Balance Fitur: el reto de ganar turistas en un país en crisis climática

Glaciares y paisajes helados han sido reclamo de la Patagonia en FITUR. Foto: Rosa M. Tristán.

Un hombre se pasea con la piel de un zorro en la cabeza. Es el stand de Murcia en Fitur 2024, donde están promocionando sus fiestas populares. Va de romano y el zorro, comenta, “es de una granja de Cantabria” (raro, porque no hay este tipo de granjas en España). En otro stand, un club de tiro con arco de Madrid expone la talla de un lince con una diana en el lomo. Lo usan para sus prácticas. La feria Fitur 2024, la ‘meca’ del turismo mundial, ha vuelto a ser la cita donde municipios, comunidades autónomas y países han competido estos días atrás para atraer a los millones de personas que están deseosas de salir a recorrer mundo. Cómo afecta a la crisis climática, el destrozo de la biodiversidad y los impactos que tendrá el calentamiento global en esta actividad, en general, no vende. No obstante, también han estado allí científicos como el oceanógrafo Joaquim Tintoré, que trabaja en intentar que se hagan las cosas bien ante un futuro de crisis ambiental.

Pasar una jornada en una feria de turismo es esclarecedor. La primera cita era una presentación de un estudio sobre descarbonización del sector, elaborado por la Fundación 1º de Mayo, pero para llegar antes había que pasar por toda África, con ese colorismo que atrae como un imán. El gran stand del continente fue para Marruecos. Allí, explicaban el gran desarrollo urbanístico en Dakla, ciudad de lo que era el Sáhara Occidental en la que están impulsando la llegada de turistas surfistas y otros deportes acuáticos. Todo muy sensato. ¿Y el agua? “Ningún problema, la desalamos con energía de placas fotovoltaicas”, añadía uno de sus delegados. “Nos las hacen los chinos, pero las ponemos nosotros”. 

Afinando: El muñeco con forma de lince ibérico y con una diana dibujada en el costado que un club de tiro con arco de Madrid exhibió en FITUR. Foto: Rosa M. Tristán.

En el mismo pabellón estaba Abu, de Malí, con un puesto de objetos artesanales tuaregs. Nació en Tombuctú, hoy ciudad en guerra acosada por los islamistas. Más sensatez aún. “No, la verdad es que no es buen momento para ir”, reconocía. “Pero hay zonas tranquilas y tenemos una gran cultura muy desconocida. No queremos migrar, pero es difícil atraer gente”. En ese continente, los reyes del turismo han seguido siendo Kenia y Tanzania, con su fauna salvaje, aunque también crece mucho Senegal, con ese turismo de multinacionales extranjeras con grandes hoteles. Allí desembarcan empresas españolas como Riu, que ha construido un hotel con 500 habitaciones, una gigantesca isla para europeos en una zona semi-desértica. Sus tres piscinas junto a la costa atlántica parecen lagunas desde el espacio, vía Google Maps.  

Entre la multitud que se acumulaba para conseguir un folleto más, un pin o una bolsa, había que tener paciencia para llegar del pabellón de África al de América. Una parada en Perú, donde se presentaba la campaña Perú, guau. La delegada de la empresa pública Promperú, Elisabeth Hakim, nos reconoció que tratan de impulsar un turismo más sostenible, que deje riqueza en las comunidades rurales, pero les cuesta convencer a los tour operadores para que cambien sus rutas. Tras pasar por Ecuador, donde continuas danza y cantos hacían olvidar la grave crisis social y la violencia que atraviesa el país, se llegaba a pabellones dedicados al turismo nacional.

Uno entero se dedicaba, un año más, a Andalucía. En la entrada, una de esas cortinas de agua pulverizada que están proliferando para sobrevivir en las calles y terrazas en verano. “El futuro de Andalucía, que nos riega con energía”, comentaba un visitante consciente de que ese remojo no sale gratis al cambio climático que combate. Es aquí donde más se ha hablado de turismo sostenible y en qué se están gastando los fondos europeos Next Generation, dedicados al desarrollo digital y sostenible. Son 140.000 millones de euros a adjudicar antes de 2026.

En Punta Umbría (Huelva) nos cuentan que habilitarán un carril-bici entre dos pueblos y recipientes para recoger colillas de las playas en escuelas de vela. “A los que lleven colillas se les da un premio”, explican, si bien su normativa municipal no habla de premios, sino de multas de hasta 1.800 euros a quien las tire entre la arena. También mencionan un plan de ahorro de agua, pero no aclaran nada. Allí, el pasado 12 de agosto llegaron a tener 38º con humedad y una tremenda sequía. A pocos metros se escuchaba al responsable del Patronato de Turismo de Cádiz, Germán Beardo, señalando lo importante que es “desestacionalizar” el turismo atrayendo a los nórdicos para que su provincia se llene todo el año, la misma en la que los ayuntamientos bajaron en diciembre la presión del agua del grifo porque están bajo mínimos. Por supuesto, no faltaba en el pabellón un mini-golf, que recordaba que, pese a todo, este deporte se puede practicar en la comunidad autónoma andaluza. La sensatez nos seguía guiando por Fitur…

Recordatorio de que en Andalucía se puede practicar el golf, a pesar de la sequía. Foto: R. M. T.

Y llegamos a Madrid y su también gigantesco espacio. Había de todo. Mucha gastronomía y mucha promoción de lugares Patrimonio de la Humanidad, aunque costaba encontrar el Paisaje de la Luz, que ha sido talado en parte mientras se inauguraba la feria. Buscando naturaleza, ahí estaba el stand dedicado a empresas de la sierra, Parque Nacional del Guadarrama y aledaños. Había una moto de trial, explicaron que en homenaje a unos campeones del deporte en Cercedilla. Y también muy visible la figura de un lince, tallado en madera, que usan para promocionarse el Club de Tiro con Arco Milvus, de Collado Mediano, como diana para las prácticas. También utilizan osos, urollagos, ciervos, tejones… Todos a tamaño natural “para ser más realistas”, según comentaba uno de sus representantes. Casi todos animales protegidos contra la caza, con flechas o con tiros.

El rastro de los Next Generation lo recuperé en Valencia. El responsable de Turismo en la Diputación, Xavier Pascual, preguntado por el tema ambiental, mencionó un proyecto de turismo sostenible “que tiene como eje vertebrador el agua” y dijo que consta de 20 acciones. “Se trata de medir el impacto de rutas de aprovechamiento turístico de los recursos hídricos y ver su capacidad de carga para no saturarlos”. ¿Pero se refiere a poner límites, pro ejemplo, de acceso a playas saturadas? “No, no, en las playas no, en zonas de interior con agua”, precisaba, “porque queremos diversificar el turismo”. No hubo suerte. Nadie quiso comentar cómo es posible que ni un solo kilómetro de la costa de Orihuela vaya a quedar sin urbanizar, después de que se autorizaran otras 2.000 nuevas viviendas en la única zona virgen, Cala Mosca, un lugar sin playa refugio de aves. Al lado, en Torrevieja han levantado otros gigantes. Todos de la misma empresa constructora Grupo Gomendio. Una zona sin buenas comunicaciones, de escasa agua y nefasto saneamiento. El tramo es un cementerio de posidonia. Carlos Mazón, el presidente valenciano, no dio detalles sobre cómo van a recibir a esos 30 millones de turistas al año que anunció y que, como dijo,  sea sostenible. Su gobierno quitó la “tasa turística” en noviembre. 

Al final del pabellón, una nota de cordura: allí se presentó un estudio de la Fundación 1º de Mayo sobre turismo y descarbonización. Recoge datos de distintos estudios que estiman que en España entre el 11,5∞ y el 14% de las emisiones contaminantes las generan los turistas, sobre todo los que llegan en avión (y precisamente en Fitur el presidente Pedro Sánchez aprovechó para anunciar que se ampliará el aeropuerto de Barajas). Recuerda también que, por un lado esta actividad aumenta el cambio climático y por otro es su víctima, al subir nivel del mar, con las tormentas que se llevan las playas y las olas de calor de noches tórridas que impiden el descanso. ¿Será atractivo un verano así? El análisis también ofrece soluciones (más trenes y menos aviones, menos concentración en zonas costeras, etcétera), pero son apuestas que no se ven en los folletos de los stands que les rodean. 

En Pájara (Fuerteventura), su concejala de Turismo contaba cómo es un gran paso poner farolas fotovoltaicas en las calles y otras placas en las playas para cargar móviles o monopatines. En los montes de Toledo anunciaron que abrirán senderos y pondrán un servicio de bicis eléctricas para unir varios pueblos “y así que la gente no use coche”, como medida para luchar contra el despoblamiento. Son pinceladas de esas acciones locales en el conglomerado del poderoso sector turístico español -el 12,5% del PIB nacional- con un impacto a largo plazo en sostenibilidad aún por saber. Fuentes oficiales han reconocido que se están presentando muchas iniciativas municipales a los fondos Next Generation más que discutibles, pero que hay un plazo para adjudicarlos y todo indica que no hay mucho análisis detrás.

Entre los concienciados, destacan los empresarios en torno a la Cala Millor de Mallorca, cuya playa desaparece con los temporales. Es una de las muchas amenazadas en Baleares y todo el Mediterráneo por el aumento del nivel del mar. Hace más de 20 años, empezaron a alertarse del impacto del cambio climático e implicaron a científicos como el oceanógrafo Joaquim Tintoré, director del Sistema de Observación Costera de Islas Baleares (SOCIB). El SOCIB lleva desde 2010 monitoreando el estado de la cala con cámaras, sondas, barcos, etcétera, dentro de un programa europeo Life, y buscando soluciones basadas en la naturaleza para evitar estos impactos. “El objetivo es tener un catálogo de soluciones para adaptar las playas, de forma que este caso sea un ejemplo extrapolable a otras con riesgos similares”, nos explicaba Tintoré antes de dar a conocer su proyecto al público de Fitur. 

No hay un estudio de igual dimensión en España, aseguraba el científico. Aunque las playas de la Comunidad Valenciana pierden metros de ancho cada año (como se vio en la tormenta Gloria), sus autoridades siguen empeñadas en el relleno con arena (han sacado, en otoño pasado, tres millones de metros cúbicos del fondo del mar frente a Cullera). Es previsible que se las llevará de nuevo el Mediterráneo, mientras se construyen casi encima de la costa miles de nuevas viviendas turísticas. Los muchos folletos y charlas del sector hotelero y los tour operadores sobre sus planes de “promoción del turismo sostenible” y “reducción de emisiones contaminantes” no cuadran con el anuncio de aumento de la cifra de 84 millones de turistas de 2023 en el futuro. Más bien, algunos discursos ven el cambio climático como una oportunidad porque alarga la temporada, aunque la situación se complica porque los recursos naturales no son ampliables, como lo puedan ser los aeropuertos.

Realidad virtual con el Machu Picchu al fondo en FITUR. Foto: R. M. T.

El anuncio de Barajas es de los que más han dado que hablar en Fitur 2024 en relación con el asunto climático. Mientras los que apuestan por seguir con el modelo de crecimiento del turismo lo han recibido con entusiasmo, más o menos según el partido político, representantes de organizaciones ambientales como Greenpeace, WWF, Ecologistas en Acción o Extinction Rebellion ya lo han calificado de despropósito en un país acuciado por la falta de agua, las ola de calor (recordemos los 31º en Valencia mientras se celebraba la feria), el encarecimiento de la alimentación al bajar la producción agrícola, los incendios forestales, la desaparición de las playas por la subida del nivel del mar, la poco refrescante temperatura del agua (hasta los 31,2º el pasado verano en el Mediterráneo), incendios monstruosos en los montes, plagas de medusas en todas las costas y un largo etcétera de impactos de cuya adaptación y mitigación se ha hablado mucho en la considerada “mayor feria del turismo del mundo”, con unos 250.000 visitantes (tan masivo como el turismo en España, esto sí está muy acorde), pero se ha visto poco.

“No, si en Cádiz es ya insoportable vivir con tanto turismo”, reconocía a la salida una de las azafatas contratadas por la Junta de Andalucía para pasearse por la feria. Todo muy sensato y equilibrado.

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