“Rutina y comodidad paralizan nuestra acción frente al cambio climático”
Asunción de los Ríos es de esas científicas españolas que han convertido su trabajo en una contagiosa pasión. Su objetivo: el mundo de lo invisible, esos microscópicos seres que no vemos y hacen posible nuestra existencia. Hoy es una de nuestras investigadoras polares más relevantes y, además, una de las 240 personas que esta campaña científica 2024 viajará a la Antártida a una de las dos bases españolas. De los 30 proyectos que se van a desarrollar allí en estos meses, el suyo es de los más sorprendentes: los “rock-eaters” o “comedores de piedras”, los microorganismos que van construyendo suelo donde el hielo desaparece. Hablamos con ella de crisis climática, de reciclaje y economía circular.
Asunción, que trabaja en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), ya prepara las maletas. Este año estará un mes en la base Juan Carlos I de la isla Livingston, en las islas Shetland del Sur, uno de los lugares donde el impacto del cambio climático es más evidente de todo el continente.
En 2023 se ha batido récord de mínimos en el hielo marino antártico. ¿Son tan preocupantes estos datos como parecen?
Sí que lo son. La primera vez que fui a la Antártida fue en 2009, al interior continental, y allí se nota menos el cambio, pero desde 2104 hasta ahora he vuelto varias veces a la Antártida marítima y he podido comprobar que es visible. El calentamiento global está expandiendo la vegetación a medida que hay más retroceso glaciar, se ve más cobertura de plantas, musgos y líquenes. Recogemos muestras de suelos de distintas edades y hemos comprobado en los últimos años esta dinámica de colonización. Tras el retroceso del hielo, primero llegan los microorganismos y luego musgos y líquenes. Y a menos frío, más riesgo de que lleguen especies invasoras y la antárticas desaparezcan cuando aún no las conocemos. Entre el 70% y el 80% de los hongos que recogemos en las muestras son desconocidos y podemos perder esa biodiversidad.
¿Por qué elegiste investigar sobre esos microorganismos de las rocas?
Desde niña descubrí a través de un microscopio ese mundo de lo pequeño, que es fundamental. Después centré mi tesis en estos microorganismos en concreto porque, gracias a su interacción con las rocas, se deprenden nutrientes que favorecen la formación de algo tan importante como son los suelos. En las zonas polares están además muchos de ellos incluso dentro de las piedras, una estrategia para protegerse del frío. Esta campaña antártica, tras unos años investigando los ecosistemas terrestres, vamos a ver cómo colonizan rocas en zonas acuáticas de riachuelos glaciales y los compararemos con los otros. Todo ello ayuda a conocer cómo estos microbios se adaptan a los cambios o no.
¿Cuál crees que es la principal amenaza para ese continente dedicado a la ciencia?
Destacaría el riesgo asociado al cambio climático y al turismo de que lleguen especies invasoras que cambien su biodiversidad. Cada vez hay más turistas y el peligro no es que se lleven un animal, sino que pueden dejar microorganismos de afuera que van adheridos a su calzado o su ropa y que es posible que sobrevivan porque aumenta la temperatura.
Y a nivel global, ¿cuál es el problema ambiental que más te preocupa?
Lo más preocupante es el tremendo consumo de combustibles fósiles y cómo a la vez nos cargamos los bosques que nos podrían ayudar. Este cambio climático también afecta al equilibrio de millones de microorganismos.
¿A qué atribuyes que sabiendo lo que ocurre gracias a la ciencia no se haga lo suficiente por evitarlo?
No actuamos frente al cambio climático por comodidad y por rutina. No somos capaces de ver los riesgos porque el impacto más grave es a largo plazo, así que seguimos cogiendo el coche para cualquier trayecto en lugar del transporte público, por poner un ejemplo. Se nos olvida que este cambio climático no solo genera más temperatura, sino también eventos climáticos extremos que son muy destructivos.
¿Qué prácticas ambientales pones en marcha en tu día a día?
En la Antártida, como todos, soy muy cuidadosa para no portar microorganismos ni semillas del exterior, así que antes de ir hay que limpiar muy a fondo, incluso aspirar, todo el equipo. Allí tenemos estrictos protocolos sobre residuos para no dejar huella alguna. De hecho, hasta usamos todos el mismo gel o champú, sin microplásticos, y lo mismo con las cremas. Aquí, sin llegar a ese extremo, por supuesto siempre reciclo, pero también trato de usar el menor plástico posible y comprar comida de proximidad y de temporada. Es lo lógico, aunque ahora haya disponible de todo y siempre.
¿Qué dirías a los escépticos del reciclaje y la economía circular?
Creo que las imágenes de los plásticos acumuladas en mares y ríos, en estómagos de aves y peces, deberían ser suficientes para concienciar. Y a más reciclaje, menos llegará al océano. Ya sabemos que esos residuos tienen efecto en los organismos vivos porque afectan a la microbiota intestinal y también que hay microorganismos que degradan los plásticos y nos pueden ayudar a conseguir un desarrollo más sostenible, aunque no en estas cantidades.
¿Un lugar al que te gusta regresar?
Aunque siempre volvería a la Antártida, mi lugar favorito es el desierto del Namib, en Namibia, donde he estado en varias expediciones científicas internacionales para estudiar los líquenes que crecen gracias a la humedad que llegaba del océano. Es un lugar fascinante, con esas dunas naranjas… Inolvidable.
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