Creo que es algo que no tiene remedio. Hoy todavía recibo mensajes atroces de personas que me escriben culpándome de haberme inventado o de haber colaborado en construir una mentira sobre Jauría y el testimonio de la víctima. Es tremendo. Una chavala de 18 años que fue violada por cinco tíos de 30, y encima en un momento de vulnerabilidad.
¿Qué más puntos de unión tienen ‘Rigoletto’ y ‘Jauría’?
Que no hablamos solo sobre la caza de una mujer, sino, además, de que quienes te rodean sepan que estás conquistando. Esa cosa tremenda que dijo uno de los que participaron en lo que conocemos como La Manada: “Prefiero follarme a una tía muy fea entre los cinco que a una muy guapa yo solo”.
¿Cuál es tu lectura de ‘Rigoletto’?
Una que está muy cercana a nosotros. Creo que es una obra que le debe mucho a Shakespeare. Y lo que la acerca a Shakespeare es la profunda universalidad de lo que cuenta. Son textos eternos, porque siguen hablando de cuestiones que parece que fueran eternas o inherentes al ser humano. No es necesario hacer ningún encaje de bolillos para tratar de demostrar la verdad de lo que se cuenta. Rigoletto habla de abuso de poder, de cómo tiene lugar en todos los estratos: desde la cúspide poderosa, que es el duque; hasta el bufón, que es Rigoletto. Todos utilizan su parcela de poder. Habla también del odio y el conflicto de clases. Y habla, sobre todo, de una forma inteligentísima, y durante toda la obra, del abuso a la mujer.
¿Has actualizado la obra como suelen hacer otros directores de escena?
No creo que haga falta. Verdi utiliza deliberadamente un coro totalmente masculino que rapta a una mujer para vengarse del bufón y que se la llevan al duque para que se la pueda follar a gusto. Cómo no va a haber ecos de la Jauría en esto. Los personajes femeninos de la obra están siempre subyugados de una forma u otra por la presencia masculina. Bien como hijas en la relación paterno filial o bien como objetos, como prostitutas con las que se puede hacer cualquier cosa, porque media una transacción económica. Todo esto me permite hacer una aproximación absolutamente moderna sin tener que forzar ninguna parte de la dramaturgia de la obra.
En realidad, Rigoletto puede ocurrir en cualquier momento. El principio, por ejemplo, la fiesta en el salón de baile del duque, podría tener lugar en Mantua en el siglo XVI, pero también podría ser una bunga-bunga party de las que montaba Berlusconi en Roma. Es casi esa imagen de Eyes Wide Shut (la última película de Stanley Kubrick) en ese palacio donde los hombres van elegantemente vestidos y es un canto a la opulencia, pero ellas van desnudas… Pero, finalmente, de lo que estamos hablando es de abusar de las mujeres, simple y llanamente. El abuso es algo que ocurre, ocurrió y, lamentablemente, ocurrirá.
¿Qué nos puedes contar de la escenografía?
A Sven Jonke, el escenógrafo, lo primero que le dije fue que no quería un escenario realista. En esta producción los espacios se transforman, muestran su haz y el envés permanentemente. Son espacios que cambian todo el rato. Creo que es una escenografía prodigiosa y de una belleza brutal, pero al mismo tiempo es muy complicada técnicamente, mecánicamente. Eso sí, creo que se logran lugares y transiciones de una gigantesca teatralidad.
¿Cuáles son los elementos principales de esa escenografía?
Estamos trabajando con telas que nos ayudan a crear la opulencia de esos palacios, pero, al mismo tiempo, pueden transformarse en espacios oscuros. Esos espacios brillantes, que son brillantes porque se ha pagado para que sean así, esconden una negritud detrás muy terrible. Son cofres del tesoro en los que están encerradas mujeres que están ahí supuestamente por amor, pero que en realidad están siendo aplastadas.
¿Cómo has afrontado el papel de Gilda, que en realidad es el hilo conductor de toda la trama?
He querido quitarle esa cursilería que se le ha dado habitualmente, sobre todo porque creo que no está escrita ni en el libreto ni en la partitura. No estamos frente a una niña, sino delante de una mujer que no para de preguntar y que quiere conocer su procedencia. He tratado de evitar esa imagen relamida con la que casi siempre se nos ha querido mostrar al personaje.
Es una mujer a la que Verdi le escribe un aria, por ejemplo, que con notas muy cortas seguidas de silencios nos muestran la respiración agitada de una mujer que por primera vez está sintiendo una pulsión sexual. Es una mujer en la que la naturaleza aflora y trata de encontrar su rumbo, pero vive subyugada por su padre. Un padre que la maltrata, en realidad, porque cree que el mundo le va a hacer a su hija el mismo mal que él le está haciendo al mundo.
¿Y Rigoletto?
Esa deformidad con la que estaba obsesionado Víctor Hugo creo que es más una patología mental que física. Nuestro Rigoletto no es un tipo deforme físicamente, es un punto de partida que no me interesa. El problema está en su mente. Pero también es un personaje que está al alcance de la compasión, porque es fácil tenerla por un hombre cuya hija muere en sus brazos.
¿Y el Duque?
El Duque es una especie de vizconde de Valmont de las Amistades Peligrosas. Él se tiene por un amante perfecto. ¿Lo que ocurre con Gilda en el palacio es una violación? Evidentemente que sí. Pero él no la fuerza, la engaña, porque le divierte simplemente la posibilidad de tirarse a una virgen. Sin más. Pero en el tercer acto lo vemos bajar al burdel más abyecto, porque también le gusta follar guarro. Es un personaje que en algunos momentos parte del Don Juan.
El público de Madrid, y sobre todo el de estreno en el Real, tiene fama de ser muy correoso y de abuchear bastante las propuestas arriesgadas. ¿Te impone?
La obra de Víctor Hugo, El rey se divierte, fue un escándalo social que se prohibió al día siguiente de su estreno. Y no, no tengo ninguna vocación de ser rupturista, sobre todo porque hoy en día es muy difícil romper nada. Estamos de vuelta de casi todo. Además, la gente se molesta por cosas muy tontas y muy bobas.
Después de la experiencia de ¡Cómo está Madriz! yo creo que ya estoy curado y preparado para cualquier cosa. Evidentemente que si te metes en este fregado quieres que a la gente le arrebate y le guste tu trabajo. Quieres comunicar emoción y que el público sienta las mismas emociones por las que he transitado durante el proceso de montaje. Yo no tengo una vocación de molestar por molestar, la verdad. Si hay un grupo de gente que me quiere decir a gritos cómo tengo que hacer Rigoletto, pues ya está, no importa. Ya me pasó con Hamlet, con Ricardo III… pero luego está todo ese otro público que se emociona y que es capaz de ver más allá del Rigoletto que tienen en la cabeza. Porque hay tantos Rigolettos como cantantes o directores de escena lo pongan en pie.
Puedes consultar aquí las funciones de ‘Rigoletto’ en el Teatro Real.
Comentarios
Por ‘Rigoletto’: un abucheo inmerecido para un fantástico montaje, el 06 diciembre 2023
[…] La propuesta de Miguel del Arco no añade nada nuevo al libreto de Francesco Maria Piave, basado en la obra teatral El rey se divierte, de Víctor Hugo, pero toma dos decisiones comprometidas. Por una parte deslocaliza la acción con la intención de universalizar los hechos que allí se representan y, por otro lado, en la balanza moral de los personajes masculinos pesa más su parte oscura que la empática. Así mismo nos los había dicho ya el director en una entrevista previa: “‘Rigoletto’ forma parte de la cultura de la violación”. […]